La niñez del Perú en la mira: qué podemos aprender de los programas sociales. Enrique Vásquez H.

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La niñez del Perú en la mira: qué podemos aprender de los programas sociales - Enrique Vásquez H.

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intervenía en muchos niños de manera simultánea, pero había problemas: se perdía el foco de atención en el niño y este se centraba más en el rol de los padres. Baker-Henningham y López-Boo recomiendan que, si se tiene una mayoría de niños que pueden ser cuidados en su hogar, un centro como los de la primera modalidad no sería la mejor alternativa para ellos (Baker-Henningham & López-Boo, 2013, p. 32).

      Tanta complejidad que implica atender a la primera infancia también demanda disponibilidad y capacidad de uso de los recursos económicos, como se define en el cuarto elemento de esta dimensión: definición de los recursos. Al respecto, es válido hacer un análisis cuantitativo de lo que invierte cada país en la infancia de 0 a 5 años. Un estudio realizado por Alcázar y Sánchez, sobre la base de Araujo, López-Boo y Puyana (2013), evaluó esto para diversos programas, tanto de primera infancia como otros que beneficiaban a niños menores de 12 años. Lo destinado de manera específica a los primeros aún era proporcionalmente menor en comparación con programas de transferencias condicionadas o de alimentación (Alcázar & Sánchez, 2016, p. 32). Lo invertido por cada país en AEPI para el año 2010 se presenta en la figura 1.4.

      Figura 1.4 Gasto por niño atendido (0-5 años) en programas de cuidado infantil, 2010 (en US$, PPP)

      Fuente: Alcázar y Sánchez (2016); elaboración del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico.

      A partir de la información, se puede apreciar que, para el año 2010, el Perú se encontraba entre los cuatro países que invertían menos por cada niño atendido de la muestra. Cabe observar que en Chile se asignaba casi cuatro veces lo que el Perú invertía en primera infancia. Dos elementos marcarían la diferencia. Por un lado, la disponibilidad de recursos públicos del Gobierno de Chile data de una década previa al accionar en el Perú. Ello posibilitó diseñar y ejecutar políticas con mayor proceso de maduración institucional. Por otro lado, el sistema de información de identificación de beneficiarios y provisión de servicios en Chile evolucionó óptimamente, lo que permitió rentabilizar los recursos y, por tanto, impactar con rapidez. Con ello, el Gobierno siempre respaldó política y económicamente la inversión en primera infancia en Chile, de manera prioritaria.

      En general, el accionar nacional con el programa Cuna Más era bastante similar a lo que se pudo apreciar en experiencias internacionales. Se rescatan dos líneas de trabajo. Por un lado, la presencia de centros de atención que cuidaban a los niños durante el día y les permitían desarrollar sus habilidades cognitivas, con especial énfasis en zonas urbanas. Para que las personas encargadas de los centros desempeñen una labor adecuada, estas deben tener los incentivos para permanecer en el puesto, como ser remuneradas adecuadamente y ser reconocidas como servidoras del Estado (Sánchez, 2017, p. 98). Por otro lado, para zonas rurales, se implementaron visitas a los hogares y comunidades con el objetivo de instruir a los padres sobre cómo debe ser guiada la crianza para generar resultados positivos en los niños.

      1.3 Información, educación y capacitación

      El componente IEC del PNCM se ha evidenciado principalmente por los servicios de educación a los padres (o a la familia). Estos se enfocaban mayoritariamente en mejorar las condiciones de vida y una buena crianza de los menores. Cabe resaltar que este componente cobraba mayor relevancia cuando la modalidad de atención era la dirigida a los hogares en las zonas rurales. De esta manera, una de las propias intervenciones del programa es la provisión de información a los padres. Por otro lado, en las zonas urbanas, se puso mayor énfasis en la capacitación de los operadores. Los centros de atención intentaron brindar información especializada prioritariamente a los cuidadores, pues con ello se esperaba impactar buena parte del desarrollo de los niños.

      En un mundo ideal, la modalidad de las visitas debería hacerse de manera extensa e intensa, pues su beneficio es tangible, pero, considerando las dificultades que podrían darse en la movilización a los hogares, deben priorizarse las zonas rurales más pobres. Tanto en el Perú, con el Servicio de Acompañamiento Familiar del PNCM, como en Ecuador, con Creciendo con Nuestros Hijos (CNH), parte del Fondo de Desarrollo Infantil (FODI), se hacían una vez por semana, con una duración de una hora. En el caso del Perú, se daban orientaciones de cuidado y aprendizaje, con sesiones educativas individualizadas a cargo de una facilitadora, lo que iba acompañado de brindar sesiones de consejería grupal una vez al mes, a entre 10 y 20 familias (Sanabria, Nadramija, & Betalleuz, 2016, p. 32). En el caso de Ecuador, se exigía que el niño estuviera acompañado de su madre o quien fuera responsable de él y se buscaba «mejorar el comportamiento, las actitudes, los conocimientos y las prácticas de los padres hacia sus hijos» (Rosero, Pérez, & Sánchez, 2012, p. 296).

      De otra manera, se puede dar otro enfoque al concepto de las visitas. En Colombia, se buscaba atender a las familias no solo porque vivieran en una zona rural, sino por la importancia del contexto familiar en la crianza y la necesidad de fortalecer las habilidades parentales (Comisión Intersectorial de Primera Infancia, 2013, p. 66). Un punto importante en este componente es el contenido transmitido, como medidor de la calidad de las visitas. Este abarcaba los temas tratados, lo que quedaba en manos de la familia y muchas veces dependía del entorno. De hecho, cuando el visitador se acomodaba a la situación familiar y las necesidades de ellos (y no seguía los mismos lineamientos con todos), el proceso era más extenso, completo y exitoso (Schodt et al., 2015, pp. 12-13). Del mismo modo que con las madres cuidadoras, los servicios brindados por los encargados de las visitas serán mejores cuanto mejor preparados estén y mejor sea su actitud frente a la familia beneficiaria.

      Respecto a la cantidad de visitas, se afirma que, si se dan con mayor frecuencia, el efecto del programa sobre los niños es mayor, aunque no se ha establecido una cantidad óptima o mínima para estas (Nievar, Van Egeren, & Pollard, 2010, p. 503). Las modalidades de visita permiten una atención más personalizada, y se ha comprobado incluso que pueden tener mejores efectos a largo plazo (Rosero et al., 2012, pp. 297-298). En general, y de acuerdo con una evaluación del BID, se considera complicado medir con certeza el éxito de las atenciones y se plantea la necesidad de implementar instrumentos adicionales de evaluación, que tienen la desventaja de ser costosos (Schodt et al., 2015, p. 31).

      En términos generales, se puede concluir que las visitas a los hogares son beneficiosas para los usuarios, ya que buscan mejorar los métodos utilizados en la crianza de los niños. Al comparar el accionar en el Perú con la experiencia de Ecuador, resultó ser bastante similar. Más bien, lo que la iniciativa nacional debe buscar es tratar de llegar a una mayor cantidad de hogares rurales que, por su lejanía, son de difícil acceso, pero les urge ser atendidos. Sin embargo, para ampliar la cobertura en el mundo rural, se debe tomar muy en cuenta el pleno respeto de la diversidad cultural y lingüística de las diferentes regiones a las que se esperaría que Cuna Más amplíe su acción.

      1.4 La importancia de un sistema de seguimiento y monitoreo

      El seguimiento que se realice a las intervenciones de los AEPI es clave, pues determina si efectivamente los menores están siendo beneficiados en las distintas dimensiones del desarrollo cognitivo. A partir de ello, se pueden identificar las normas, procedimientos, actividades y metas que contribuyen, o no, al logro del objetivo de atender a la primera infancia.

      Todo seguimiento y monitoreo depende del sistema de información que la institución cree. Un sistema implica toda una suerte de reglas, procedimientos, recursos y personal especializado en supervisar cada eslabón de la cadena de prestación del servicio público. Desde esta perspectiva, Cuna Más creó un proceso ordenado y claro para la recopilación de los datos necesarios. En el Perú, se seguían tres fases: recojo y registro de información; seguimiento; y, finalmente, evaluación. Estas fases son análogas a los elementos de monitoreo y evaluación de impacto: recolección, procesamiento y análisis de la información. Lo recopilado incluía datos sobre los participantes y su desempeño, la participación de su familia (si era necesario),

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