Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018). Carlos Medina Gallego
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El abismo que existía entre el perfil deseado y el perfil real era inevitable. La guerrilla formada por hombres del común, cargados de buena voluntad y entusiasmo revolucionario, no lograba desprenderse de elementos de su formación social o de su particular forma del ser individual, en la que anidaban o invernaban temporalmente comportamientos considerados por la Organización como lesivos a los intereses del pueblo y la revolución: el individualismo, el egoísmo, las ansias de poder, la indisciplina, la debilidad física, la falta de formación ideológica y política, que estaba más allá de concebir la lucha entre explotados y explotadores, no pudo asumir ese “sacerdocio guerrillero” y se generó un tipo de militante que se subordinó a una dirección en las que las responsabilidades hacían las veces de grados militares y los fundamentos y códigos de comportamiento de guías de acción inviolables. Lo anterior condujo a que se fuera estructurando una organización vertical que en la práctica se oponía a la horizontalidad que se buscaba:
En nuestra Organización no existen grados; los únicos que se han otorgado han sido póstumos. Esto se debe a un factor de concepción. Nosotros hemos considerado que los grados no deben ser un problema de preocupación para los revolucionarios; creemos que los grados en las organizaciones político-militares deben obedecer a necesidades organizativas […]. En nuestra Organización fijamos responsabilidades, mantenemos una gran disciplina y una sólida formación militar revolucionaria; en nuestras filas —y hasta el momento— no hemos necesitado otorgar grados a nuestros combatientes ni a nuestros jefes guerrilleros ni a nuestros compañeros del Estado Mayor. […] La dirección del ELN está constituida de la siguiente manera: un primer y segundo responsable, un segundo al mando y un Estado Mayor. Además, cada frente guerrillero y cada unidad guerrillera tienen un primer y segundo responsable, de igual forma la escuadra guerrillera. (ELN, Insurrección, 1972)
Tanto el perfil del dirigente del ELN, como la estructura de la Organización, estaban atravesados por la concepción de la guerra popular y el ejército revolucionario, en cuya apreciación particular jugó una importante influencia la experiencia vietnamita, a la cual tuvieron acceso varios militantes de la Organización. La forma organizativa esencial no varió sustancialmente en el tiempo, se siguió sosteniendo el concepto de “responsable” para cada una de las estructuras en que se divide la Organización. Sin embargo, los mecanismos de selección para las responsabilidades del Comando Central (COCE), la Dirección Nacional (DN) y las jefaturas de frente, se realiza en eventos internos de definición democrática.
El énfasis que el ELN colocó en el protagonismo del campesinado, en el proceso revolucionario, condujo a que se considerara como sede del desarrollo de la Organización el campo y que se le asignara un papel predominantemente logístico a la ciudad102. En el momento de la génesis de este grupo armado se está produciendo un proceso de reacomodamiento poblacional sobre el territorio que terminó por modificar sustancialmente la relación campo-ciudad, adquiriendo desde entonces las ciudades un papel más activo dentro de las transformaciones políticas, económicas y sociales que comenzaron a operarse como consecuencia de la migración campesina sobre los centros urbanos, resultado de la violencia y el despegue industrializador. Esta situación, al estarse produciendo, fue insuficientemente valorado por el ELN, en la definición de su estrategia política de crecimiento.
Durante estos años fue común la crítica al ELN sobre la subvaloración del trabajo urbano y la sobrevaloración del trabajo rural campesino. El cuestionamiento se expresaba como consecuencia lógica de la posición que el grupo guerrillero había asumido frente a los sectores sociales y el proceso mismo de desarrollo de la lucha armada, la cual en las condiciones de América Latina, afirmaba el ELN, debió empezarse en el campo y marchar sobre las ciudades. Desde entonces, pese a las defensas que la organización guerrillera hizo de las críticas que se le formulaban, fue quedándose sin estructuras en la ciudad, en un país que marchaba aceleradamente hacia el urbanismo. El ELN no consiguió construir una organización fuerte en la ciudad, a pesar de la importancia que, para el naciente movimiento guerrillero, significaba el apoyo logístico proveniente de la ciudad, este fue desde el comienzo reducido e insuficiente. La Organización se vio forzada a depender de los recursos obtenidos, en su mayor parte, de las mismas acciones que realizaban las guerrillas y asignarle a la ciudad un nuevo papel que debía desarrollarse, fundamentalmente en lo político. Sin embargo, la Organización urbana no pudo tampoco consolidar una concepción de trabajo político en las ciudades que hiciera caja de resonancia de la actividad guerrillera, ni cumplir con el papel logístico que el proyecto revolucionario demandaba. Siempre fue para el ELN una gran dificultad el trabajo urbano, y motivo de sus permanentes preocupaciones; sus limitaciones a este respecto lo llevaron a perseverar y sostener puntos de vista en los que predomina la actividad rural sobre la urbana y, unido a ello, lo militar sobre lo político. Así, el discurso del ELN, durante los primeros años, sobre el papel de la organización urbana, estuvo cruzado por la ambigüedad entre el énfasis del trabajo logístico militar y el político organizativo, predominando la subordinación de lo político a lo logístico en la práctica103.
Este enfoque en la labor política que debió desarrollarse en el sector de los trabajadores urbanos, estaba cruzado por una estrechísima visión del papel que la llamada “clase obrera” podía jugar en la lucha gremial y política, y se reducía a capacitarla para que se incorporara a la guerrilla abandonando el medio social que le era natural. Desde luego, no fue el interés del ELN, en sus primeros años, fortalecer y desarrollar la lucha sindical y gremial; todos sus esfuerzos se centraron en canalizar hacia la lucha armada los mejores dirigentes que tuvieran el sector de los trabajadores y sus organizaciones gremiales.
La explicación para esta actitud frente a la lucha reivindicativa estaba circunscrita a su concepción táctica y estratégica de la guerra. Para el ELN, inscribir los sectores sociales potencialmente revolucionarios en la lucha por reivindicaciones económicas y políticas de corte democrático, era caer en desviaciones de tipo reformista. En esta medida, el compromiso de los militantes del ELN urbano debía ser el de prepararse en y por la acción político militar en la ciudad para pasar a la acción en el campo (ELN, compendio Insurrección, 1972 pp. 44-45).
En síntesis, la ciudad era considerada en el marco de la guerra desarrollada por el ELN, como una “cantera” de la que se podía extraer, de los distintos sectores sociales, principalmente obreros, los militantes que necesitaba la Organización para fortalecerse en el campo. Este enfoque estuvo profundamente arraigado en el interior del ELN y solo comenzó a cambiar en la segunda mitad de la década del 70, como consecuencia de la crisis a la que se vio abocada la Organización en esos años, y del papel que núcleos obreros importantes, influenciados más por la imagen e historia del ELN, que, por el mismo grupo, comenzaron a desarrollar en distintas ciudades.
EL ELN y su influencia en el movimiento de masas
Desde sus orígenes el ELN buscó a través de diferentes mecanismos articularse al movimiento de masas, con una doble finalidad. Primero, influir en las organizaciones gremiales, en la definición de sus