¡Ey, las ideologías existen!. Mario Riorda

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¡Ey, las ideologías existen! - Mario Riorda

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de unas clases y aliena a la población. Esta visión negativista de las ideologías políticas se extendió a gran parte del siglo XX por las guerras mundiales: las ideologías conllevan a fanatismos, que son negativos para la convivencia y la sociedad.

      Otro modo de posicionarse frente a la ideología es a través de su simplificación. No obstante, la simplificación ideológica muchas veces es tan compleja como asimismo una tentación, sea por la dificultad de establecer brevedad en la misma, sea por la complicación de la recepción por parte del público. Estudios más recientes (Zaller, 1989) se han centrado en el papel que cumplen los que se han denominado “atajos cognitivos” en el acceso y procesamiento de la información por parte de los ciudadanos. Uno de estos atajos cognitivos es la ideología –el más importante– y se trata de “esquemas” que reducen el tiempo y el esfuerzo requeridos para sopesar las distintas alternativas y permiten una decisión racional con información imperfecta. Desde esta perspectiva, comúnmente se ha pensado que la ideología es una simplificación de la información (Downs, 1968) y que las categorías o los rótulos ideológicos facilitan la comunicación política así como pueden ayudar a los ciudadanos a hacer más razonables las evaluaciones y las opciones (Zechmeister, 2006: 151). Lo que se puede proporcionar desde la comunicación política es información, pero mediatizada y procesada por variables estructurales previas.

      Estudios como el de Norman Nie, Sydney Verba y John Petrocik (1979) afirman que hay ciertas épocas más ideologizadas con “hipótesis ambiente” fuertes, que tienen que ver con ciertos contextos y sus protagonistas, lo que determina que el uso ideológico de los electores para decidir su posición se haga más frecuente. Pero pareciera ser mucho más habitual que se produzca un voto o apoyo por imagen de partido, conformado por electores que no son sólo producto de formaciones psicológicas de largo plazo, ni tampoco racionalistas que apoyan temáticamente tal o cual posición de un partido, sino que poseen percepciones genéricas, mitad identificación afectiva, mitad expectativas racionales (Singer, 2002).

      En una línea bastante similar, Teresa Levitin y Warren Miller (1979) avanzaron sosteniendo un concepto emparentado al anterior, al que llamaron “sentimiento ideológico”, por el cual los electores suelen hacer un uso no ideológico de los rótulos ideológicos, a lo que sostienen que la ideología orienta pero no determina el posicionamiento ante temas de agenda, más allá de tener alguna correlación. De ello se desprende que el voto o el apoyo por cuestión o tema no es igual al voto o apoyo por ideología, y la ideología no sólo no exige entonces un voto o apoyo altamente informado sino que incluso podría llegar a sostenerse que puede permitir exactamente lo contrario. Se concluye entonces que, salvo ciertos contextos, el voto ideológico no es un voto sofisticado, no requiere de mucha información, y probablemente esté mucho más asociado a la imagen o el sentimiento que se tenga del partido (Singer, 2002).

      Desde la comunicación política, suele comprenderse como útil la generación de rótulos o nominalizaciones. Son modos de expresión indirecta, en los que se trata de “decir sin decir”, no sólo porque el sentido buscado está detrás de lo que se manifiesta en la superficie sino también porque la responsabilidad de lo enunciado, tanto en la información explícita como en la implícita, no está a cargo de un sujeto específico, sino que se diluye en una especie de sujeto universal o anónimo, al mostrarse como una constatación o una verdad científica, a través de expresiones que tienen como núcleo un nombre y no un verbo (Fernández Lagunilla, 1999). Por eso ideologizar todo, aun la propia definición de ideología, suele ser una tarea frecuente, no exenta de resultados divergentes.

      En la misma línea de la comunicación política, Eliseo Verón (1995) distingue la ideología como “enunciado” y como “enunciación”. La primera estaría compuesta por todo aquello que es identificable del partido y le es funcional. Aquí se incluyen cuestiones tan simples como ciertos registros lingüísticos propios del partido, incluso símbolos, como también temas que son representativos de esa posición ideológica y tradiciones que le dan identidad. En su segunda acepción, la ideología como enunciación está definida por lo que Fernández Lagunilla (1999) identifica como implícitos. Hay que buscarla, por tanto, detrás de lo que se dice, haciendo un recorrido de los discursos para comprobar las tendencias. Ciertamente, suele esconderse en sujetos anónimos o expresiones de afirmación general, que se toman como supuestos admitidos. Con todo, es materia susceptible de estudio a través del análisis del discurso.

      Así, se sabe que la construcción de significados duros es una labor de proceso. Sin embargo, el objetivo de este trabajo es revalorizar y comprender el concepto de ideología desde una mirada contemporánea, máxime cuando se refiera a un término con un uso tan amplio y variado como la palabra “ideología”, que carga con una evidente promiscuidad de excesos semánticos.

      Las ambigüedades son recurrentes, desde posiciones como la de Giovanni Sartori (1969), quien la considera típicamente como una dogmática, rígida e impermeable aproximación a la política; la de Clifford Geertz (1973), para quien es un mapa de la realidad de la problemática social y de matrices para la creación de conciencia colectiva; la de Mostafa Rejai (1991), quien la entiende cargada de emociones, saturada de mitos y de sistemas de creencias y valores acerca de las personas y la sociedad, de la legalidad y la legitimidad, que generan materia de fe y hábitos, comunicados por símbolos de una manera simple, económica y eficiente, con más o menos coherencia, más o menos abierta a nueva evidencia e información y con alto potencial para la movilización de masas, la manipulación y el control; hasta posturas como las de Herbert Mc Closkey (1964), quien la concibe como un sistema de creencias que, elaboradas, integradas y coherentes, justifica el uso del poder, explica y juzga los eventos históricos, identifica lo correcto y lo malo en la política, y sirve de interconexión con otras esferas de actividades (Gerring, 1997: 957-959).

      Algunos sostienen que el concepto de ideología ha sido utilizado en tres sentidos importantes (Abercrombie, Hill y Turner, 1980): 1) como tipos específicos de creencias; 2) como una creencia falsa o distorsionada (visión marxista), y 3) como un conjunto de creencias que abarcan el conocimiento científico, la religión y las creencias cotidianas sobre las conductas apropiadas, sin importar si son verdaderas o falsas.

      Es evidente que la complejidad de las múltiples formas de definirla habilita una acción que permita seleccionar los usos aceptables de la ideología y no necesariamente caer a una gran teoría de la ideología ni a una nueva definición, así como tampoco quedarse con una única definición. Se propone realizar un acopio de atributos (ciertas dimensiones operacionables) que permitan suponer que se está en presencia de ideología, y, desde lo comunicacional, de discursos ideológicos. Ésa es, en definitiva, la pretensión siguiente.

      Varias de las definiciones apelan a una cierta visión del mundo que algunos denominan a través de supuestos equivalentes como creencia, mito, valor, pero que suelen verse como muy pequeños para reemplazar la grandilocuencia del término. Más cerca se está entonces del sistema de creencias, del sistema de símbolos (Gerring, 1997: 961). Estas definiciones se aproximan bastante a una versión “más consensuada del término” desde un significado que Norberto Bobbio llama “débil”, conceptualizando la ideología como un conjunto de ideas y valores concernientes al orden político cuya función es guiar los comportamientos políticos colectivos (Shils, 1977).[4]

      Desde este trabajo, aun considerando que las ideologías puedan tener una connotación que en muchos casos se aproxime a la posición marxista –o de muchos aportes desde la teoría crítica–, se creará una matriz de análisis de categorías de discursos ideológicos tomando gran parte de los atributos (subcomponentes y sus atributos dimensiones constitutivas aquí) regularmente asociados en las ciencias sociales contemporáneas con la palabra “ideología”, que John Gerring (1997: 966-979) aporta desde una completa y bastante exhaustiva búsqueda, conformando así una estructura descriptiva, que será articulada y reestructurada con el aporte de conceptos ofrecidos por Elizabeth Zechmeister (2006: 151-173). A ello se sumarán variadas perspectivas extraídas de otros autores con el fin de enriquecer aun

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