Justificación. N.T. Wright
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Sin embargo, al interior de esa línea continua hay un estruendo, como el gran acorde en la sinfonía Sorpresa, que despierta a todo el mundo a pesar de que forma parte integral de la armonía y el ritmo del movimiento: un momento apocalíptico dentro de la historia del pacto, el momento —para cambiar la imagen musical— en que el solista irrumpe en la melodía con un torrente de acordes violentos y que, al reflexionar sobre la obra, se revelan como el punto hacia el cual la introducción orquestal se dirigió desde el principio. La visión de Pablo de la irrupción cataclísmica de Dios en la historia de Israel y del mundo en y a través de la muerte y resurrección de Jesús el Mesías fue que este momento deslumbrante y espeluznante que desplaza de sus lugares de privilegio todo otro evento es lo que —a pesar de las apariencias iniciales, y ciertamente a pesar de las propias expectativas y comprensión iniciales de Pablo— toda la historia de Israel, de Abraham en adelante y toda la historia de Israel bajo la Torá desde Moisés en adelante y, de hecho, toda la historia de la humanidad desde Adán en adelante había estado esperando. Es una convicción central en Pablo, pero algo que las perspectivas antiguas y nuevas han ignorado completamente, que Dios siempre tuvo un solo plan de rescate del mundo y la especie humana, y que se centró en el llamado a Israel, un llamado que Pablo vio fructificar en el Mesías, el representante de Israel. Lee a Pablo en esa línea y podrás conservar todas las piezas del rompecabezas sobre la mesa. Ignora ese gran relato y tendrás que barrer la mitad de las piezas o intentar arreglártelas con el truco de los Stasi.
Donde sea que esto se ignore —como es lo habitual, tanto en la perspectiva nueva como en la antigua, así como en los novecientos noventa y nueve lectores correctos de Pablo que no creen necesitar ninguna “perspectiva”—, volvemos a la cuestión del rompecabezas. Retira esa línea histórica y Romanos 9-11 se convierte en una elucubración inconexa sobre la predestinación o “el futuro de Israel”, un tópico diferente al resto de la carta. Retira esa línea histórica y el empuje de las declaraciones culminantes de Pablo en Gálatas 3 no solo se diluye, también se ignora. En 3: 29, después de acumular casi todos sus grandes temas teológicos en un solo ramillete —la ley, la fe, los hijos de Dios, “en Cristo”, bautismo, “vestirse de Cristo”, “ni judío ni griego”, “todos uno en Cristo”— la conclusión no es “por lo tanto, ustedes son hijos de Dios” ni “por lo tanto son salvos por gracia mediante la fe”, sino “Por lo tanto, ustedes son simiente de Abraham”. ¿Por qué le importa eso a Pablo, precisamente en ese punto? La mayoría de los escritores de la “nueva perspectiva” no tienen respuesta. Prácticamente, nadie en la “antigua perspectiva” ni siquiera considera que exista una pregunta que hacer. Pero hasta que no hayamos encontrado la respuesta, no habremos estado leyendo a Pablo sino solo a un personaje ficticio que nosotros mismos hemos inventado de manera improvisada con las piezas del rompecabezas paulino que conocemos y nos gusta; imagen que hemos forzado gracias al poder del dogmatismo, y que hemos fijado en su lugar con los pegamentos de la piedad y la preocupación pastoral. Como resultado, el dogma y la piedad —por supuesto— ponen en marcha todo un nuevo tren de pensamiento.
Otra ilustración musical. Mantén presionado el pedal de resonancia en un piano y pulsa un LA débil. Si el piano está afinado, pronto escucharás otro LA vibrar por simpatía, luego un MI por encima y luego LA; luego DO sostenido; luego MI. Todo esto puede tornarse confuso —la siguiente nota en la secuencia armónica verdadera debería ser SOL bemol— pero es suficiente para ilustrar lo que quiero decir. Todas esas notas —varias que refuerzan LA, con los MI y, al menos, un DO sostenido— son en realidad parte de la nota original. Muy pocas personas pueden oírlas sin la ayuda de un piano o algún instrumento que se le asemeje, pero están ahí. Ahora, supongamos que alguien que está atento a uno de los MI, tocara esa nota justo cuando la escucha. Sería parte de LA original, pero ahora, al haber presionado MI, establecería un conjunto de resonancias diferentes a las anteriores: MI, luego SI; de nuevo MI; luego SOL agudo; otra vez SI; etcétera.
Considero que eso es lo que sucedió con los usos que se le han dado a Pablo en los siglos posteriores a la Reforma. Por el momento, digamos que Lutero y Calvino (con todo y sus grandes diferencias —otro punto que a menudo se pasa por alto en el movimiento anti- nueva perspectiva, a veces de forma apresurada y airada) escucharon un verdadero sobretono de lo que Pablo estaba diciendo —por ejemplo, la quinta MI que forma parte del acorde de LA que tocamos al presionar el pedal. ¿Qué pasó? Las cosas no se detuvieron dentro del protestantismo. Todo tipo de movimiento ha ido y venido. La Europa continental de la Ilustración del siglo XVIII fue, en cierta medida, un movimiento completamente protestante que se deshizo de la religión autoritaria y que se formuló preguntas desmitificantes, racionales e históricas. El movimiento romántico, en reacción contra el racionalismo seco de la Ilustración, llevó un poco más lejos una nueva tensión del sentimiento protestante, esta vez insistiendo en que lo que importaba era el sentimiento interno, no la acción externa. Diferentes tipos de pietismo surgieron, florecieron, mutaron y dejaron su legado a lo largo del camino. Finalmente (esto, por supuesto, reduce de manera exagerada varias historias largas) vino el Existencialismo, que subrayó la experiencia humana auténtica como la clave y el criterio para una fe genuina. No hay tal cosa como un retorno puro a los Reformadores, a quienes se les ha escuchado y re-escuchado repetidamente en cámaras de resonancia que ellos mismos no habrían reconocido. Las lecturas que hicieron de Pablo han sido transmitidas a través de esas cámaras de resonancia al punto de que la voz del apóstol se hizo irreconocible. Todas las notas en el piano han salido en estampida alegremente, y parece desesperado cualquier intento de discernir qué nota de pedal fue pulsada primero.
A menos que, por supuesto, volvamos a la historia, que es donde Pablo miró para encontrar las raíces de la historia cuyo clímax creía fue Jesucristo. Allí es donde tenemos que ir si, como decimos nosotros, queremos escuchar la escritura misma en lugar de cualquiera de las venerables tradiciones de los líderes de la iglesia posteriores o las menos venerables notas al pie de página de eruditos más recientes. Durante demasiado tiempo hemos leído las escrituras con ojos del siglo XIX y preguntas del siglo XVI. Es hora de que volvamos a leer con ojos del siglo I y preguntas del siglo XXI.
1 Ver: Piper, 2007. Para conocer las diversas perspectivas entre los Reformadores y sus sucesores, ver McGrath, 1986 y varios ensayos en Husbands and Treier, 2004 y McCormack, 2006.
2 Barbara Brown Taylor, “Failing Christianity”, The Christian Century, 17 junio de 2008. p. 35.
3 Los volúmenes anteriores son: The New Testament and the People of God (1992), Jesus and the Victory of God (1996) y The Resurrection of the Son of God (2003). Todos han sido publicados por SPCK (Londres) y Fortress (Minneapolis).