La visión teológica de Óscar Romero. Edgardo Antonio Colón Emeric

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La visión teológica de Óscar Romero - Edgardo Antonio Colón Emeric

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Gloria Dei, vivens pauper: “La gloria de Dios es el pobre que vive”. Este dicho es una adaptación de la frase de Ireneo de Lyon, Gloria Dei, vivens homo, “La gloria de Dios es el hombre que vive”. Volver a Romero es un acto de ressourcement desde los márgenes. Es el giro en el espíritu de que hablaba Péguy que va de la teología “menos profunda” de la neoescolástica latinoamericana a la “teología nueva” más profunda de Medellín. También es un retorno a las fuentes de las Escrituras, la liturgia y los padres de la iglesia motivados por el deseo de comprometerse con el mundo contemporáneo, que en América Latina significa el mundo de los pobres. Finalmente, este ressourcement tiene un componente revisionista. No es que los pozos patrísticos sean insuficientes, sino que el Espíritu que una vez los llenó sigue hoy activo, reponiendo los acuíferos antiguos y creando otros nuevos. Romero no es solo un buen ejemplo del ressourcement desde los márgenes; su recuperación de Ireneo de Lyon muestra que lo está poniendo en práctica de modo magistral.

      La intención detrás de reintroducir a Ireneo es doble. Primero, ubica la expresión Gloria Dei vivens pauper retomada por Romero dentro de un discurso cristiano diacrónico. El dicho de Ireneo tiene una historia, y entender esta historia nos ayuda a entender la versión de Romero. Segundo, y más importante aún, agrega credibilidad a la madurez de la iglesia latinoamericana en su desarrollo desde ser una iglesia reflejo hasta convertirse en una iglesia fuente. El arzobispo de San Salvador no está simplemente repitiendo las palabras del obispo de Lyon. Las reescribe para El Salvador. La teología de Romero es evidencia de que el mismo Espíritu que movió a Ireneo a actuar contra las herejías en Lyon está actuando en El Salvador predicando el mensaje apostólico de la vida.

      Una visión ireneana de Dios y la humanidad

      La popularidad de la fórmula de Ireneo es un fenómeno relativamente reciente.75 La frase no aparece en los manuales de teología que circularon durante la primera mitad del siglo XX. Hans Urs von Balthasar es uno de los primeros teólogos en usar esta frase. En The Glory of the Lord, von Balthasar interpreta la frase como una síntesis de la teología de Ireneo.76 En los años inmediatamente anteriores al Concilio Vaticano II la frase se utiliza como clave teológica para la doctrina de la creación (donde la realización humana y gloria divina convergen), la historia de la salvación (donde la culminación de lo humano se cumple en el Hijo y el Espíritu), la eclesiología (donde todos los cristianos son sacerdotes llamados a glorificar a Dios, viviendo para Dios) y la teología moral (en la cual la vida virtuosa glorifica a Dios). En ninguno de los escritos de este período se estudia la fórmula de Ireneo en su contexto original. Se aplica, no se analiza. No se menciona el aforismo de Ireneo en las versiones finales de los documentos del Concilio Vaticano II, pero estuvo presente en el proceso de redacción de estos mismos documentos. Por ejemplo, la frase aparece en los borradores de Gaudium et Spes y sabemos que alentó el desarrollo de un humanismo cristiano con énfasis cristocéntrico. La primera parte de la frase (Gloria enim Dei vivens homo) respalda la preocupación de la iglesia por los asuntos humanos porque la gloria de Dios está relacionada con la realización humana y, por extensión, con el desarrollo social. La segunda parte de la frase (Vitam autem hominis visio Dei) sostiene el humanismo cristiano al subrayar la novedad de la encarnación que hace posible la visión de Dios. Después del Concilio Vaticano II la frase de Ireneo es recogida por Pablo VI, Juan Pablo II, la Liturgia de las Horas y el Catecismo Católico.

      Volviendo a América Latina, la “Carta a los jesuitas de América Latina” de 1968 cita la primera parte de la frase de Ireneo como una orden teológica para la defensa de la dignidad y los derechos humanos.77 Los documentos de las conferencias del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) también recurren a Ireneo con un objetivo similar en mente. Hay referencias indirectas a él en las conferencias en Medellín (1968) y Puebla (1979),78 y hay referencias directas en Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007).79 En algunos casos, el homo está subrayado para enfatizar la dignidad humana; en otros se destaca el vivens para conectar la fe y la vida. El aforismo de Ireneo también aparece en los escritos de los teólogos de la liberación latinoamericanos. Por ejemplo, Pablo Richard lo usa para vincular el florecimiento humano con la gloria divina.80 La frase también aparece entre los teólogos latinos de los Estados Unidos. Alejandro García-Rivera recurre al lema de Ireneo como la pieza clave de su estética teológica.81 Miguel Díaz lo usa para darle peso teológico a la lucha de latinos y latinas por la dignidad básica.82 Nancy Pineda-Madrid hace un uso similar para las chicanas.83 Es de notar que ninguno de estos escritores se refiere a las palabras de Romero sobre la frase de Ireneo.

      El escándalo de la transfiguración

      Ireneo fue el primer padre de la iglesia que reflexionó sobre el misterio de la transfiguración.84 Según el obispo de Lyon, en el Monte Tabor Cristo revela la gloria de Dios y la gloria de lo humano. La manifestación de Dios a los confundidos discípulos afirma la dignidad de los seres humanss, quienes a pesar de ser de unas simples criaturas han recibido el más alto de los posibles llamados, a saber, a convertirse en hijos amados de Dios Padre. La visión de Ireneo del florecimiento humano y la realización final es profundamente teocéntrica. Esto queda claro en la versión completa del famoso dicho que Romero cita solo en forma abreviada: “La gloria de Dios es el ser humano que vive, pero la vida del ser humano es la visión de Dios”.85 La luz de la transfiguración da vida porque da a conocer al Padre en el rostro de Jesucristo. Hans Urs von Balthasar tituló su libro sobre Ireneo El escándalo de la encarnación. El obispo de Lyon predicó el escándalo de la encarnación contra aquellos que creían en la categorización jerárquica de la humanidad y condenaban la vida en la carne como algo que no debía ser salvado. La visión teológica del arzobispo de San Salvador se centra en el escándalo de la transfiguración. Esto puede parecer extraño. La transfiguración no es una fiesta importante en el cristianismo occidental o un tema importante en la teología latinoamericana. Sin embargo, El Salvador es un país dedicado al Cristo transfigurado, El Divino Salvador del Mundo, y la transfiguración, por lo tanto, no es solo una fiesta litúrgica sino también una celebración de la identidad nacional. A lo largo de la mayor parte de su historia esta celebración tuvo un signo patriótico y nacional. Pero se convirtió en un escándalo solo cuando Romero la leyó desde el mundo y la realidad de los pobres. Se convirtió en un obstáculo para las oligarquías cuyas políticas condenaba la vida de los pobres a la miseria y el abandono, y para todos aquellos que estaban comprometidos con el statu quo, cargado de injusticias y violencias. Para Romero, la transfiguración, así como la encarnación, es un acto donde Dios toma partido y lo hace en favor de los pobres. La gloria de Dios primero ilumina los rostros del campesino sin tierra, de la mujer del mercado y del niño hambriento. Cuando estos rostros contemplan a su Dios, se vuelven transparentes a su gloria y muestran el brillo de la iglesia al mundo.

      La visión teológica de Romero puede llamarse doxología de la cruz. La voz del Padre glorifica al Hijo y con él toda la carne humana, comenzando con la carne débil y desnutrida. En su homilía final sobre la transfiguración, predicada tres semanas antes de su muerte, Romero pregunta: “¿Con qué derecho nosotros hemos catalogado a hombres de primera clase y hombres de segunda clase, cuando en la teología del hombre solo hay una clase: la de los hijos de Dios?” (Homilías, 6: 346, 2/3/1980). Dios se da a conocer a sí mismo a través de la carne de Jesús, el siervo sufriente que tanto se esperaba, y sus amigos en el camino de la cruz. Este es el escándalo de la transfiguración. La gloria Dei del monte Tabor es más luminosa en el vivens pauper de El Salvador, y la vida y la esperanza para los pobres salvadoreños y los de toda la humanidad está en el Dios que se hizo pobre por ellos.

      ¿Qué tiene que ver Lyon con El Salvador? Existen sugerentes paralelos entre el siglo II y el XXI. Según John Behr, “Ireneo es par excellence el teólogo de la carne”.86 Ireneo es un buen aliado para aquellos que quieren discutir contra la excentricidad de la gracia. La salvación para Ireneo es algo que ocurre en la historia, incluso cuando su fin trasciende la historia. Ireneo también es un enemigo de las ideologías racistas

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