¡Ey, las ideologías existen!. Mario Riorda

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¡Ey, las ideologías existen! - Mario Riorda

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ya es necesario realizar una aclaración, y es que la definición de ideología puede estar asociada a factores que sólo podrían cobrar sentido en una situación temporal y espacial específica, y este estudio no es una excepción al respecto.

      Los componentes de la ideología

      Revisar las diferentes corrientes y espectros de lo que se considera ideología nos permite desagregar sus principales componentes, que resultan unánimes, coherentes y constantes. Así, seguimos a Elizabeth Zechmeister (2006), quien establece que los rótulos o las etiquetas ideológicos suelen contener uno o varios de estos componentes: componente simbólico, componente de políticas (como posicionamiento o postura política, o de política –pública–) y el componente de valencia,[5] valor o prioridad de posicionamiento sobre un asunto. En este trabajo se asocia la valencia a los componentes de políticas, porque si bien se trata de un aspecto que puede verse de manera autónoma, es verdad que se detecta y se describe a partir de enunciados relativos al tema (dentro de los componentes políticos).

      A su vez, cada uno de éstos contiene subcomponentes que lo describen. El componente simbólico es el de mayor densidad de contenido enunciativo, y en él se integran la ubicación de la ideología (pensamiento, lenguaje y signos característicos), los sujetos, la función y la estructura cognitiva, junto con la posición de lo ideológico; cada uno de esos subcomponentes tiene, a su vez, diversas variables que permiten su reconocimiento. El componente de políticas está integrado por dos subcomponentes: asunto o materia (donde se inserta la valencia) y ubicación –en el espectro entre la izquierda y la derecha–.

      1. El componente simbólico

      Es uno de los factores más fuertes de la ideología, que permite lograr diferenciación sustancial entre los actores políticos. El elemento simbólico puede incluso ser un nombre alternativo del propio partido para que sea comprendido rápidamente, según cómo se lo llame o se lo conozca localmente (conservador, renovador, unionista, liberal, radical, revolucionario, federal, etc.). También es importante reconocer que, en contextos en que la política es altamente personalizada, las personas pueden comprender las categorías ideológicas a través de caracteres políticos individuales asociados a fuertes personalidades, más que a caracteres institucionales partidarios, como ocurre frecuentemente en gran parte de América Latina (Zechmeister, 2006: 153-154). Un claro ejemplo, el “chavismo”, con Hugo Chávez.

      El componente simbólico puede ser medido a partir de algunos subcomponentes y sus dimensiones constitutivas, que pueden resultar operativas a partir de una serie de atributos. Se considera preferentemente la compilación propuesta por Gerring (1997: 966-979), a la que se agregan y complementan los aportes de una larga lista de autores. Debe aclararse que de ese listado son seleccionados algunos elementos que pueden ser operacionables, mientras que otros subcomponentes son desestimados porque provienen de posturas teóricas que plantean consideraciones a favor o en contra de las ideologías, desestimadas para este estudio. Lo que se busca aquí es determinar qué elemento constituye un discurso ideológico propiamente dicho y no estar a favor o en contra de la propia ideología. Por ello, un discurso ideológico, sea desde el componente simbólico o desde otros de los dos componentes complementarios, debiera manifestar algunos de los subcomponentes que lo definen, y que a continuación se presentan.

      1.1. Ubicación de la ideología

      1.1.1. El pensamiento político. El pensamiento político se expresa a través de ideas, creencias, valores, principios o ideales que usa frecuentemente el discurso ideológico. En este sentido, la ideología es diferente de la filosofía política, por lo que no está aislada de los dilemas políticos del mundo real.

      Muchos autores entienden la ideología como un conjunto de prácticas con actores que “hacen” más que “creen”. En ese hacer, hay guías claras que definen, básicamente, valores o principios centrales. El politólogo canadiense David Easton, en su clásico libro A Systems Analysis of Political Life de 1965, sostiene que las ideologías son interpretaciones y principios éticos explícitos y elaborados que definen los objetivos, la organización y los límites de la vida política.

      El pensamiento político se entiende desde lo que Sigal y Verón (2003) explican al hablar de ideología como enunciado, en su dimensión sustantiva: comprende aquellos argumentos donde se hace manifiesta la opción política, el lugar donde se explicitan los pensamientos, más allá de que después las acciones o nuevas enunciaciones desmientan esta posición –y allí es donde los autores llaman a analizar la “dimensión ideológica”, es decir, la ideología como adjetivo–.

tabla1

      Las ideologías tienen un función mítica, muy similar en alguna instancia a la propia definición del mito “como un sistema de creencias coherente y completo” (Girardet, 1999: 11). “Una ideología es una doctrina acerca de cuál es el modo correcto o ideal de organizar una sociedad y conducir la política, basada en consideraciones más amplias sobre la naturaleza de la vida humana y el conocimiento. El aspecto relacionado con la orientación de la acción de tales doctrinas se deriva del hecho de que éstas afirman establecer aquello que es políticamente verdadero y correcto y, de esta manera, dan lugar a imperativos que en su esencia son morales”, sostiene Barbara Goodwin (1993). Ello es muy importante si se acerca el pensamiento ideológico a los valores. La configuración de valores indica una preferencia operacional con importantes memorias y pautas de reacción emocional en los individuos que lo sostienen.

      Es imposible comprender la función de un valor aislado, salvo en función del conjunto de valores que forman un todo pertinente. Para ello es importante no confundir las imágenes de los valores con los valores mismos, es decir no confundir lo que la gente dice que prefiere, con lo que efectivamente prefiere en los hechos. La otra confusión que debe evitarse es la de caer en la falacia mecanicista, en la que el comportamiento de un sistema puede pronosticarse sobre la base del comportamiento o la pauta de valores de algunas de sus partes (Deutsch, 1993). Los valores no pueden imponerse fácilmente por el predominio de una parte por sobre el todo.

      La identificación de valores en el trasfondo de las creencias o en los propios enunciados nos lleva a la ideología. Expresiones preñadas de un profundo sentido axiológico permiten encontrar el sentido de la creencia que mueve la acción, y esto ocurre en referencias morales y religiosas, pero no sólo en ellas. Este aspecto admite un desarrollo especial, útil para la identificación de la valencia de un discurso, y por ende, de ideología.

       Valores e ideología

      Los valores políticos suelen impregnar las ideologías, en la medida en que éstas expresan un sistema de pensamiento sobre la realidad, posicionándose sobre ella. Así, los valores pueden surgir del interior mismo de una ideología o, viceversa, una ideología se puede desarrollar a partir de ciertos valores, aunque no debe buscarse una necesaria correspondencia entre estos elementos.

      Las actitudes son un reflejo de los valores, consisten en “un estado mental de preparación, organizado mediante la experiencia que ofrece un influjo directivo o dinámico sobre las respuestas del individuo a cada uno de los objetos y situaciones con los que se relaciona” (Allport, citado por Gerardo Pastor Ramos, 1986: 40). El conocimiento del valor se capta por medio de la experiencia subjetiva y para que sea aceptado se requiere la atención dirigida al valor y una disposición favorable. El proceso de apropiación e internalización de los valores tiene múltiples influencias que van desde la exposición selectiva al cambio en la conducta.

      Según Luis Villorio (1997: 71-74), los valores políticos tienen cuatro características:

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