Vergüenza. Группа авторов

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      Ninguna de esas mujeres podía apartarse del “decoro ni de la dignidad” gracias a un rector, a un director espiritual o a un código socio eclesial tácito que las mantendría “controladas”. Tampoco Consuelo (54) quien, gracias a su marido, católico observante y muy devoto, dejó de experimentar el orgasmo el día que se casó por la Iglesia porque él la quería como madre de sus hijos y “no como puta en la cama”. Ella (ellas, ¡tantas!) cumplieron con su responsabilidad conyugal: “Yo sentía que era mi deber, tenía que pasar cuando él quería, era mi deber… como él quería… y yo estaba ahí, nunca le dije, nunca más sentí un orgasmo desde el día que me casé por la Iglesia”. Y Consuelo continúa:

      Yo siempre estaba en la fila de la confesión por “actos impuros”. Eso me ha hecho mucho daño, en alguna parte de mi personalidad… me sentía indigna porque tenía deseo sexual, ¡la culpa!, ¿cómo tuvimos esta formación tan rígida? ¿Y cómo yo no fui capaz de salir de ahí? Nos hicimos mucho daño y ese daño está en alguna parte, lo que te decía, un cura era la verdad absoluta, era la palabra de Dios, la voluntad de Dios transmitida por el cura ¿tú crees que yo iba a hacer algo distinto? ¡no, pues! Me podía ir al infierno. Hoy te lo cuento y me siento ¡tan estúpida!

      La sexualidad de muchas mujeres católicas ha estado profundamente dañada por un discurso represivo de su deseo sexual, de su erotismo. Y hoy, cuando ese discurso hace agua por el comportamiento de quienes lo esgrimían, surge la rabia y el dolor. Una rabia que sube desde las entrañas y remece y mueve y estalla y enferma.

      Y yo la tonta le hice caso. Nosotros íbamos a misa y no comulgábamos. Una cosa que es un problema de pareja, si un cura te dice que no puedes comulgar porque estás haciendo algo impropio, imagínate lo mal que uno se siente, sin poder comulgar ¡qué absurdo! Hacerle caso al cura… Sentía mucha culpa, ¿por qué tengo esta enfermedad? Me sentía culpable de todo. Entre el cargo de conciencia, la prohibición de comulgar del cura, al momento de tener relaciones sexuales, yo sentía que tenía todo en contra, ¿cómo liberarme de eso? En mi matrimonio estaba haciendo algo que no estaba permitido porque no estábamos abiertos a la vida. Parecía que Dios estaba como en contra [nuestra].

      Hoy, Consuelo está divorciada, tiene varios nietos y dejó de “escuchar a los curas. Hace más de 15 años que no comulgo. De haber ido a misa todos los domingos y muchas veces durante la semana, hoy nada. No quiero seguir sintiéndome con cargo de conciencia. No quiero que me hagan sentir en pecado, ni responsable del pecado de otro”.

      También se sintió responsable Elena. Recuerda un día, mientras se confesaba con Karadima, que él la retó porque el pololo le había contado que se estaban “dando besos”. El cura le dijo que “era una pecadora e incitadora al mal”:

      Me preguntó ¿qué tipo de pololeo estaba teniendo? Que yo estaba incitando al mal a mi pololo, que una mujer no tenía que provocar, que le estaba haciendo mal a él y que tenía que ser mucho más prudente. Yo era bien idiota, estaba en la parroquia desde los 13 años, era muy gansa. Yo me sentí pésimo. Fue terrible.

      La crisis de los abusos en la Iglesia está haciendo que muchas mujeres despierten. Rosa (58): “Como que ahora veo cosas que antes no veía. Eso de que te decían cómo vivir tu sexualidad, que me hacían sentir culpable, ¡ya no más! Eso es abuso de conciencia”. Y Marta: “Con todo lo que se ha sabido y escuchado he empezado a ver situaciones que antes no me parecían raras, o cosas que me dijeron que no me llamaban la atención. Pero hoy, las veo distintas, y tengo que discriminar”. Y agrega:

      ¿Por qué la crisis gatilla en mí este reconocimiento de haber sido reprimida, castrada sexualmente? ¿esa sensación tan fuerte? Porque yo me negaba a sentir, no podía sentir placer porque no estaba bien, era malo sentir placer en la relación con mi marido, el placer no estaba en mis libros, la relación sexual era algo de trámite, el goce, el placer, yo no lo permitía. Y hoy entiendo que mi marido lo que buscaba era que yo disfrutara. Creo que eso me vino de haber escuchado tanto que el cuerpo es pecado, de los pecados de la carne de Pablo, por desconocimiento mío… ¡Hoy todo lo que me dijeron era falso, todo era mentira, ¡ustedes hacían todo lo contrario a lo que nos decían! La sexualidad era pecado, el sexo era para engendrar, no para el goce de la pareja. Me siento muy tonta…yo tengo rabia conmigo por eso, yo, que me creo inteligente ¡qué es todo eso, toda esa mierda!”.

      Y llora, y llora un buen rato.

      LA CARICIA PERVERTIDA

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