Una historia popular del fútbol. Mickaël Correia
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El «primer puesto en el corazón del pueblo»
Como la iglesia era, junto con el pub, uno de los espacios de sociabilidad privilegiados donde cada domingo se daba cita la clase trabajadora, el clero empieza a considerar el fútbol como un instrumento idóneo para combatir la decadencia de toda una juventud obrera sumida en la depravación. En cuanto la «semana inglesa» se generaliza en las fábricas, los clergymen organizan equipos de fútbol locales que cada sábado por la tarde congregan a cada vez más trabajadores sobre el césped de la casa parroquial. En los años 1880, uno de cada cuatro clubes de fútbol de Liverpool y Birmingham había nacido en una parroquia.91 Y numerosos clubes que todavía hoy siguen brillando en el campeonato inglés son de origen eclesiástico. En 1874, la Birmingham Bible Class funda el club Aston Villa. El equipo de fútbol de la Christ Church Sunday School, creado por sacerdotes y profesores anglicanos, dará lugar a los Bolton Wanderers en 1877. Por su parte, el Everton Football Club de Liverpool fue fundado en 1878 por los feligreses de la iglesia metodista de Santo Domingo.
El paternalismo patronal se encuentra entonces en pleno apogeo, y los mandamases de la industria procuran tomar las riendas de los pasatiempos obreros. La práctica del fútbol es considerada por los dirigentes de las empresas como una herramienta a la vez capaz de mejorar la forma física de los obreros, de azuzar la competitividad entre los trabajadores y de distraer a la working class de cualquier posible veleidad contestataria. Es el caso, por ejemplo, de Arnold F. Hills, antiguo alumno de la public school de Harrow, y propietario por herencia paterna de uno de los principales astilleros de Londres, The Thames Ironworks and Shipbuilding Company. Enfrentado al filo de los años 1890 a importantes movimientos de huelga y a la consolidación del movimiento sindical dentro de su empresa, este reputado exfutbolista crea en 1895 el Thames Ironworks Football Club con el objetivo expreso de tender puentes entre obreros y dirigentes en la compañía. «Nuestro club debe reunir a los trabajadores de cualquier condición en el seno de una misma comunidad», explica él mismo.92 Aunque pronto el equipo recibe el apodo de «The Hammers», refiriéndose a los martillos de los forjadores del astillero, el comité de dirección del club está formado exclusivamente por gentlemen. En 1900 el club tomará el nombre de West Ham United, y se convertirá, pasado el tiempo, en uno de los equipos estrella del campeonato inglés. Bajo el patronazgo de los dirigentes industriales surgen otros muchos clubes obreros. La compañía ferroviaria Lancashire & Yorkshire Railway lanza en 1878 su propio equipo obrero de fútbol, que después pasará a manos de un rico productor de cerveza, John Henry Davies, quien lo salvará de la ruina económica y lo rebautizará como Manchester United en 1902. Por su parte, el equipo de fútbol del Royal Arsenal de Woolwich, en el sudeste de Londres, se funda en 1886 por iniciativa de los obreros de la industria armamentística. Bautizado como el Dial Square FC, por el nombre de sus talleres, el club toma el apelativo de Arsenal en 1891.
Trabajadores textiles de Mánchester, metalúrgicos de Birmingham, estibadores del puerto de Liverpool o mineros de Yorkshire… En el seno de su parroquia o de su empresa, todos practican el fútbol en sus horas libres del sábado por la tarde. Pero los consejos de administración de los clubes están en manos de eclesiásticos y de gentlemen que no dudan en sancionar a los jugadores cuando consideran que su vida privada es excesivamente disoluta o proclive a la subversión sindicalista. De este modo, la popularización del fútbol conlleva una enorme contradicción social: el esférico se convierte en un rasgo fundamental de la cultura de clase obrera, y al mismo tiempo su democratización es sinónimo de pacificación social y de paternalismo, corriendo el riesgo de convertirse en un «instrumento de control del mundo del trabajo por parte de la burguesía».93
Otros factores inherentes a la industrialización de Inglaterra también van a contribuir a popularizar el fútbol entre la working class. En los barrios populares de las ciudades industriales se multiplican los pubs, que se convierten en el crisol donde se forjan numerosos equipos de fútbol, reforzando los lazos de vecindad y de solidaridad obreras. Sirven tanto de vestuario como de espacio donde preparar los encuentros, celebrar las victorias o lamentar las derrotas, y también donde tomar un trago antes y después del partido. La trastienda se usa para las reuniones, la organización de apuestas deportivas o como almacén donde guardar el material futbolístico. En ocasiones el encargado del bar puede poner a disposición del equipo un terreno donde jugar los partidos o incluso patrocinar modestamente a los clubes obreros.94
A partir de los años 1880, los periódicos locales, las grandes ediciones nacionales como The Daily Telegraph (fundado en 1855) y las primeras revistas deportivas como Bell’s Life in London (que comenzó a publicarse en 1822) empiezan a cubrir el fútbol con una minuciosidad cada vez mayor, ahora que los resultados de los campeonatos regionales y nacionales pueden transmitirse rápidamente a la redacción gracias a la creciente eficacia de los servicios telegráficos. El desarrollo de los transportes públicos urbanos como el tranvía permite a los amantes del balón abandonar sus barrios para jugar en los parques municipales y en las primeras instalaciones deportivas públicas. Por su parte, las compañías ferroviarias hacen ofertas especiales en los billetes de tren, a fin de permitir a los obreros viajar por el país para asistir a los partidos de su club favorito. Ahora, cada vez que la final de la Copa de Inglaterra se juega en Londres, miles de obreros se desplazan a la capital:
Cuentan que durante una final de la Copa entre el Manchester United y el Bristol City, circularon durante toda la noche trenes atestados en dirección al sur para depositar en Londres cargamentos de obreros de Lancashire y de Yorkshire desde primera hora de la madrugada. Se precipitaban, tumultuosos y triunfantes, a través de las calles de la capital. […] Todos llevaban gorras de tela gris y lucían los colores de su equipo; eran hombres de baja estatura, con un rostro a la vez bondadoso y ordinario.95
Durante los campeonatos los estadios se llenan cada vez más: 45 000 espectadores asisten a la final de la Copa de Inglaterra en 1893, y en 1913 serán ya 120 000. La primera edición de la Football League —el campeonato inglés de fútbol—, en 1888-1889, contabiliza un total de 602 000 espectadores. Siete años más tarde se habrán convertido en unos dos millones.96
En tan solo treinta años desde su codificación como deporte moderno en 1863, el fútbol se ha convertido en una pasión popular, en una «religión laica del proletariado británico», en palabras de Eric Hobsbawm, con su iglesia —el club—, su lugar de culto —el estadio— y sus feligreses —los aficionados—.97 «El interés por el fútbol se ha hecho tan grande que ya no podemos seguir considerando el críquet como nuestro “deporte nacional” en el sentido estricto del término —escribe el jugador de críquet y futbolista Charles Burgess Fry en 1895—. Ahora el fútbol se ha ganado el primer puesto en el corazón del pueblo».98 Giro histórico sorprendente: mientras que las comunidades rurales preindustriales se ven despojadas por la burguesía agraria de sus juegos populares de folk football, la clase obrera se apasiona por el esférico, reservado en un primer momento a la élite industrial.
Pase decisivo