Justificación. N.T. Wright

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Justificación - N.T. Wright JU1/ACADEMICO

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puedo imaginar que, así como los fariseos cuando escucharon la parábola de Jesús sobre los labradores malvados, puede haber algunos lectores que se irriten de inmediato al darse cuenta de que narro esta historia contra ellos. Y puede no ser muy inteligente comenzar un libro alienando aún más a aquellos con quienes, al parecer, estoy comprometido en el diálogo. Pero uso esta historia por una razón en particular: para dejar en claro que, a estas alturas del debate sobre San Pablo y el significado de justificación, así es como luce el actual estado de la cuestión, al menos para mí.

      No estamos en diálogo. He escrito sobre San Pablo durante treinta y cinco años mal contados. He orado, predicado y dado conferencias, abriéndome paso a través de sus cartas. He escrito comentarios a nivel popular sobre todas ellas, un comentario completo sobre la más importante, y varios otros libros y artículos sobre asuntos paulinos específicos. Y el problema no es que las personas no estén de acuerdo conmigo. De hecho, eso es lo que uno espera y quiere: ¡Entremos en discusión! El punto del debate es que aprendamos con y el uno del otro. Solía decirles a mis alumnos que, al menos, el veinte por ciento de lo que les decía era erróneo, pero que yo no sabía específicamente qué cosas de todo lo que decía entraban en ese porcentaje. Cometo muchos errores en la vida, en las relaciones y en el trabajo, y no espero que mis pensamientos estén libres de ellos. Sin embargo, mientras durante una buena parte de la vida los errores propios son, a menudo, bastante obvios —el atajo en el camino que terminó en un lecho de ortigas, la receta experimental que puso a nuestros estómagos en aprietos, el tiro de golf que fue a dar al lago—, en la vida intelectual las cosas no suelen ser tan sencillas. Necesitamos que otras mentes nos desafíen, que vuelvan y discutan nuestros argumentos y análisis. Así es como el mundo gira en su órbita.

      Algunos podrían responderme: “Bien, ¿no es eso lo que está pasando? ¿De qué te quejas? Aquí están todos esos escritores, tomándote en serio. ¿No habrán descubierto ese veinte por ciento que te aflige? ¿No deberías estar contento de que te estén corrigiendo?”.

      Hay otras dos razones por las que comencé con la historia del amigo que cree que el sol gira alrededor de la tierra. La primera es que, dentro del significado alegórico de la historia, los argumentos que he articulado —los diagramas, las imágenes, los objetos en la mesa de café— representan nuevas lecturas de las escrituras. No se trata de superponer teorías extraídas de otros lugares con las escrituras. Pero la respuesta que se nos ofrece como “la evidencia ante nuestros ojos” o “el significado más obvio” está profundamente condicionada por —y en puntos críticos a apela a— la tradición. Sí, tradición humana

      La segunda razón por la que comencé con la parábola del amigo, la tierra y el sol es más profunda. Reviste gravedad por motivos teológicos y pastorales y está cerca del corazón de lo que está en juego en este debate y muchos otros. El equivalente teológico de suponer que el sol gira alrededor de la tierra es la creencia de que toda la verdad cristiana se trata de mí y de mi salvación. En las últimas semanas, leí docenas de libros y artículos sobre el tema de la justificación. Una y otra vez, los escritores, de una variedad de orígenes, asumen o dan por sentado que la cuestión central de todo es “¿Qué debo hacer para ser salvo?” o (como lo diría Lutero) “¿Cómo puedo encontrar un Dios misericordioso?” o “¿Cómo puedo entrar en una relación correcta con Dios?”.

      No me malinterpreten. No le den rienda suelta a las reacciones irritantes o temerosas. La salvación es muy importante. ¡Por supuesto que lo es! Conocer a Dios por uno mismo, en lugar de simplemente saber o pensar acerca de él, está en el corazón de la vida cristiana. Descubrir que Dios es lleno de gracia y no un burócrata distante o un tirano peligroso es la buena noticia que constantemente nos sorprende y reanima. Pero no somos el centro del universo. Dios no está dando vueltas a nuestro alrededor. Somos nosotros los que giramos a su alrededor. Puede parecer, desde nuestro punto de vista, como si “yo y mi salvación” es el todo y el fin mismo de la fe cristiana. Tristemente, mucha gente —¡muchos cristianos devotos!— aún predica y vive de esa manera. Y no es un problema exclusivo de las iglesias de

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