Avances en psicología del deporte. Alejo García-Naveira Vaamonde
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Avances en psicología del deporte - Alejo García-Naveira Vaamonde страница 26
En resumen, los efectos de la música a nivel fisiológico son evidentes, y también los beneficios de la misma en relación a la práctica deportiva. Hasta ahora solo se han descrito componentes fisiológicos, como la frecuencia cardíaca, respiración, respuesta galvánica de la piel, etc., pero también conviene subrayar el proceso que a nivel neurológico tiene lugar durante la escucha musical. Algunas de las regiones cerebrales implicadas son el estrato ventral, el cerebro medio, el córtex ventromedial y orbitofrontal y la amígdala, las cuales también entran en juego en la motivación, emoción y arousal (Blood y Zatorre, 2001).
Tras una exhaustiva revisión bibliográfica, Karageorghis y Priest (2012) concluyen que la música tiene un efecto mensurable y consistente en el estado psicológico y el comportamiento de los deportistas, pues influye en la percepción de esfuerzo (punto que se abordará a continuación), posee ventajas ergogénicas independientemente de la intensidad del ejercicio, aunque esto es más visible en ejercicios moderados o intensos, y existe correlación entre la tasa cardíaca en el deporte y el tiempo musical preferido.
Música y deporte desde un punto de vista psicológico
Influencia de la música en las cogniciones y sensaciones referentes al deporte
A continuación, dejaremos a un lado los cambios fisiológicos tangibles, ya comentados, y nos centraremos en analizar la influencia de la música en las cogniciones y percepciones relativas al deporte, incorporándola como un elemento sensorial más dentro de la experiencia deportiva.
En primer lugar, conviene apuntar que la percepción e interpretación de la música depende de variables absolutamente subjetivas, por lo que cabe esperar que los efectos de la escucha cambien dependiendo del receptor de la misma.
En toda música podemos diferenciar cuatro factores: respuesta rítmica (el ritmo de cada composición), musicalidad (aspectos melódicos y armónicos), impacto cultural (si la canción o composición musical tiene un significado a nivel cultural o social) y asociaciones (vinculaciones de la música con algún recuerdo, persona o situación), que generan que cada persona interprete la música de un modo muy personal (Karageorghis, Terry y Lane, 1999).
Preferencias musicales personales
Estudios realizados con músicas seleccionadas personalmente muestran beneficios ergogénicos, esto es, que causan o aumentan la potencia muscular, y psicológicos durante la realización de ejercicios de alta intensidad (Priest y Karageorghis, 2008). A pesar de que aumentan los niveles somáticos de ansiedad (respiración, frecuencia cardíaca, preparación del cuerpo para el ejercicio), no existe ansiedad cognitiva percibida. Por tanto, estos cambios somáticos son indicadores de que el cuerpo se prepara para el ejercicio y no padece ansiedad, por lo que se pueden interpretar positivamente.
Así pues, la música cuidadosamente seleccionada para cada persona puede producir un gran impacto en la motivación para el ejercicio. Lanzillo, Burke, Joyner y Hardy (2001) encontraron que la música escogida personalmente aumenta la sensación de autoconfianza y promueve un estado óptimo de activación.
Por otro lado, Crust (2004) y Crust y Clough (2006) comprobaron los efectos de la música motivacional, en este caso música de ritmo rápido que aludía a éxitos deportivos, en el rendimiento de un entrenamiento de levantamiento de pesas en un grupo de 58 atletas. Los deportistas debían sostener una pesa en alto en tres condiciones: a) con la música motivacional seleccionada; b) oyendo simplemente un ritmo, sin elementos armónicos ni melódicos, aunque con el mismo tiempo musical y condiciones que la música motivacional, y c) sin música. El grupo que obtuvo mejores resultados, pues aguantó más tiempo, fue el primero, es decir, el que había escuchado música motivacional, seguido del grupo expuesto solo a ritmo y, por último, el grupo sin estimulación musical.
Pero no solo elegir la música tiene estos efectos, sino que la creencia de que la música ha sido personalmente elegida genera los mismos resultados. En un experimento con 34 mujeres que acudían a clase de aeróbic, a las participantes del grupo experimental se les preguntó sobre sus gustos personales de una lista de canciones típicamente utilizadas en aeróbic, mientras que al grupo control no se le realizó tal consulta. Tras el entrenamiento de ambos grupos con la misma música, se observó que las mujeres que creían haber seleccionado las canciones habían realizado un entrenamiento más duro, además de terminar con mejor humor y más pensamientos positivos (Dwyer, 1995).
En consecuencia, a nivel neurológico también se evidencian las preferencias musicales, pues se produce mejor actividad en los sectores premotores y cerebelosos con un tiempo preferido que con uno no preferido (Kornysheva, Von Cramon, Jacobsen y Schubotz, 2010).
Variaciones en la percepción de la tarea deportiva
En un estudio de Karageorghis et al., (2009) se afirma que, si bien la música no puede moderar lo que uno siente durante el ejercicio de alta intensidad, sí puede incidir y provocar cambios en cómo se siente. Estos autores encontraron que los deportistas que realizaban una actividad deportiva intensa con acompañamiento musical percibían haber hecho un menor esfuerzo que los que habían practicado la misma actividad sin estimulación musical. Es decir, que los primeros no tenían la sensación subjetiva de haber trabajado tan duro.
En una situación experimental, Miller, Swank, Manire, Robertson y Wheeler (2010) llegaron a la conclusión de que las personas que habían escuchado música durante el ejercicio referían haber disfrutado más y reportaban menor sensación de cansancio que las que habían entrenado sin música, a pesar de que las variables fisiológicas registradas (tasa cardíaca, frecuencia respiratoria...) indicaban mayor esfuerzo. A la misma conclusión llegan los estudios de Szmedra y Bacharach (1998), Tenenbaum et al. (2004) y Macone, Baldari, Zelli y Guidetti (2006).
Aumento de afectos positivos
La intervención musicoterapéutica en el ámbito deportivo puede dirigirse a maximizar el entrenamiento o a reducir las sensaciones negativas, como el cansancio, y aumentar las positivas.
Hay que señalar que el hecho de introducir música no solo aumenta las emociones positivas, sino que minimiza las sensaciones negativas como la tensión, depresión o enfado (Bishop, Karageorghis y Loizou, 2007).
Una posible explicación para ello es que la música permite que la atención se concentre en otros aspectos distintos del cansancio u otros sentimientos internos negativos, lo que facilita el ejercicio (Boutcher y Trenske, 1990). Hutchinson y Tenenbaum (2007) destacan la importancia de estas cogniciones en la percepción del esfuerzo percibido.
Anteriormente, esta se había explicado únicamente tomando como base la forma física del deportista y su nivel de entrenamiento, pero estos autores señalan que, si bien es cierto que la forma física puede determinar dos tercios de la percepción de esfuerzo, el tercio restante responde a las estrategias psicológicas individuales.
Teniendo en cuenta este aspecto atencional, algunos estudios han puesto de manifiesto la obtención de mejores resultados al realizar escuchas individuales que grupales, pues de esta forma la atención está más vinculada a la música, mientras que en el trabajo en grupo esta se reparte en aspectos sociales o relacionales (Egermann et al., 2011).
Eficacia autopercibida
Cuando hay música, aumenta la percepción de haber realizado correctamente la tarea (Schwartz, Fernhall y Plowman, 1990) y se percibe la experiencia de forma más positiva (Denora, 2000). Al aumentar las emociones positivas, incrementa la sensación