Avances en psicología del deporte. Alejo García-Naveira Vaamonde
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Y el estudio de Tenenbaum et al. (2004) examina el efecto de la música en los pensamientos de un grupo de corredores. Los deportistas afirmaron que la música les motivaba a continuar, aunque no se apreciaron diferencias reseñables en los resultados deportivos.
Experiencia de flujo
Un estudio realizado por Pates, Karageorghis, Fryer y Maynard (2003) mostró que, tras aplicar la Escala de Experiencia de Flujo (Flow State Scale [FSS]) de Jackson y Marsh (1996), la sensación de flujo fue mayor al introducir la música.
Otra investigación, diseñada para atletas suecos, demostró que los que corrían con música tenían más afectos positivos, motivación y experiencia de flujo (Laukka y Quick, 2011). La experiencia de flujo percibida en el deporte ha mostrado ser similar a la que experimentan, por ejemplo, los músicos al interpretar una pieza musical (Sinnamon, Moran y O’Connell, 2012).
Otros factores que pueden afectar a la motivación
Dada la importancia de la variabilidad individual en la motivación, se ha contemplado una serie de factores que podría tener repercusión en el efecto de la música.
El género ha mostrado ser influyente a la hora de observar efectos de la estimulación musical. En un estudio se comparó una música motivacional, una puramente rítmica acorde a la regulación de los movimientos y un momento de ausencia de música, y se llegó a la conclusión de que las mujeres respondían mejor ante cualquier música que ante la ausencia de la misma, mientras que los hombres lo hacían mejor ante la música más estrictamente rítmica. Así pues, el ritmo es un elemento importante a tener en cuenta a la hora de seleccionar la música en un equipo masculino, pues existe una clara preferencia por la música con ritmos fuertemente definidos (Karageorghis et al., 2010).
Crust y Clough (2006), por su parte, estudiaron la importancia de la personalidad en el experimento anteriormente mencionado, en el que exploraban la influencia de los componentes musicales, y llegaron a la conclusión de que las personas emocionalmente más sensibles responden más a estímulos melódicos y armónicos que a ritmos idénticos sin estos elementos musicales.
Instrumentos de medida
Ante tal situación, se planteó la necesidad de diseñar algún instrumento que pudiera predecir la calidad motivacional de la música en el entorno deportivo analizando las respuestas fisiológicas. Y fue así como se creó el Brunel Music Rating Inventory (BMRI), dirigido a estos fines (Karageorghis et al., 1999).
Para diseñarlo, se usó como muestra un grupo de 334 instructores de aeróbic, por considerarlos expertos a la hora de seleccionar música para el ejercicio físico, y un test de 13 ítems y 4 factores ya descritos en este trabajo (respuesta rítmica, musicalidad, impacto cultural y asociaciones).
Tras observar algunas limitaciones de dicho instrumento, se revisó y se creó el Brunel Music Rating Inventory-2, en el que el cuestionario está reducido a tan solo seis ítems (Karageorghis, Priest, Terry, Chatzisarantis y Lane, 2006).
Mientras que el BMRI iba dirigido únicamente a expertos, este último también es aplicable a sujetos no especializados en la materia. Esto es, para diseñar el primero únicamente se tuvieron en cuenta instructores de aeróbic, mientras que en la revisión se incluyeron meros deportistas, sin conocimientos sobre selección musical.
Otro cambio importante que se produjo en este último instrumento fue el vocabulario empleado en el BMRI, pues se utilizaban algunos conceptos técnicos musicales que no eran comprendidos por los sujetos que realizaban el test.
Por otro lado, el concepto de música motivacional se amplía y, además de incitar a comenzar el ejercicio físico, como se consideraba en el BMRI, prolonga o intensifica el entrenamiento.
Visualización y música
Al usar la técnica de visualización entran en juego aspectos mentales internos, además de las emociones, por lo que la opción de establecer una interacción entre música e imaginería suscita cierto interés.
En relación con esto, Blumenstein, Bar-Eli y Tenenbaum (1995) diseñaron un experimento con 39 estudiantes entrenados en correr los 100 metros lisos. Los autores compararon tres procedimientos de relajación y excitación combinados, donde analizaron con biofeedback su influencia en variables de la activación atlética: el primero era un entrenamiento autógeno y centrado en la visualización; el segundo consistía en música y entrenamiento en visualización, y en el tercero, se combinó un entrenamiento autógeno con visualización y el uso de música relajante. Además, también se introdujeron un grupo control y otro placebo. Se realizaron un total de 13 sesiones, de 20 minutos cada una, de los cuales los 10 primeros se basaban en la relajación y los 10 últimos, en la activación para preparar la carrera. Los mejores resultados en cuanto a frecuencia cardíaca, respuesta galvánica de la piel, EMG y frecuencia respiratoria se obtuvieron en el grupo que combinó las tres técnicas. Por tanto, la introducción de la música demostró ser ventajosa.
Weinberg (2008) analizó los factores más destacados que afectan a la efectividad de la visualización, es decir, el tipo de tarea, si la visualización es positiva o negativa y el tiempo dedicado a este ejercicio mental, y encontró que la visualización es más efectiva cuando incorpora todas las modalidades sensoriales. En consecuencia, la idea de introducir la música junto a la visualización parece indicar que aumentará la eficacia. Karageorghis y Lee (2001) también obtuvieron mejores resultados al introducir la música que usando únicamente la visualización, aunque este es un campo aún en investigación.
Respecto a este tema, cabe mencionar una técnica utilizada en musicoterapia clínica denominada «método GIM» (Guided Imagery and Music) y diseñada por Bonny (1980). Esta técnica incorpora música e imaginería mental con el fin de trabajar los miedos, ansiedades o pensamientos negativos limitantes, aunque su orientación es más junguiana, es decir, más puramente psicoanalista.
Introducción a la musicoterapia
Puesto que la música abarca aspectos culturales, personales y emocionales, la idea de utilizarla con otros fines no exclusivamente recreacionales resulta, como mínimo, interesante. Y es así como surge una nueva disciplina, la musicoterapia.
A pesar de que su nombre hace alusión al ámbito clínico, la musicoterapia presenta múltiples facetas, pues se usa tanto dentro del ámbito educativo como médico, e incluso pastoral, para favorecer la reflexión y meditación. Por tanto, resulta complejo aportar una única definición para todas las áreas de trabajo.
No obstante, si se toma como referencia la definición de Bruscia (1997), se considera que la musicoterapia es un «proceso sistemático de intervención en donde el terapeuta ayuda al cliente a conseguir llegar a la salud, utilizando experiencias musicales y las relaciones que evolucionan por medio de ellas como fuerzas dinámicas de cambio».
En esta definición se ponen de manifiesto varios elementos. En primer lugar, es importante resaltar la importancia del concepto proceso sistemático, que hace referencia a su carácter estructurado, organizado y con unos objetivos definidos. Por ejemplo, escuchar música de forma individual en casa, aunque esta tenga un efecto emocional o físico sobre la persona, no se puede considerar musicoterapia.
En segundo lugar, la música se utiliza a conciencia como elemento relacional entre cliente y terapeuta para conseguir unos fines previamente establecidos. Así pues,