Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018). Carlos Medina Gallego

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Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018) - Carlos Medina Gallego

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el entusiasmo que despertó Camilo en clérigos y laicos cristianos hacia un compromiso revolucionario. Movidos por ese entusiasmo, llegaron a Colombia Domingo Laín, Antonio Jiménez Comín y Manuel Pérez Martínez, sacerdotes españoles, que buscaban seguir los pasos de Camilo en el interior del ELN, como efectivamente lo hicieron.

      Pese a la influencia que el ELN ha mantenido sobre importantes sectores cristianos, de las llamadas Comunidades Eclesiales de Base, no ha dejado de producirse en su interior un amplio, profundo y en ocasiones difícil debate en las relaciones entre marxismo y cristianismo.

      No obstante lo anterior, las limitaciones en la concepción del trabajo revolucionario con la población y los sectores sociales organizados, no le permitieron al ELN, durante esta época, consolidarse como un proyecto político con un importante arraigo popular. La falta de políticas claras en sus relaciones con las organizaciones de masas y su concepción estrategista fueron aislando a la Organización de los proyectos y propuestas de los sectores sociales, y reduciendo su trabajo a extraer rápidamente de ellos, los mejores activistas y dirigentes para clandestinizarlos y convertirlos en militantes y combatientes de la Organización. Esto no significa que durante muchos años la militancia del ELN no haya hecho presencia en las organizaciones gremiales y el movimiento social tratando de influenciarlo y aprender de él, desde luego, con resultados muy precarios.

      El camino de las contradicciones internas del ELN

      En el desarrollo alcanzado por el ELN, hasta 1967, se venía presentando internamente una serie de contradicciones en el aspecto político e ideológico, que hacían referencia, entre otras cosas al papel de lo político y lo militar en la lucha revolucionaria. Pese a que las contradicciones tenían un origen múltiple cuyo fundamento esencial lo constituían concepciones políticas, prácticas culturales, circunstancias psicológicas, realidades específicas de la cotidianidad de la vida guerrillera, etc., comenzaron a desarrollarse intereses particulares en torno al poder de la Organización a través de aspectos predominantemente morales que condujeron a la postre a un manejo maniqueo de estas.

      En la lucha por sostener el ELN como un proyecto político-militar, fueron madurando puntos de vista y actitudes que se convirtieron con el tiempo en causa de marcadas “desviaciones” políticas y prácticas militaristas inconcebibles, cuya expresión interna fue el tratamiento inadecuado a las diferencias ideológicas y el sacrificio innecesario de vidas humanas. La contradicción central giraba en torno a la subordinación de lo político a lo militar o viceversa, pero se desdobló en una confrontación entre quienes provenían del trabajo urbano y quienes avalaban el trabajo rural como fundamento esencial del proyecto armado. Lógicamente, quienes tenían una mayor inclinación a fortalecer el trabajo político eran los integrantes de extracción urbana, que habían sido fogueados en la lucha de masas y en los movimientos de izquierda, y tenían una concepción práctica y una experiencia acumulada de ese tipo de trabajo que los convocaba a defenderlo como un elemento capital para que el proyecto se fuera “llenando de pueblo”. Quienes tenían una mayor inclinación hacia el desarrollo del aspecto militar eran los integrantes de extracción campesina, que no eran muy hábiles para el trabajo político, vivían en un analfabetismo político mayor y contaban con unas condiciones físicas, intelectuales, socioculturales y de adaptación al medio, que los convocaba “naturalmente” hacia las prácticas militares; pero además, toda su experiencia cercana en la lucha política estaba en relación con la época de La Violencia y el desarrollo de las guerrillas liberales.

      Poco a poco, se fueron configurando dos grupos que llevaron a que los aspectos de la contradicción se polarizaran, en lugar de integrarse y complementarse en una práctica consecuente con lo que se promulgaba. Estaba, por un lado, el grupo de los citadinos, que hacía los énfasis en el aspecto político del trabajo revolucionario, liderado por Víctor Medina Morón; por el otro, estaba el de los campesinos, cuyo énfasis se centraba en el desarrollo del aspecto militar y que lideraba, en alguna forma, Fabio Vásquez.

      El año de 1967 fue de bastante tensión y dificultades para el ELN, los operativos militares en el área del Opón obligaron a la Organización a desplegarse hacia el cerro de los Andes. Allí, en un ambiente enrarecido, surgen de nuevo las contradicciones y el enfrentamiento de los dos grupos que se venían configurando. Desde mediados de julio y hasta septiembre, la guerrilla deja de operar militarmente para discutir y elaborar el plan de trabajo de los meses siguientes. En esas reuniones, la situación se fue haciendo cada vez más difícil; el principio de la autoridad suprema en el primer responsable de la Organización se impuso sobre las observaciones y puntos de vista de quienes, haciendo parte del Estado Mayor, tenían sus reservas frente a lo que se planteaba y maduraban sus propios criterios.

      Conforme a lo establecido por el plan de trabajo, el grupo guerrillero se dividió en cuatro comisiones. Una comisión al mando de Manuel Vásquez y Luis José Solano, cuya orientación era desplazarse al sur del departamento, reconocer el terreno, establecer contactos con los campesinos, examinar las condiciones geográficas y socioeconómicas de esa región y mirar las posibilidades de construir trabajo organizativo. Una segunda comisión estaba al mando de José Ayala y Julio Portocarrero, y se debía dirigir hacia la zona llana, con la función de recontactar campesinos, apoyar logísticamente a la guerrilla, buscar el frente Camilo Torres, o lo que quedara de él, y combatir si se presentaba la oportunidad (era la única comisión con autorización para enfrentar al Ejército); en ese grupo estaba Juan de Dios Aguilera, que se había articulado a la guerrilla después de haberse fugado del lugar de reclusión en que lo tenían como consecuencia de su captura en Barrancabermeja, donde se desempeñaba como dirigente petrolero. La tercera comisión permaneció en el cerro de los Andes a cargo de Fabio Vásquez, con el propósito de establecer allí las bases para una retaguardia. La última comisión quedó al mando de Víctor Medina, y de ella hacía parte Julio César Cortés; tenía por objetivo localizarse en la zona de Riofuego y desarrollar durante algunos meses trabajo político-organizativo.

      La situación entonces no era fácil, la vigilancia de las partes y el acomodamiento de los hechos a la consolidación de puntos de vista e intereses específicos generaron un tipo de lectura maniquea de cada suceso, agrandándolo o empequeñeciéndolo según las necesidades de la confrontación interna. Acontecimientos que en otras circunstancias podrían pasar desapercibidos recibieron un tratamiento que no se articulaba a las definiciones políticas y disciplinarias internas

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