El pueblo en movimiento. Gloria De La Fuente

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El pueblo en movimiento - Gloria De La Fuente

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reconstrucción democrática, y que simplemente se encontró con ellos, los descubrió, y se plantea libremente frente a ellos, y, en segundo lugar, vive en sociedades digitales donde todos los principios institucionales son sometidos a la interacción, a la subjetividad, a la intersubjetividad, a las relaciones, a los juicios de conveniencia, de bienestar y de felicidad, y no se aceptan por sí mismos.

      Creo que esos dos rasgos son extremadamente importantes y, por lo tanto, de ahí se puede desprender un tercero que tiene que ver con que hay muchas menos formulaciones ideológicas sobre lo que debe ser la sociedad, sobre lo que debe ser el futuro, sobre lo que somos y lo que podemos ser, que lo que tenían las anteriores generaciones. De alguna manera tienen que inventar sus propias normativas, valoraciones, orientaciones hacia el futuro; si hay algo que no existe es el clásico tema de los sociólogos, de la socialización, ¿han sido socializados a determinadas instituciones? No. Entonces, eso es, a mi juicio, de extrema importancia para analizar los comportamientos, lo van a definir no por la pertenencia a una determinada categoría sino por el tipo de interacciones que establezcan. Ahora, pensar que aquí se trata solamente de pulsiones, me parece reducir el tema generacional y el juvenil porque hay, por supuesto, pulsiones, emociones, incertidumbres, miedos, rabia porque no se cumplen las expectativas que le prometieron o porque no les gusta la vida que tienen. Hay todo eso, pero hay también implícitas orientaciones valorativas, normativas, imaginarios, solo que no se corresponden con las ideologías o visiones clásicas que tenían las generaciones anteriores.

      Para complementar esto, señalemos que el componente generacional de las movilizaciones es el que aporta fundamentalmente la retórica, la épica. Confieso que soy de los escépticos, en esta materia. No es lo que más me interesa en los movimientos, su retórica, su épica. Por ejemplo, nunca me interesó especialmente el contenido de los grafitis salvo desde un punto artístico. En el Mayo del 68, que me tocó vivir, eso de “seamos realistas, pidamos lo imposible”. Ahora el “Chile Despertó”, cuando la verdad es que Chile había despertado antes, si es que había despertado.

      Creo que, a veces esta retórica o épica obscurece el sentido que esos movimientos puedan tener porque no necesariamente da cuenta de contenido, sino que expresan casi exclusivamente las emociones y las pulsiones. En dos o tres palabras se trata de sintetizar cosas que son extremadamente complejas. Pero sin esa épica, hay que afirmarlo, no habría movimiento. Sin embargo, no es, a mi juicio, estudiando la retórica que uno puede dar cuenta del movimiento, lo que quiero decir es que sí hay una retórica en el estallido que se expresa en las murallas, en los rayados que se hacen a ciertos elementos patrimoniales que es aportado fundamentalmente por la dimensión generacional. Y que esta dimensión tiene necesariamente un componente narcisista y eso es lo que de alguna manera oscurece el sentido real de movimiento que va a abarcar muchas más complejas significaciones para la gente que se va a ir involucrando en ella, que no corresponden solo a la dimensión generacional. Otra de las cosas que me parece interesante es que, a diferencia de otros estallidos, en esta generación predomina una épica más dramática que exultante o triunfalista, la que puede resumirse en la frase “Hasta que valga la pena vivir”. Ello tiene que ver con los temas del dramatismo de vivir en una sociedad cuyo futuro de existencia es incierto.

       DMP: Entonces, ubicando esto en el contexto mismo de lo que ha sido el estallido social ¿cómo ha sido vivido el estallido social, es decir, las diferentes subjetividades, para tratar de poner el problema generacional en términos de estas subjetividades? Es decir, ¿cómo entra a propósito de la dimensión juvenil o generacional el tema de la subjetivización del estallido?

      MAG: Uno de los temas que ha sido fundamental no solo en los estudios sino también en las discusiones, ha sido el tema de la subjetividad. Es decir, cómo se vive o cómo las distintas personas viven el estallido y sus consecuencias, y tipos de subjetividad. Por supuesto las tipologías simplifican, porque tales subjetividades en los actores concretos se dan generalmente mezcladas y se transforman; tienden a estar presentes de distintas maneras en los diferentes actores, no son exclusivas unas de otras, aunque predominen en uno u otro actor. La primera, es vivir el momento como el gran momento de emancipación, de exaltación, y por eso, digamos, el balance que hace esta visión es “esto es lo mejor que me ha pasado y que le ha pasado al país”. La visión es enteramente positiva, la catarsis es vivida no solo como catarsis, sino como un proceso, “esto debiera ser la sociedad, lo que ha pasado es lo mejor y esto debiera seguir siendo así”. Hay ese aspecto de querer continuarlo permanentemente porque es el mejor momento de las vidas y de lo que le ha pasado al país. En el otro extremo están quienes han vivido o viven esto como simplemente una crisis y solo una crisis, negativa, que lo que ha hecho es destruir lo que se había avanzado en el país y anunciar un futuro pobre y complicado, es decir, uno podría tipificar de esta manera esta segunda visión “esto es lo peor que nos podría haber pasado, y ojalá esto se termine luego, aunque las consecuencias las vamos a tener que seguir pagando para adelante”. Entre medio están quienes aceptan que esto era necesario, que vale la pena, que debía haber ocurrido, pero que se manifiestan inciertos, temerosos, con preocupación sobre el futuro, sobre lo que va a pasar y sobre su propio futuro en la sociedad; es decir, hay un componente predominantemente positivo, pero manchado, marcado si se quiere, por la duda, la incertidumbre, el temor. Predomina entonces un aspecto positivo con una sospecha y temor. Y la cuarta manera de haber vivido esto es hacer predominar el elemento negativo, finalmente esto es una cosa muy preocupante que no va a dar buenos resultados, pero que parece que era necesario, la frase es “yo estoy de acuerdo con las demandas, pero no estoy de acuerdo con el cariz que las cosas están tomando”, donde lo principal, lo que predomina, es el componente más bien negativo, temeroso, de incertidumbre, aunque se reconozca, por decirlo así, la legitimidad de origen de las movilizaciones o de las causas que las provocaron. Por supuesto que, como decía, estas distintas dimensiones atraviesan a los vivires de los distintos actores y muchos actores pueden pasar, por decirlo así, de una subjetivación a otra sobre todo entre las subjetividades que pueden considerarse intermedias. Lo que quiero decir con esto es que el elemento de aquella subjetividad enteramente positiva, o básicamente positiva, que ve en esto el momento de emancipación, de liberación, de realizar lo que uno quiere y cómo quisiera que se viviera la sociedad del futuro es la subjetividad predominante en los jóvenes y en lo que llamamos la generación del estallido, y es además una subjetividad que tiende a no dialogar con las otras, no logra entender por qué el temor, la incertidumbre cuando esto es un momento de liberación o, visualiza que la gente que no piensa como ellos son los que quieren mantener las cosas tal cual están y no quieren hacer transformaciones, y, por lo tanto, pasan a ser el adversario, el enemigo. Por otro lado, la subjetividad llamémosle más reactiva, más negativa frente a lo que ha pasado lleva a ver a la primera como causante de los males y es absolutamente inconsciente e impune frente a la violencia que ellos mismos pueden haber desatado. Y así se produce una polarización muy grande en la sociedad a partir de estas subjetividades. Y esta polarización es menos ideológica que lo que han sido las polarizaciones en otras épocas o en otros momentos aun cuando por supuesto hay componentes ideológicos. Así, uno de los temas que se plantean, como dijimos anteriormente, es precisamente que aquí puede estar naciendo —y estoy exagerando el lenguaje sociológico—, un nuevo tipo de clivaje en una sociedad en la que ya hay múltiples clivajes. Aquí se produce un clivaje mucho más complejo en el cual la dimensión generacional es muy importante, es decir, el componente generacional pasa a ser quizás un antes de un clivaje. Todo eso, es una mera hipótesis y hay que irlo reflexionando más en el futuro. Aquí queda planteado el problema de las posibilidades de encuentro, de diálogo, entre estas diversas subjetividades de la cual la dimensión generacional expresa el polo que lo vive como un momento de emancipación y exaltación que debe perdurar y que todo lo que se haga contra eso significa reprimir y negociar, es una regresión que va a provocar una sustracción y probablemente respuestas permanentes de nuevas formas de estallido en la medida que no se produzca este diálogo entre estas subjetividades.

      Más allá de estas subjetividades del estallido, hay también el modo cómo se vivan los procesos que buscan resolver políticamente la crisis, especialmente el proceso constituyente, porque para unos, puede ser un momento crucial en la resolución de uno de los conflictos centrales actuales,

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