Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018). Carlos Medina Gallego

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Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018) - Carlos Medina Gallego

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sociales en el proceso revolucionario, lo lleva a tomar en consideración a estudiantes e intelectuales como sectores potenciales de gran importancia para este, por su mayor preparación cultural y las posibilidades que desde la academia existen para comprender los problemas nacionales. El ELN afirmaba que, para que estos sectores se vincularan, era necesario la creación de ciertas condiciones externas a ellos que no podía producirlas sino la lucha armada. A pesar de reconocer el papel jugado por los estudiantes y los intelectuales en el surgimiento de la Organización y en las luchas agitacionales dotándolas de un carácter antiimperialista y revolucionario, la guerrilla considera que cuando se trata de pasar a una etapa organizativa y de definición política su acción se queda corta y que esto se debía a su carácter pequeño burgués y a su mentalidad ascensionista: hasta que se creen esas “condiciones internas” por parte de la lucha armada, estudiantes e intelectuales participarán con mayor énfasis en el proceso, superando el “espontaneísmo y la falta de profundidad de sus actos” (ELN, revista Sucesos, 1967, 177B). El ELN no explicitó cuáles son esas “condiciones externas”, pero se deduce del discurso que estas se constituyen sobre la base del agotamiento de todo tipo de expectativas sociales y políticas que sean ajenas a los intereses de la revolución y la lucha armada.

      Desde muy temprano el ELN centró su atención en el sector energético y en la clase obrera vinculada a él; al señalar los avances del proletariado, asegura que en este sector industrial los obreros han protagonizado los hechos políticos de mayor repercusión nacional. Esto lo atribuyen a dos factores complementarios: primero, a la concepción de lucha que manejan, la que, al entender del ELN, trasciende la lucha economista y reformista para inscribirse en la lucha política por el poder, y segundo, a la “influencia que la acción del movimiento guerrillero viene ejerciendo en ese sector” a través del impulso de su concepción de la lucha armada como único camino para la liberación (ELN, Insurrección, 1972, pp. 25-29).

      La influencia ejercida por el ELN, al interior del movimiento de los trabajadores de la industria del petróleo, en estos primeros años, recayó sobre algunos destacados dirigentes de la Unión Sindical Obrera (USO) y de la Federación de Trabajadores Petroleros (Fedepetrol), los que en cumplimiento de sus actividades como militantes o simpatizantes del grupo guerrillero introdujeron el discurso del ELN en las discusiones de la organización sindical, ganando adeptos para este, sin que esto significara un dominio hegemónico del discurso “eleno” sobre el total de los trabajadores.

      La década, en su conjunto, estaba respirando el fervor revolucionario y el despertar político de distintos sectores sociales, que veían desvanecerse en el seno del Frente Nacional sus posibilidades de mejores niveles de vida. Esta situación podía generar falsas apreciaciones en la óptica de un discurso que en la práctica reducía toda actividad revolucionaria a la lucha armada. Es evidente y notoria la simpatía despertada por la organización guerrillera, en núcleos obreros de trabajadores del petróleo, los que además pudieron contar con la presencia cercana del grupo armado, y muy seguramente con su influencia, sin que esto implicara una subordinación política de los petroleros a la organización armada.

      En el periodo de implantación, predominó el campesinado como el sector social en la conformación del ELN; a su lado la clase obrera, el sector estudiantil y los intelectuales. Estos fueron los grupos sociales que constituyeron el tejido social a través del cual la Organización desarrollaría su trabajo político y maduraría su proyecto revolucionario. La subvaloración del conjunto de la clase trabajadora, en su momento portadores, según el parecer del grupo, de una ideología “pequeño burguesa” y “reformista”, hizo que se sobrevalorara el papel protagónico del campesinado, el que desde luego había acumulado una experiencia de lucha política importante, en los marcos de los partidos tradicionales.

      El proceso de proletarización política no comprometió solamente a los sectores obreros e intelectuales, sino, urgentemente, a las bases campesinas con que el ELN iba tomando forma. De ahí que hubo necesidad de construir un perfil de militante eleno, que llenara por “vocación” y “mística revolucionaria” las deficiencias político-ideológicas de los componentes del grupo guerrillero, dado que la capacitación política requería de maduración intelectual, la cual no se podía adquirir de un momento a otro. El discurso político transitaba, en la Organización, al lado de un modelo de combatiente que se fue estructurando de las virtudes de los militantes de la revolución latinoamericana y en particular de los ejemplos de Simón Bolívar, José Martí, Ernesto Guevara y Camilo Torres.

      Tres elementos se consideraban básicos para que alguien se constituyera en aspirante a militante de la guerrilla en condición de combatiente: claridad97, decisión98 y sacrificio99. En el trasfondo lo que se buscaba era crear, mediante un conjunto de valores y de referentes de comportamiento ejemplar, una mística revolucionaria que fuese capaz de poner a prueba la disposición para sufrir y sacrificarse, de aquellos que aspiraban a abrazar la consigna de liberación o muerte.

      Algunas de las lecciones históricas tomadas de la guerra de independencia generaron un tipo de comportamiento, en los militantes de la guerrilla, que conducían a la producción de hechos de violencia internos y desviaciones hacia prácticas autoritarias y militaristas. El espíritu “patriótico”, que ejemplariza la imagen de antiguos guerreros, fue parte del alimento que consumió la mística revolucionaria de los militantes guerrilleros: símbolos que servían para reforzar su decisión de lucha y darle sentido a sus sacrificios, historias que nutrían su vocación de mártires y héroes. El ritual que repetía el mismo juramento bolivariano del Monte Sacro, lo habían asumido, en otro contexto, los primeros integrantes de la brigada “proliberación” José Antonio Galán, después de haber terminado su entrenamiento en la isla cubana: un compromiso irreversible en el que se ponía como prenda de garantía la vida misma100.

      En el ELN la pena de muerte por desmoralización, deserción, traición, derrotismo, cobardía, fue frecuente; la vigilancia revolucionaria fue extrema y las ejecuciones comprometieron no solo a los militantes de base, sino a sus mismos dirigentes, muchos de ellos fundadores y cofundadores de la Organización. Al parecer una vez tomada la determinación de hacer parte de la lucha guerrillera, dado el primer paso, el camino se hacía irreversible101.

      De mayores responsabilidades se cubría el dirigente guerrillero cuyo perfil está definido con relativa claridad en las declaraciones dadas por la Organización a la revista Sucesos, en 1967:

      Un dirigente guerrillero tiene que ser un hombre, primero que todo, plenamente convencido de la justeza de la causa por la cual lucha; no podrá ser un vacilante, arrastrado a esta posición por intereses diferentes a los de la base que lo nombra; por lo tanto no puede decretarse a cualquiera como jefe guerrillero; se forman en el fragor de la lucha; su fidelidad y profundo amor por el pueblo, su sagacidad, su astucia, su valor, su honradez, su capacidad táctica-estratégica en la concepción de la guerra del pueblo, son los méritos observados por los hombres que fielmente lo seguirán a cualquier batalla. Además, debe tener una gran personalidad, un gran carácter, no ser un hombre fácilmente influible; tendrá que ser un hombre de decisiones rápidas y firmes. El jefe guerrillero deberá ser un hombre lo suficientemente claro políticamente como para estar consciente de la seriedad y responsabilidad de su misión ante el pueblo, un jefe guerrillero deberá responder de sus hechos ante los organismos superiores. Que, de haberlos, obviamente, estarán en el monte. Y en el campo de batalla, porque un jefe guerrillero no debe permitir, no se puede ni siquiera concebir que recibirá órdenes de la ciudad, y lo que es más importante deberá responder ante el pueblo, su misión principal es orientar la lucha hacia etapas cada vez más avanzadas, consolidando y desarrollando la fuerza guerrillera. Un jefe guerrillero con su ejemplo, con su abnegación, con su valor y espíritu de sacrificio deberá ir formando los cuadros guerrilleros que, con la misma firmeza y decisión conducirán la lucha, aunque el propio jefe falte por alguna circunstancia; el jefe guerrillero tiene la responsabilidad, la obligación de garantizar la continuación de la organización

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