Utopías inglesas del siglo XVIII. Lucas Margarit

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Utopías inglesas del siglo XVIII - Lucas Margarit Colección Mundos

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y traicionan, a los que plagian escritos, a los perjuros o delitos similares.(49) La gente, que se esperaba que tratase muy mal a este hombre, por el contrario, sintió piedad por él y deseó que quienes lo habían puesto en esa situación lo soltaran, expresando su apoyo con fuertes gritos y aclamaciones, hasta que fue liberado.

      Todo esto sucedió antes de mi primera visita a ese mundo, cuando arribé ya todo había terminado para este hombre, sus enemigos caídos en desgracia y expulsados, y él era más apreciado por sus conciudadanos de lo que había sido antes. Y, por el momento, no hay nada más que agregar sobre el hombre en la Luna.

      Después de llegar a un acuerdo en nuestro debate sobre la naturaleza y calidad [de los mundos], expresé mi deseo de que me mostrara algún mapa o diseño de su mundo. Me trajo un par de hermosos globos y de inmediato comenzó con una descripción geográfica del lugar. Me pareció algunos grados menor que nuestro globo terráqueo, pero con más tierra que agua, creí ver algo que parecía tener un clima similar al nuestro y observé un gran territorio al norte, cerca de la latitud 50 o 56.(50) Pregunté qué país era ese y me dijo que era uno de los mejores de su mundo y que me llevaría a conocerlo, pues no estaba lejos. Me dijo que el país podía considerarse bueno, saludable, productivo, con un excepcional emplazamiento para el comercio, bien provisto de puertos, vías fluviales y bahías para el embarque, extensamente habitado y con una población bien distribuida, por cuyas venas corría la sangre de todas las naciones de la Luna. También me dijo que los habitantes eran numerosos, y que eran la gente más extraña que conocía: tanto su naturaleza como sus temperamentos, cualidades, acciones y modos de vida contenían innumerables contradicciones. Eran los tontos más sabios y los sabios más tontos del mundo; los fuertes más débiles y los ricos más pobres, los codicioso con más generosidad y los cobardes más osados; eran los traidores más leales, los más disolutos sobrios, los ariscos más corteses, los diligentes más perezosos; eran, en fin, los agitadores más pacifistas y los leales más sedicioso que nación alguna haya conocido jamás.

      Realicé por mi cuenta observaciones que, como es comprensible, no podían informarme más que sobre la situación presente, la que –sin embargo– compartiré con ustedes con el cuidado y la concisión oportunos. Además, fui aleccionado por el anciano selenita respecto de todo lo que era materia histórica o considerada excepcional. En primer lugar, me informó que en este nuevo país raras veces había nubes y, por ende, no se producían tormentas de importancia; reinaban una serenidad constante, brisas moderadas que enfriaban el aire y permanentes exhalaciones nocturnas que mantienen la tierra húmeda y fértil. Como los vientos que llegan son diferentes y lo suficientemente fuertes, facilitan la navegación y los liberan de los terrores y peligros de naufragios y destrucciones, que entiende que preocupan a nuestro mundo lunar, como lo denomina.

      La primera observación que hice al respecto fue que suponía que las condiciones que él había expuesto eran las causantes de la estupenda claridad del aire y de las ventajas de las extendidas capacidades ópticas de las que ellos disfrutaban.

      “¡Ay!”, exclamó el anciano, “ustedes no ven nada de lo que pueden ver algunos de nuestros grandes ojos en ciertas partes de este mundo, ni tampoco nada comparado con lo que podrían ver con la ayuda de los telescopios recientemente inventados que, llegado el momento, le dejaré utilizar. Quizá, entonces, usted comprenda que esta es la razón por la cual aquí no abundan los libros como en su mundo lunar y que, exceptuadas algunas traducciones extraordinarias que hay en su país, de las que en las librerías del nuestro hallará solo algunas, el resto no justifica la gran cantidad de preocupaciones que la escritura acarrea”.

      Abandonamos de inmediato las consideraciones filosóficas acerca de los vientos y yo comencé a preguntar sobre los instrumentos ópticos y las traducciones. En primer lugar, creí entender que había un extraño tipo de elemento que no aportaba nada al ojo, pero que realiza entre el ojo y el objeto una operación que no alcanzo a descifrar. Difiere mucho de lo que reza nuestra doctrina óptica y permite la formación de raros fenómenos en la vista con los que no estamos familiarizados. En casos como este no viene en mi ayuda ninguno de los refinados términos de nuestros eruditos, como visión nublada o rarificada, porque de lo que se trata es más bien de atravesar órganos, de partículas de transparencia, de emisión, de transmisión, de medios, de contracción de rayos y de mil posibilidades más de una operación sin igual que, les aseguro, encontrarán inédito de este lado de la luna.

      Con la ayuda de este artefacto óptico podemos advertir cosas extrañas que en nuestro mundo no se considerarían entidades, porque no pueden ser vistas o no se logran percibir, por ejemplo:

      La política de estado en todos sus meandros, desplazamientos, giros, trucos y reveses; estos se delinean y detallan con tanta exactitud que cabe la esperanza, con el tiempo, de poder diseñar un par de esferas que le otorguen certidumbre a estas cosas. En efecto, son cuestiones que resultan un enigma, incluso entre esas naciones más perspicaces y entorpece la determinación de qué forma deberían adquirir los planes y proyectos de este desconocido territorio de misterios. Algunos eran de la opinión que tendría que representarse como un hectágono irregular, una figura con cien ángulos o conos, pues lo inexplicable de este estado-ciencia se cela en un millón de rincones por descubrir, ya que la habilidad, el engaño y la hipocresía de los bribones y los cortesanos lo han ocultado, tanto que solo este d…i…escopio logra descubrirlo. Este amenaza con echar luz de manera perfecta sobre todas esas desnudeces que han permanecido ocultas en el embrión desde la creación del mundo y las falsas concepciones de una política abortiva.

      Algunos eran de la opinión de que el plano debía ser circular, y asumir una forma globular, ya que todos sus lados eran iguales, llenos de manchas oscuras, callejones sin salida, laberintos y pasajes pesadillescos. Al estar dispuestos como planisferios, se verían todas las líneas de maldad de un solo vistazo: además, ofrecerían una especie de analogía, en la redondez de su figura, con el constante movimiento circular de toda política cortesana, en el recorrido establecido de la deshonestidad universal.

      Otras personas habían opinado que sería más adecuada la forma era jeroglífica, como por ejemplo una mano estrechando la otra, pues representaría la afinidad entre la política de estado aquí y la política de estado en las regiones infernales, con similitudes poco amables entre la economía en el reino de Satán y la de la mayoría de los poderes temporales terráqueos; pensaron, sin embargo, que esto sería muy poco gentil. Se determinó, finalmente, que ninguno de esos esquemas estaba capacitado para proveer una descripción tan amplia y que, por ende, los bosquejos tendrían que ser sencillos, no para dividir los gobiernos sino para dividir las artes de gobierno en diferentes esquemas apropiados, a saber:

      1. Un plano específico para la Pública Confianza. Aquí el experimento se lleva a cabo de inmediato: la descripción proporcionada es válida para el meridiano de cualquier país, tanto del nuestro mundo como del de ellos. Si lo giro hacia nuestro mundo veo claramente un Ministerio de Hacienda cerrado y veinte mil familias lamentándose, vendiendo sus carruajes, sus caballos, sus putas, sus enseres, etc., a cambio de pan, mientras el gobierno observa y se ríe; no muy lejos, puedo ver los Tribunales de una gran ciudad cerrados y unos cuarenta mil huérfanos a la deriva, algunos sin ropas, otros sin zapatos, otros sin dinero alguno, mientras que el magistrado de la ciudad pretende cobrarles a otros huérfanos. Estas cosas me recordaron al profeta Ezequiel, y creí escuchar a misma voz que le hablara a él llamarme y decirme: “Vuélvete aún, verás abominaciones mayores que estas”. Entonces, sin apartar la mirada del vasto mapa a través del lente del telescopio, pude observar una imponente flota alquilada para efectuar el servicio de transporte y jamás pagada; enormes tasas anticipadas, que jamás fueron recaudadas; otras recaudadas y con destino asignado, pero erróneamente aplicadas; millones de facturas al cobro, mientras que los pobres pagaban el cuarenta por ciento por su plata. Pude ver una increíble cantidad de dinero que se atesoraba y muy poco que se repartía; botines hurtados al enemigo y hurtados nuevamente en casa por amigos; barcos rescatados del mar y hundidos en los diques de incautación; mercaderes escapando de los enemigos en el mar y abordados en acciones piratas

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