Utopías inglesas del siglo XVIII. Lucas Margarit

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Utopías inglesas del siglo XVIII - Lucas Margarit Colección Mundos

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un viaje a la Luna en mi máquina.

      El artefacto del que hablo contiene una infinidad de extraños resortes y tornillos y un hombre que se introduce en él es llevado de manera imperceptible a realizar hondas especulaciones, reflexiones y debates consigo mismo: en esas regiones le han puesto un nombre muy difícil de reproducir, pero, si tuviese que traducirlo a nuestro idioma lo llamaría máquina de pensar o silla de la reflexión.

      En un primer momento la persona que se sienta en ese artefacto siente algo de dolor por el paso de algunos muelles en reversa que se atornillan para dejar afuera todo pensamiento perturbador que pretenda penetrar. Es esta la mejor forma para prepararse para la operación que seguirá y no cabe duda que el modo es muy efectivo por cuanto el hombre está completamente excluido de toda otra forma de pensar que no sea la propia, podrá pensar lo más intensamente posible sobre el objeto que se presente ante él.

      Una vez que se obtiene el aislamiento, hay algunos tornillos que sostienen rectamente unos hilos desde cada lugar del aparato hasta el cerebro del hombre y, de igual modo, otros hilos apuntan a sus ojos mientras en el extremo opuesto se vinculan a lentes que transmiten o reflejan los objetos sobre los cuales la persona desea dirigir su pensamiento. Acto seguido, las ruedas principales comienzan a girar y se enroscan de acuerdo con diferentes funciones: esta activa la memoria, aquélla el entendimiento, una tercera la voluntad, una cuarta la facultad de pensar; todas adquieren un movimiento regular y, a través de los hilos tirantes apuntan a los objetos adecuados de manera perfecta e ininterrumpida, aunque pretendan intervenir Capricho, Quimera y un millar de demonios que revolotean y que se generan en la Fantasía. Todos ellos serían eficazmente bloqueados como se ha dicho anteriormente, se prestarán mutua asistencia para recibir nociones correctas y formar ideas justas de las cosas a las que se dirigen, lo que permitirá al hombre llegar a conclusiones correctas, y pensar y actuar por sí mismo, de acuerdo con las sublimes cualidades del alma con las que fue bendecido en el origen.

      No hay hombre que haya entrado en una de estas máquinas para pensar que no haya salido más sabio de lo que era y estoy persuadido de que sería una cura más efectiva contra el deísmo, el ateísmo, el escepticismo y todo otro “ismo” de lo que fue esa máquina italiana que se proponía curar la gota cortando los dedos del pie.

      Es verdaderamente una máquina maravillosa, funciona de manera admirable y tiene excelentes efectos, según me relató mi guía. No puedo dejar de mencionarle a mi lector que nuestro mundo sublunar sufre millones de inconvenientes por la falta de un artefacto para pensar: yo mismo he tenido muchos grandes proyectos en la cabeza para hacer que nuestra gente piense de manera efectiva, pero ha sido en vano sin este artefacto. Desconozco cómo podría hacer un modelo como este, cómo atornillar la voluntad, el entendimiento y el resto de los poderes, cómo llevar el ojo, el pensamiento, la fantasía y la memoria hacia un orden matemático, que obedezca a la operación mecánica; desconozco cómo prestar ayuda a Boyle, Norris, Newton, Manton, Hammond Tillotson(64) y toda la raza de los sabios; ignoro cómo ir en auxilio de la Filosofía, la Teología, la Física, la Economía, todo es en vano, una silla mecánica para la reflexión es el único remedio que he hallado en toda mi vida que se ajuste a estas tareas. En cuanto a los efectos sobre el pensamiento matemático, imaginemos cuánto podría escribirse y aparecer con mayor facilidad si consideráramos la utilización de este maravilloso aparato para todos los asuntos humanos, como ser la guerra, la paz, la justicia, las injurias, la pasión, el amor, el matrimonio, el comercio, la política y la religión.

      Cuando un hombre ha sido atornillado al aparato y es llevado por su arte hacia la regularidad de pensamiento, jamás comete ningún disparate; sus acciones están encorsetadas por aquellos mismos hilos, puesto que la acción no es sino la consecuencia de un pensamiento; y el que actúa antes de pensar pone a la naturaleza humana patas para arriba…

      M… jamás hubiera pronunciado su discurso y el famoso B…ly no hubiera escrito su libro, de haber tenido su máquina de pensar: el uno no nos hubiese contado de países que en realidad no había vistos, y el otro –que no resultó más sabio– no nos hubiese dicho haber visto la gran mayoría de ellos. H. no habría jamás arruinado a su familia casándose con una ladrona, prostituta y pordiosera, una dama tramposa, si todo esto le hubiese sido informado tan honestamente y tan a reiteradamente como si dicho por la misma mujer. Nuestro último y tan poco afortunado monarca nunca habría confiado en los clérigos ingleses que proclamaban la doctrina de la no-resistencia, y él tendría que haber notado que nunca la practicaban. Si su Majestad hubiese sido atornillado a esta máquina de pensar, seguramente habría reflexionado que está en contra de la naturaleza humana que los individuos se mantengan quietos mientras él los aplasta, sin importar lo que hubieran predicado o simulado predicar, no podrían haber mantenido bien abiertas sus gargantas para que se las cortaran, como tampoco se hubieran atado las manos con las que pretendían resistir al Ungido por el Señor.

      Si alguno de nuestros clérigos hubiese sido atornillado a la máquina, no se habría transformado jamás en mártir por aliarse con el último rey con el único lascivo fin de estar en compañía del Dr. S….

      Si nuestros mercaderes hubiesen estado en la máquina, nunca habrían confiado en la flota turca y su famoso escuadrón, todo el asunto requirió mucho cuidado para conducirlos a salvo en las manos de sus enemigos.

      Hay gente que tendría que haber ingresado a la máquina antes de concertar en el mundo algunas Ligas(65) ideadas para reparar errores anteriores, habrían considerado mejor el asunto antes de embarcar en él a una nación, puesto que no redunda en beneficio ni de los asuntos exteriores ni de los internos.

      Ni qué decir del excelente uso que podría darse a la máquina de pensar en los nobles discursos, en las conformidades ocasionales, en las apelaciones sobre prerrogativas, en las convocatorias a controversias, en los discursos inflamatorios y en los apaciguadores y en todas las cortes de la Cristiandad.

      ¡Ojalá el duque de Bavaria hubiera entrado a la máquina! Nunca hubiera iniciado una confrontación(66) que todos los demás poderes de Europa deseaban contener; lo sabía perfectamente y, mientras, dejó de lado otros asuntos. De haber utilizado el artefacto, el Elector de Sajonia jamás habría arruinado un Electorado rico y una corona, ni se hubiese vendido por un reino que nadie tomaba en serio: él nunca se hubiese valorado tan poco, o hubiese esperado tan poca grandeza de sí, ni habría renunciado a ser un Duque protestante y un Emperador del Electorado para ser un rey nominal y un fantoche con una sombra de poder y un nombre sin honor, dignidad o fuerza.

      Si el señor de Tallard(67) hubiese recurrido a nuestra máquina, no solo no habría producido el ataque a los confederados cuando atravesaban ciénagas y riachuelos de su frente, es más, no los habría atacado en absoluto, ni padecido el ataque por parte de ellos, antes que por pelear se habría preocupado por demorarse en la contienda hasta que el Duque de Saboya(68) fuese reducido y la armada confederada forzada a dividirse para mejorar su defensa.

      Los que se han apresurado para que tomáramos el camino más corto con los escoceses, puede afirmarse que en verdad necesitan esta máquina de pensar, de este modo hallarían la causa justa para semejante guerra y para hacer que una nación vecina deba protegerse, razón más que suficiente para que otra nación vecina caiga sobre ellas: nuestra máquina les mostraría claramente y a través de un símil del hombre que irrumpe en una casa solo porque la gente ha clausurado las ventanas y echado el cerrojo.

      Si alguien ha cambiado de bando de mal para peor y multiplicado las diferencias en vez de disminuirlas, la máquina de pensar puede llevarlo, a través de un pensamiento más moderado, a percatarse que el suyo no era un método del todo inadecuado para alcanzar la razón. Nuestra máquina de pensar sería muy necesaria para mostrarle a cierta gente que la pobreza y la debilidad no son base suficiente para oprimir a una nación, y que reducir el comercio al mínimo no representa un terreno sólido que justifique equipar una flota y quitarle lo que posee.

      No

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