El pueblo en movimiento. Gloria De La Fuente

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El pueblo en movimiento - Gloria De La Fuente

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en algunas acciones de las barras bravas, hay una confusión entre estos distintos tipos de violencia y una complicidad tácita como hemos dicho al menos entre las dos últimas. Pero, lo que uno no puede dejar de plantear es que no va a haber deslegitimación total de la violencia mientras no se recupere un espacio de legitimidad de la política en el cual se pueda entender que la sociedad va a cambiar. Y esto obliga a los actores responsables a ser activos en precisamente buscar aquellas formas que produzcan y que aseguren cambios estructurales, aunque sus frutos no se vean de inmediato, pero que muestren una dirección diferente de la sociedad. Es en eso en lo que se puede contribuir a que se aísle enteramente la primera violencia, se haga innecesaria para quienes piensan que es necesaria la segunda, y se elimine la tercera forma de violencia, sencillamente porque se siente que se está empezando a vivir en un país que va hacia el fin de la violencia institucionalizada y simbólica.

       DMP: El creciente malestar de los jóvenes —no olvidar el mochilazo 2001, pingüinazo 2006, movimiento estudiantil 2011, evasión al metro 2019 y boicot a la PSU 2020— del cual hemos hablado durante esta conversación muestra a los jóvenes como un actor social de continuidad en la búsqueda de cambio social.

      MAG: Hemos vivido y estamos viviendo una de las más profundas crisis, momento de transformación posible, coyuntura fundamental de la historia chilena, depende como quiera llamársele. Aquí se ha removido el piso en todos los ámbitos y eso ha sido reconocido por todos, incluso por los grandes empresarios que han dicho que todo lo que hacen de alguna manera está siendo cuestionado. Hoy día dicen menos eso, pero al comienzo lo dijeron, hubo empresarios que cambiaron o teóricamente anunciaron el cambio de la estructura tradicional de remuneraciones que tenían hasta ahora, por nombrar un aspecto. Por otro lado, uno puede pensar y no sé si lo mencioné ya, que la movilizaciones que siguen un camino aparte, pero que entran dentro de esta, por ejemplo, contra la PSU, apuntan no solo al tema de terminar con la selección universitaria, es decir, por un principio de incorporación universal a las universidades sin selección, sino que también cuestionan la forma, las instituciones universitarias propiamente tales, es decir, aquí se ha removido el piso de la sociedad y lo que se trata es cómo se va recomponiendo este piso a partir de mínimos éticos. Cuando se producen, en general los grandes estallidos en las sociedades contemporáneas provienen de los sectores jóvenes, así mismo las revoluciones (piénsese en la Revolución cubana, por citar solo un ejemplo). En general, fueron hechas todas ellas por sectores que tenían alrededor de 30 años. Eran sectores jóvenes y transformaron la sociedad. Por supuesto, esto se va después mezclando con otros grupos y con otros sectores etarios, de modo que, si pensamos en esto, lo primero que hay que decir es que, por lo pronto, estos estallidos, y en el caso chileno este estallido, no es solo un fenómeno juvenil puesto que inicia y plantea un proceso de transformación del conjunto de la sociedad. Y entonces no queda preso de lo que se llamaría las características, los rasgos, las pulsiones juveniles, como algunos erróneamente han señalado. El desencadenador es un actor tan diverso como la juventud y que tiene, por supuesto, rasgos psicobiológicos y psicosociales que son muy claves pero el proceso, el movimiento que se desencadena, no es solamente juvenil, sino que es del conjunto de la sociedad. Eso pasó, por ejemplo, también con el Mayo del 68 francés. Entonces, estas características o rasgos propiamente de la juventud de determinado momento se van redefiniendo y van perdiendo importancia en la medida que se va incorporando todo ello en un proceso más amplio que, como dijimos, incluye a toda la sociedad.

       GDF: Pero ¿cuáles serían los rasgos propiamente juveniles del estallido?

      MAG: Más que hablar de los jóvenes, hay que introducir un término que yo creo que es clave: el concepto de generación. Estamos hablando no solo de una juventud, de rasgos etarios, sino de la pertenencia a una generación. En general los estallidos y las grandes trasformaciones son realizadas por generaciones de ciertos rangos etarios y con ciertos rasgos culturales, y se habla de la generación del 68 y los “sesentayocheros” en Francia para referirse a Mayo del 68. Yo pertenezco a una generación, cuyos rasgos constitutivos en lo social —no estoy hablando ahora de los rasgos psicológicos—, tienen que ver con la transformación del Chile de los 60 por la vía de la reforma agraria, básicamente, el proceso de vía chilena al socialismo o de la Unidad Popular y, sobre todo, con la lucha contra la dictadura. Somos la generación de la lucha contra la dictadura y que vive los procesos más importantes de transición a la democracia, estamos marcados por eso. Y entonces, yo creo que es pertinente hoy día hablar de la generación del estallido, estamos en presencia de la generación del estallido. Esto habrá que comprobarlo en el futuro, pero la gente que ha vivido, que ha experimentado el estallido, que ha ido a sus distintas manifestaciones, obviamente va a sentirse relacionada con él en el futuro de sus vidas, va a referir su vida de alguna manera, su vida social, a lo que fue esa experiencia por lo profunda que ha sido.

      Ahora, si uno quisiera resumir muy brevemente los rasgos de esta generación diría, en primer lugar, que se trata de distintos sectores etarios que tienen en común, en el caso chileno, el no haber vivido la dictadura ni, en general, los procesos inmediatos de la transición, por lo menos en una edad más allá de la infancia. ¿Y eso qué significa? Eso significa que no han experimentado la violencia de la dictadura más allá de lo que les hayan dicho sus padres o abuelos, y la memoria (eso sí, memoria es lo que uno les dice pero sobre todo memoria es lo que uno ha vivido, memoria operativa, digamos), lo que ellos han experimentado es una sociedad que entienden que de alguna manera está heredada, que es la sociedad que implantó la dictadura pese a que sus padres y otras generaciones hayan intentado realizar transformaciones y puede ocurrir entonces que no les gusta esa sociedad, o que quieren reclamar y no sienten frente a ello los problemas, las trabas, si se quiere decir, los traumas que tienen los que vivieron la dictadura, y, por lo tanto, hay la posibilidad de pensar que todo es posible de cambiar. La inhibición propia de las generaciones mayores, no la tiene esta. Así, por un lado, es una generación que no vivió la dictadura militar y que si bien tiene una referencia básicamente negativa frente a ella, no es la cuestión de la dictadura misma, sino que la ve a través de la sociedad que recibe y, por supuesto, no ve ahí la dictadura, lo que ve es la obra de sus padres o, digamos, de la generación de la dictadura y la generación de la transición, ve esa obra, y esa obra puede no gustarle y entonces, reacciona contra eso sin la inhibición de que con eso le estaría haciendo el juego a los que fueron favorables a la dictadura. Yo creo que ese es un primer aspecto de extrema importancia como rasgo generacional.

      Por otro lado, hay un segundo rasgo de esta juventud y generación del estallido, de la explosión social, que tiene que ver con el tipo de sociedad en que vive, y se trata de lo que se puede llamar la sociedad digital, la sociedad red, la sociedad postindustrial globalizada. Toda esta generación nació y fue formada en el mundo digital, de las redes, de internet y eso genera algunos rasgos que son, a mi juicio, claves, que tienen que ver con la importancia de la comunicación en que lo significativo es que yo me expreso y la respuesta del otro importa menos que lo que yo tengo que decir y sobre todo, cierto principio de horizontalidad que se opone a toda jerarquía y, de cierto modo, también a toda autoridad. Puede aceptarla, pero no es parte de su ADN como generación, como lo fue la nuestra en que no cuestionábamos la existencia misma de determinadas instituciones y sino, que buscábamos modificarlas. Y, entonces, a partir de ese principio de horizontalidad lo que hay es un cuestionamiento de las instituciones, no se aceptan por sí mismas, tiene que legitimarse o comprobar para qué sirven, para qué me sirve, no valen por sí mismas. Y esto se puede ver, en la manera como estas generaciones han replanteado totalmente las instituciones, principalmente las instituciones educativas, por sí mismas, pero también la redefinición de las instituciones, por ejemplo, que rigen la convivencia, el amor, etc., como el matrimonio o la familia. Hay una ética, si ustedes quieren, o moral, distinta, que ya no está dada por las convenciones, no está dada por la tradición, por la religión o la convicción como principio fundante, sino que está dada por la interacción. Se trata de una moral, de una ética, intersubjetiva, la vamos creando, vamos creando lo que es bueno, lo que es malo, lo vamos creando entre los que enfrentamos el mismo desafío o el mismo problema, y de nuevo la experiencia respecto de los matrimonios o la familia es una expresión de eso. Entonces, ese es un segundo rasgo que yo creo que es

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