Una historia popular del fútbol. Mickaël Correia
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La práctica de juegos físicos codificados se vuelve prácticamente obligatoria en la totalidad de las public schools —a partir de 1853 el Marlborough College las incluirá en su programa académico—77 y se consagran específicamente profesores para ello. En Eton se estipula que «todo alumno de esta casa que no juegue al fútbol una vez al día y dos veces durante los medios días de vacaciones, pagará una multa de media corona y será castigado a recibir puntapiés».78 En algunas escuelas será requisito obligatorio haber sido educador físico para aspirar al cargo de director.79 Hely Hutchinson Almond, seguidor de los Muscular Christians y director de la Loretto School de 1862 a 1903, afirma por su parte haber descubierto en el fútbol y el críquet un conjunto de prácticas indispensables para la formación en la competitividad económica de las futuras clases dominantes. «Los deportes en los que el esfuerzo común de todos conduce a la victoria y en los que se cultivan el valor y la resistencia constituyen la piedra angular del sistema educativo de las public schools», escribe.80
Máquinas bien engrasadas
Desde finales de los años 1840, los partidos de fútbol salen del ámbito de las public schools gracias a la creación, por iniciativa de antiguos alumnos ahora convertidos en estudiantes de universidad, de los primeros clubes universitarios. La ampliación de la red ferroviaria británica supone la multiplicación de los partidos entre equipos universitarios o entre public schools y permite organizar las primeras competiciones a nivel regional. Pero a cada partido, la inextricable diversidad de las reglas de juego de cada establecimiento termina por frenar la ambición de estos encuentros en torno al esférico… En 1848, catorce antiguos alumnos de Harrow, Eton, Rugby, Winchester y Shrewsbury se reúnen durante una tarde en la Universidad de Cambridge, en un sencillo cuarto de estudiante, y se afanan en unificar las reglas del juego del fútbol:
La confusión resultante era tremenda, porque cada uno jugaba según las reglas de su public school —rememora uno de los protagonistas de este encuentro—. Recuerdo a un [futbolista] de Eton reprendiendo a un antiguo alumno de Rugby respecto a la posibilidad de coger el balón con la mano. […] Cada uno trajo una copia de sus reglas del juego, o se las sabía de memoria, y nuestros avances en la unificación de las nuevas normas fueron laboriosos. […] Nuestra reunión no tocó a su fin hasta pasada la medianoche.81
Esta primera normalización del fútbol, llamada «Reglas de Cambridge», orienta el juego hacia el dribbling game, suprimiendo la práctica del handling apreciada por los alumnos de Rugby, y democratiza considerablemente el fútbol a través de los campus universitarios del país. El primer club de fútbol, el Sheffield Football Club, fundado por los antiguos alumnos de la Sheffield Collegiate School, ve la luz en 1857. Lo siguen el Blackheath Club y el Forest Club, constituidos en 1858, y los Old Harrovians (los Antiguos Alumnos de Harrow), en 1859. El esférico continúa su normalización, y en 1862 un profesor de Uppingham propone un reglamento de diez normas titulado The simplest game.
Pero el nacimiento del fútbol moderno se produce realmente el 26 de octubre de 1863 en la Freemasons’ Tavern de Londres. Los delegados de once clubes de la capital y sus suburbios emprenden la tarea de estructurar administrativamente el fútbol y establecer sus reglas definitivas basándose en las de Cambridge. Ese mismo día se constituye oficialmente la Football Association, pero durante las sesiones siguientes se encienden enconadas discusiones sobre el uso de las manos o el mantenimiento de prácticas consideradas por algunos demasiado violentas. Dos meses más tarde, catorce artículos determinan tanto las dimensiones máximas del campo de juego como las reglas que rigen el saque inicial, el marcaje de un gol o los saques de banda. Aunque la prohibición del hacking (patada en la tibia) y del tripping (zancadilla) limita la brutalidad física en la cancha, el juego sigue siendo básicamente un fútbol rudo e individualista practicado por gentlemen partidarios del dicho «Si se te escapa el balón, que no se te escape el jugador». El fuera de juego se introduce en 1866 con el fin de fomentar los pases entre jugadores del mismo equipo, y en 1881 aparece en la codificación del juego la todopoderosa figura del árbitro, el hombre de negro —el color de los clergymen— encargado de hacer respetar sobre el terreno las reglas de la Football Association. Por su parte, el divorcio de los antiguos alumnos de Rugby, adeptos del handling, se consuma definitivamente, y estos últimos crearán la Rugby Football Union en 1871, primer paso en el camino hacia la fundación del rugby moderno. La codificación rigurosa de las reglas del juego, el nacimiento de los primeros clubes y la creación de una federación —la Football Association—, así como la organización de los primeros campeonatos, convierten al dribbling game en un verdadero deporte moderno, el football-association, así llamado para distinguirlo de su pariente cercano, el rugby-football.
Al igual que otros deportes que se normalizan en la misma época, como el críquet o el tenis, el football-association adopta los rasgos más significativos de la revolución industrial. Sus reglas uniformizadas permiten a un gran número de individuos reproducir un mismo corpus de prácticas corporales dentro de un marco espacio-temporal racionalizado. La especialización de los jugadores y de los puestos dentro del equipo reproduce la división del trabajo necesaria para la sociedad industrial. La organización del juego bajo la mirada del árbitro, figura tutelar que impone la ley, representa la disciplina y el sentido de la iniciativa necesarios para alcanzar una misma finalidad de producción: marcar goles.82 Por su parte, las primeras reseñas de partidos en la prensa toman prestado el vocabulario industrial para describir los encuentros: los equipos son «máquinas bien engrasadas», las piernas los jugadores son como «pistones» o se transmutan en «dinamos» que envían «golpes de maza».83
Si los juegos de folk football aspiraban a lograr la victoria a cualquier precio por todos los medios disponibles, la moral burguesa introduce en el fútbol y en los deportes modernos en general la ética del fair play. Legado directo del código de honor caballeresco que combinaba el arte de la guerra y el de la cortesía,84 el fair play es inherente a las sociedades aristocráticas, para las cuales, como describe el historiador Johan Huizinga en su ensayo sobre el juego, «solo se puede hablar de victoria cuando el honor del jefe sale enaltecido del combate», o cuando «el vencedor sabe demostrar moderación».85 La elegancia del gesto, el honor individual, el autocontrol y la compostura en el juego deben prevalecer sobre la victoria. El fair play, que preconiza a un tiempo el respeto de las reglas, del contrincante y del resultado final del partido, se convierte, con el nacimiento de los deportes modernos, en «un entrenamiento para el comportamiento moral en el campo de juego extrapolable al mundo en general».86 Tras haber despojado a las comunidades campesinas de sus juegos populares, las clases dominantes inglesas, al racionalizar el esférico para hacer de él un deporte moderno, convierten al fútbol en un instrumento pedagógico, pero también en una nueva forma de sociabilidad para gentlemen.
A partir de 1876, gracias a la unificación de las reglas realizada por la Football Association, aparecen los primeros campeonatos entre condados, que enfrentan a los clubes de antiguos alumnos de las public schools. La federación deportiva organiza a partir de 1871 la Football Association Cup —o Copa de Fútbol de Inglaterra—, que en la época reúne a quince clubes de gentlemen y cuyo reglamento establece en noventa minutos la duración del partido y en once el número de jugadores por equipo. Además, la red de clubes se va engrosando rápidamente: si en 1871 se contabilizaban cincuenta clubes afiliados a la Football Association, en 1888 son ya mil.87 Con el establecimiento de un calendario de partidos las competiciones se hacen regulares, y se instauran jerarquías entre jugadores y entre clubes, debido al registro de los resultados y a la aparición de las clasificaciones. El exuberante aristócrata lord Arthur Fitzgerald Kinnaird es la primera vedete futbolística de la época, y digno representante de los vientos que soplan sobre el espíritu de juego de la Football Association. Luciendo una imponente barba color caoba y pantalones de un blanco inmaculado, conduciendo a su entrenador a las competiciones a lomo de caballo, este antiguo alumno de Eton y de Cambridge convertido en director de banca es el arquetipo