En palabras del Buddha. Bhikkhu Bodhi

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En palabras del Buddha - Bhikkhu Bodhi Clásicos

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ni tus hermanos, hermanas, amigos o compañeros, ni tus familiares, ni los dioses, ni ascetas o brahmanes, sino que solamente tú has hecho esta mala acción, y eres tú quien deberá recoger su fruto”».

      (AN 3:35; I 138-140)

      2. LAS TRIBULACIONES DE UNA VIDA IRREFLEXIVA

      (1) La flecha de la sensación dolorosa

      «Monjes, cuando a una persona común, sin instruir, le afecta una sensación dolorosa, se apena, se queja y se lamenta; llora golpeándose el pecho y se desespera. Esta persona siente dos sensaciones: una física y otra mental. Monjes, es como a un hombre al que le alcanza una flecha y después otra, de modo que sintiera las sensaciones de dos flechas. Así, también, cuando a una persona común, sin instruir, le afecta una sensación dolorosa, siente dos sensaciones: una física y otra mental.

      »Cuando le afecta aquella misma sensación dolorosa, siente aversión. Al sentir aversión por la sensación dolorosa, se desarrolla en él la tendencia a la aversión hacia la sensación dolorosa.5 Cuando le afecta una sensación dolorosa, busca placer sensual. ¿Por qué razón? Porque la persona común, sin instruir, no conoce otra salida de la sensación dolorosa aparte del placer sensual.6 Cuando disfruta del placer sensual, se desarrolla en él la tendencia al apego por la sensación placentera. No entiende tal y como son el origen, la desaparición, el disfrute, el peligro y la salida de las sensaciones.7 Al no entender el origen, la desaparición, el disfrute, el peligro y la salida de las sensaciones, se desarrolla en él la tendencia a la ignorancia con respecto a la sensación que no es ni dolorosa ni placentera.

      »Si siente una sensación placentera, la siente con apego. Si siente una sensación dolorosa, la siente con apego. Si siente una sensación ni dolorosa ni placentera, la siente con apego. Esto, monjes, es lo que se llama una persona común, sin instruir, que está apegada al nacimiento, al envejecimiento y a la muerte; que está apegada a la pena, al lamento, al dolor, a la frustración y a la tribulación; en una palabra: que está apegada al sufrimiento.

      »En cambio, monjes, cuando a un discípulo Noble e instruido le afecta una sensación dolorosa, no se apena, no se queja, no se lamenta; no llora golpeándose el pecho, no se desespera.8 Siente una sola sensación, que es física, no mental. Es como un hombre al que le alcanza una flecha, e inmediatamente después ya no le alcanzara una segunda flecha, de modo que el hombre sintiera solamente la sensación causada por la primera flecha. Así, también, cuando al discípulo noble e instruido le afecta una sensación dolorosa, siente una sola sensación, que es física, no mental.

      »Cuando le afecta aquella misma sensación dolorosa, no siente aversión. Al no sentir aversión por la sensación dolorosa, no se desarrolla en él la tendencia a la aversión hacia la sensación dolorosa. Cuando le afecta una sensación dolorosa, no busca placer sensual. ¿Por qué razón? Porque el discípulo Noble e instruido conoce una salida de la sensación dolorosa aparte del placer sensual. Cuando no disfruta del placer sensual, no se desarrolla en él la tendencia al apego por la sensación placentera. Conoce tal y como son el origen, la desaparición, el disfrute, el peligro y la salida de las sensaciones. Cuando conoce tal y como son el origen, la desaparición, el disfrute, el peligro y la salida de las sensaciones, no se desarrolla en él la tendencia a la ignorancia con respecto a la sensación que no es ni dolorosa ni placentera.

      »Si siente una sensación placentera, la siente sin apego. Si siente una sensación dolorosa, la siente sin apego. Si siente una sensación ni placentera ni dolorosa, la siente sin apego. Esto, monjes, es lo que se llama un discípulo Noble e instruido sin apego al nacimiento, al envejecimiento y a la muerte; sin apego a la pena, al lamento, al dolor, a la frustración y a la tribulación; en una palabra: sin apego al sufrimiento.

      »Esto es, monjes, lo que distingue, lo que separa, lo que hace diferente al discípulo Noble e instruido de la persona común y sin instruir».

      (SN 36: 6; IV 207-210)

      (2) Las vicisitudes de la vida

      «Estas ocho realidades mundanas, monjes, giran alrededor del mundo y a su vez el mundo gira alrededor de estas ocho realidades mundanas. ¿Qué ocho? El éxito y el fracaso, el deshonor y la fama, la crítica y el elogio, el placer y el dolor.

      »Monjes, el éxito y el fracaso, el deshonor y la fama, la crítica y el elogio, el placer y el dolor los experimenta una persona común y sin instruir.

      »Monjes, el éxito y el fracaso, el deshonor y la fama, la crítica y el elogio, el placer y el dolor también los experimenta un discípulo noble e instruido.

      »¿Cuál es, monjes, lo que distingue, lo que separa, lo que hace diferente al discípulo noble e instruido de la persona común y sin instruir?».

      «Venerable señor, nuestro conocimiento sobre estas cosas tiene sus raíces en el Bienaventurado; tiene al Bienaventurado como guía y refugio. Estaría bien, venerable señor, que el Bienaventurado aclarara el significado de sus palabras. Habiéndolas escuchado del Bienaventurado, los monjes las recordarán».

      «Escuchad, entonces, monjes, prestad cuidadosa atención y hablaré».

      «Sí, venerable señor», respondieron los monjes. El Bienaventurado dijo así:

      «Cuando una persona común y sin instruir experimenta éxito, no reflexiona así: “Este éxito que experimento es impermanente, insatisfactorio y de naturaleza transitoria”. No lo conoce tal y como es. Cuando experimenta fracaso … deshonor … fama … crítica … elogio … placer … dolor, no reflexiona así: “Este fracaso que experimento, este deshonor … esta fama … esta crítica … este elogio … este placer … este dolor es impermanente, insatisfactorio y de naturaleza transitoria”. No lo conoce tal y como es. El éxito se establece en su mente y se apodera de ella. El fracaso … el deshonor … la fama … la crítica … el elogio … el placer … el dolor se establece en su mente y se apodera de ella.

      »Cuando experimenta éxito, se entusiasma, y cuando experimenta fracaso, se enfada. Cuando experimenta fama, se entusiasma, y cuando experimenta deshonor, se enfada. Cuando experimenta elogio, se entusiasma, y cuando experimenta crítica, se enfada. Cuando experimenta placer, se entusiasma, y cuando experimenta dolor, se enfada. Implicándose de esta forma en lo que le gusta y en lo que le disgusta, no se liberará nunca del nacimiento, del envejecimiento y de la muerte, ni de la pena, del lamento, del dolor, de la frustración y de la tribulación; en una palabra, no se liberará del sufrimiento.

      »Sin embargo, monjes, cuando un discípulo Noble e instruido experimenta éxito, reflexiona así: “Este éxito que experimento es impermanente, insatisfactorio y de naturaleza transitoria”. Lo conoce tal y como es. Cuando experimenta fracaso … deshonor … fama … crítica …elogio …placer …dolor, reflexiona así: “Este fracaso que experimento, este deshonor …esta fama … esta crítica … este elogio …este placer …este dolor es impermanente, insatisfactorio y de naturaleza transitoria”. Lo conoce tal y como es. El éxito no se establece en su mente ni se apodera de ella. El fracaso … el deshonor … la fama … la crítica … el elogio … el placer … el dolor no se establece en su mente ni se apodera de ella.

      »Cuando experimenta éxito, no se entusiasma, y cuando experimenta fracaso, no se enfada. Cuando experimenta fama, no se entusiasma, y cuando experimenta deshonor, no se enfada. Cuando experimenta elogio, no se entusiasma, y cuando experimenta crítica, no se enfada. Cuando experimenta placer, no se entusiasma, y cuando experimenta dolor, no se enfada. No implicándose de este modo en lo que le gusta y en lo que le disgusta, se liberará del nacimiento, del envejecimiento, de la muerte,

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