Géneros y psicomotricidad. Mara Lesbegueris

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Géneros y psicomotricidad - Mara Lesbegueris

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tal vez por eso escribimos: “La escritura es lo desconocido. Antes de escribir no sabemos nada de lo que vamos a escribir” (Duras, 1994: 55).

      Combatir las imposturas

      Para escribir se necesita trascender la mecanización realista, desestabilizar los clichés habituales, los estereotipos, las imposturas. Hay que singularizar una sensación, subjetivar y tensar la palabra, autorizarse en un decir, hacer creíble un relato.

      Trabajar la palabra necesita reescrituras, retrocesos y revueltas. Escribir no es solo contar una historia, sino que implica asumir una posición que se toma sobre ella. No se trata de decir “la verdad” sino de recrear la realidad, de instituir “verdades provisorias” desde la fuerza de la propia mirada y escucha.

      La escritura no es una manera de explicar sino una forma de actuar y ponerse en acción.

      La palabra como gesto

      La riqueza de la vida se traduce por la riqueza de los gestos. Hay que aprender a considerar todo como un gesto: la longitud y la cesura de las frases, la puntuación, las respiraciones; también la elección de las palabras y la sucesión de los argumentos. (Nietzsche, 1844-1900)

      Los gestos sutiles son quizá una de las mayores fuerzas de la escritura. Son los detalles-gestos los que le dan estilo al cuerpo del texto. Se trata no solo de palabras-detalles, sino de gestos-detalles, es decir, de un campo de expresividad que integra una particular mirada. Mirar entre la visión y la ceguera, como expresaría Calméls. Mirar, mirarse… focalizando búsquedas y dejándose sorprender con las distracciones. Expresar inscribiendo. Mirar con insistencias y con fugas que encuentran una nueva forma de ritmar para cada palabra.

      Los gestos sutiles temporalizan las palabras. Hay que saber “dosificar el suspenso”, decía Roland Barthes (2011). Y en la sutileza las palabras pueden extenderse o encogerse, distanciarse o acercarse; pueden bordear los márgenes u ocupar el personaje principal del escenario textual.

      Los gestos-palabras, sutiles, dicen y no dicen, se muestran por ocultación, esconden para seducir al lector. Tal vez por eso Marcel Proust (1971: 16) dijera: “Los libros hermosos están escritos en una especie de lengua extranjera”.

      Soledad y mundo

      Escribir es un momento intenso de intimidad. ¿Un refugio silencioso? ¿Una soledad necesaria para la apertura al mundo? ¿La soledad con alas?

      Yo no sé de pájaros,

      no conozco la historia del fuego.

      Pero creo que mi soledad debería tener alas. (Pizarnik, 2001: 91)

      Cuando se escribe se está solo, pero necesitado de otros. A veces, profundamente acompañado por los otros-textos que se han leído y que han dejado marca en quien los leyó. Se escribe no solo sobre el mundo sino desde el mundo corporizado y para el encuentro con otros cuerpos.

      No es solo la escritura, lo escrito, también los gritos de las bestias de la noche, los de todos, los vuestros y los míos, los de los perros. Es la vulgaridad masificada, desesperante, de la sociedad. (Duras, 1994: 26)

      En el texto escrito converge, por lo tanto, la historia del escribiente con parte de la historia de la humanidad. ¿La escritura como agenciamiento colectivo de enunciación? ¿Huella? ¿Signo móvil? ¿Sombra de mi sombra que se va empequeñeciendo hasta desaparecer?

      No hay escritura que quede inmóvil. Una escritura está hecha justamente para entrar en otra escritura y perder en esa otra escritura parte de su origen, parte de su autor. Es decir, la huella perdió al autor. Quedó la huella. (Paín, 1997)

      Escribir nos exige el esfuerzo de estar a la escucha de lo que sentimos, pensamos y/o valoramos en el mundo.

      Herida y ausencia

      Trabajar una materia con fuerza, fabricar o combinar palabras no es siempre darles preciosidad estilística, caligrafía estética, brillo sintáctico y belleza barroca a lo semántico.

      Tampoco se trata del mito romántico que instala al escritor en un puro dolor, desgarramiento y/o desolación.

      Pero si no es desde donde algo me falta y me duele, ¿para qué escribir? ¿Escribir es el lenguaje del ausente? ¿Para escribir hay que ser más fuerte que lo que se escribe?

      La actividad creadora que requiere la producción de obras de arte tiene una función primordial en la constitución del sujeto, le permite poner a trabajar el dolor, darle una dimensión social, materializarlo… El objeto creado surge como resultado de una búsqueda, de una práctica en lucha contra el dolor y la alienación. (Calméls, 2013)

      Se escribe y se lucha, entonces, con los aspectos saludables, con los que uno cuenta…

      No forzosamente el escritor cuenta con una salud de hierro (se produciría en este caso la misma ambigüedad que con el atletismo), pero goza de una irresistible salud pequeñita producto de lo que ha visto y oído de las cosas demasiado grandes para él, demasiado fuertes para él, irrespirables, cuya sucesión le agota, y que le otorgan no obstante unos devenires que una salud de hierro y dominante haría imposibles… De lo que ha visto y oído, el escritor regresa con los ojos llorosos y los tímpanos perforados. (Deleuze, 2006: 14)

      Escribir es de algún modo conectarse con el dolor y transformarlo. Duelar las palabras que no encuentro, tramitar las heridas, trabajar con los miedos, las incertidumbres, las broncas y las inseguridades. Cicatrizar.

      Por eso escribir es arriesgarse, atreverse a decir, reinventarse corporalmente.

      Lengua y estilo

      Más que convención de la expresividad se trata de ser convincente con la expresividad de la palabra escrita. La lengua escrita, como sabemos, tradicional y arbitraria, instituye un orden social para el decir. Es el horizonte compartido por todos los hablantes. Los signos (palabras) se combinan conformando frases; sin embargo, eso solo no alcanza para constituirse como escritura. Escribir es lengua y estilo, texto y contexto.

      El estilo refiere al cuerpo del escrito y del escritor en cuanto “expresión de su mitología personal”, al decir de Barthes (2011: 18). El estilo lucha contra la lengua (aun estando implicado en ella). El discurso escrito supone más que reglas gramaticales. “Es a través de las palabras, entre las palabras, que se ve y que se escucha” (Deleuze, 2006: 9).

      ¿Habrá que distanciarse de la ley instituida para encontrar el estilo instituyente? ¿Al escribir hay que separarse del camino protector: directo y convencional?

      La dimensión discursiva se produce teniendo en cuenta su contexto de producción y de recepción –pero sin estar del todo sometido–; el estilo se torna subjetivo, creativo, revolucionario, “lengua extranjera” cuando se enlaza la creatividad con la sociedad.

      … invención de una nueva lengua dentro de la lengua mediante la creación de sintaxis. “La única manera de defender la lengua es atacarla…” Cada escritor está obligado a hacerse su propia lengua. (Deleuze, 2006: 17)

      El estilo, por su parte, expresa Calméls (2013), no está tanto en el talento sino en lo que falta y me sesga en su diferencia.

      Asimismo, el estilo nunca es absolutamente personal ya que, al materializarse, está fuera de y,

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