La visión teológica de Óscar Romero. Edgardo Antonio Colón Emeric

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La visión teológica de Óscar Romero - Edgardo Antonio Colón Emeric

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intelectuales que luchan contra el racismo.87 “En Ireneo”, dijo Eric Osborn, “Atenas y Jerusalén se encuentran en Patmos”.88 Análogamente, podemos decir que en Romero, Tabor y Roma se encuentran en El Salvador.

      Lo fructífero del encuentro entre Romero y los padres de la iglesia ha sido sugerido por diversos autores. Thomas Greenan Mulheron compara a Romero con Juan Crisóstomo.89 Claudia Marlene Rivera Navarrete también encuentra en Romero ecos de las enseñanzas proféticas de Gregorio de Nisa y de Basilio el Grande sobre la riqueza.90 Margaret Pfeil menciona a los padres en sus escritos sobre la teología de la transfiguración de Romero.91 Damian Zynda ofrece una lectura creativa de la vida de Romero desde la perspectiva de la espiritualidad de Ireneo.92 El presente libro amplía estas trayectorias. Aquí sugiero que Romero es como Ireneo, no porque repita al viejo apologista cristiano y defensor de la dignidad humana, sino porque los manantiales del cristianismo que regaron a Lyon brotaron de nuevo en San Salvador. En otras palabras, la relación entre los dos no es tanto genealógica como analógica y, de hecho, lo es una relación teologal. Ambos bebieron del mismo espíritu. Ireneo fue uno de los primeros padres griegos. Romero fue uno de los primeros padres de la iglesia latinoamericana. Su visión teológica es un signo del surgimiento del cristianismo en sur global; de esto que hemos llamado pasar de ser una iglesia reflejo a ser una iglesia fuente. Pero Romero no es solo una figura inspiradora para muchos hoy; es un maestro que desde El Salvador lo es para la iglesia universal. Es el doctor transfigurado, el doctor de los pobres. La esperanza para este estudio es que sus lectores (y su autor) queden cautivados por la doctrina de este humilde pastor e inspirados a pensar más claramente y actuar de manera más decisiva en solidaridad con los pobres.

      El plan de este libro

      La Fiesta de la Transfiguración se encuentra en el corazón de la vida cívica y religiosa salvadoreña. Por eso llama la atención que haya recibido poca atención de parte de los estudios sobre Romero o de las obras sobre cristología producidas en América Central. El tratamiento de Margaret Pfeil sobre el tema es la excepción más conspicua y significativa.93 Con este libro busco llenar este vacío, al menos en parte, al estudiar la visión teológica de Romero desde la perspectiva del monte Tabor y el dicho de Ireneo que sirve como clave teológica por su misterioso claroscuro: Gloria Dei, vivens pauper. La mayoría de los escritos sobre Romero tratan su versión del dicho de Ireneo como una frase concisa, que expresa solo una idea en un discurso. En contraste, sostengo que la frase Gloria Dei, vivens pauper es la clave interpretativa de su teología. La fórmula sintetiza la comprensión de Romero del evangelio, la salvación, de Cristo, de la iglesia y de la escatología. En este libro me propongo examinar cada uno de estos temas teológicos a la luz del escándalo de la transfiguración. En el capítulo 2 titulado “Micrófonos de Cristo” recorreremos la teología y práctica homilética de Romero.

      Él fue ante todo un pastor y por lo tanto prestar atención a su teología y su método teológico requiere considerar su predicación. El capítulo comienza señalando la ambigüedad de la inscripción Ipsum audite (A Él escuchen) grabada en la fachada de la Catedral de San Salvador. El púlpito de la catedral ha sido históricamente un signo de liberación y dominación. Las ambigüedades y contradicciones del Tabor salvadoreño trazaron los contornos de la predicación de Romero. Coloreo estas líneas con una presentación de su homilía más importante sobre la predicación, que pronunció el 27 de enero de 1980. La imagen que surge de este ejercicio se asemeja a un díptico con un panel dedicado a las Escrituras y el otro a los signos de los tiempos.

      La tarea de los predicadores es invitar a la congregación a unirse a una contemplación dirigida por el Espíritu de los eventos en la vida de la iglesia y el país a la luz de la Palabra. Cuando esta contemplación es fructífera, la iglesia se convierte en el micrófono de Cristo, que es el micrófono de Dios. Como micrófono de Cristo, Romero ha sido conocido como “la voz de los que no tienen voz”.94 ¿Significa esto que los pobres no tienen voz más que la de Romero?

      La parte final de este capítulo considera algunos de los problemas inherentes a la incidencia social del discurso a través de oradores privilegiados como Romero. Al examinar su uso de la distinción agustiniana entre la voz y la palabra, muestro que la predicación de Romero fue realmente fortalecedora de los pobres y que a partir de su práctica podemos nombrar criterios para probar la autenticidad de la predicación en nombre de ellos. Iluminado por el estudio de la homilía de Romero, el capítulo 3, “La transfiguración de El Salvador”, nos lleva a considerar su visión teológica de la salvación. Porque la historia de América Latina ha sido escrita con sangre y los teólogos latinoamericanos reflexionaron sobre la salvación oyendo la voz de la sangre y a ese clamor respondieron con una teología de la liberación. De allí que en este capítulo considero la visión de Romero de la liberación como transfiguración como su contribución al problema de la violencia en El Salvador; este se aborda en la carta pastoral Veo en la ciudad violencia y discordia, escrita por el arzobispo José Luis Escobar Alas en 2016. La carta habla de una pedagogía de la muerte que se ha transmitido desde el momento de la conquista hasta la actual guerra de pandillas.

      De hecho, la designación de la transfiguración como la fiesta principal de San Salvador tiene su origen en la victoria de Pedro de Alvarado sobre los cuscatlecos indígenas en 1524. La visión de Romero de la salvación como transfiguración hereda esta problemática y ofrece una solución. La parte principal del capítulo estudia nueve homilías que Romero predicó sobre la transfiguración entre 1946 y 1980. La imagen teológica que surge de este estudio puede compararse con un ícono que se constituye a partir de una variada gama de fuentes: las Escrituras, los doctores de la iglesia, la tradición magisterial y las prácticas litúrgicas de la iglesia salvadoreña. El resultado es un ícono salvadoreño distintivamente católico ortodoxo que invita a la contemplación y mueve a la acción. Quizás el rasgo más distintivo de este ícono de la transfiguración es su representación de los testigos que Jesús reunió en el monte Tabor como personas con una historia de violencia. Unirse a ellos para escuchar a Cristo es una manera de abandonar la pedagogía de la muerte presente en El Salvador y reorientar la agresividad natural de los seres humanos hacia una pedagogía de la vida. Para Romero, la transfiguración tiene el poder de energizar la violencia del amor, esta que puede construir una civilización de paz y reconciliación en el suelo ensangrentado de América Central.

      De la obra de salvación, dirigimos nuestra atención a la persona del Salvador. El capítulo “El rostro del divino salvador” considera la cristología de Romero. Comenzamos volviendo a la ambigüedad fundadora de la proclamación del evangelio en las Américas, representada por la multiplicidad de imágenes de Cristo en la catedral de San Salvador. El Cristo de aspecto español supuestamente donado por Carlos V y el Cristo de Colocho que el pueblo desfila cada 5 de agosto plantea muchas preguntas; yo me concentro en indagar quién es Cristo y cuáles son sus imágenes. Empiezo a responder estudiando la serie de sermones de Romero sobre el Divino Salvador en 1979. En esos Romero coloca la transfiguración de Cristo en el marco narrativo de los discursos del “pan de vida” de Juan 6. Completo el cuadro que surge de estos sermones al agregar el sabor que proviene de la celebración ritual del Divino Salvador. Al seguir el movimiento del Cristo Colocho en la procesión conocida como bajada, exploraremos las enseñanzas de Romero sobre la humillación de Cristo. Luego consideraremos la glorificación de Cristo dentro del marco ritual de su descubrimiento en la revelación del Cristo transfigurado. En el camino también estudiaremos la música que acompañó el descenso y ascenso del Divino Salvador. El contexto litúrgico de la teología latinoamericana ha sido pasado por alto por muchos teólogos, pero es crítico porque la ortodoxia, la ortopraxis y la doxología están vinculadas entre sí. Dentro de este movimiento parabólico, examinaremos las cuestiones de la encarnación de Cristo entre los pobres como el “Dios que suda en la calle”, su kénosis y su grito de abandono en la cruz. Veremos la apropiación que Romero hace del lema ignaciano Ad majorem Dei Gloriam (Para mayor gloria de Dios), y las epifanías de esta gloria en la historia de América Central. El capítulo termina con una meditación sobre el

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