Superficie de imágenes. Adrián Acosta Silva

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Superficie de imágenes - Adrián Acosta Silva

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política estatal. Durante los 18 años del panismo jalisciense, la coalición padillista hegemónica en la UdeG mantuvo relaciones de tensión y conflicto con los gobernadores panistas en turno, relaciones marcadas por la lucha entre dos legitimidades: la de gobiernos democráticamente electos, y la de la autonomía política e institucional de la universidad, algo que Rollin Kent definió muy bien como “la disputa por la legitimidad” en el campo de las políticas de educación superior en la entidad.

      Desde la oposición política al oficialismo panista, Raúl Padilla articuló una complicada y ecléctica red de alianzas con el PRI y con el PRD a nivel estatal y nacional, lo que le permitió tramitar sus intereses en ambos frentes, a través del impulso a candidaturas de funcionarios y diputados locales, federales y regidores municipales de origen universitario. Uno de los desenlaces de esa historia de tensiones fue conocido, dramático e inesperado: el suicidio de un exrector que fue seducido por los cantos de sirena del último gobernador panista (Emilio González, 2001–2007), obsesionado por terminar con la carrera política de Padilla y del “grupo universidad”, como el panismo y otras fuerzas políticas (y periodísticas) suelen caracterizar a la “coalición padillista”.

      A lo largo de ese periodo de tensiones (poblado de múltiples anécdotas y microhistorias políticas), el poder de Raúl Padilla, paradójicamente, se fortaleció de manera significativa. Las imágenes de cacique, líder legítimo, político visionario, empresario universitario, caudillo cultural, político astuto, se convirtieron en calificativos distribuidos heterogéneamente entre sus simpatizantes y detractores. Esos calificativos revelan la compleja caracterización que se puede hacer de su trayectoria y representaciones, y de la comprensión del orden de lealtades que habita el corazón de las prácticas políticas en la UdeG y en el régimen político jalisciense contemporáneo.

      De lo que no parece haber duda es que Padilla es un político profesional que ha construido un capital político propio en el campo cultural. En sentido estricto, no es un intelectual ni un académico universitario tradicional. Es un político que ha edificado su reputación con los códigos propios de la política, no con los de la fe religiosa. Negociar, cabildear, intercambiar favores y apoyos, distribuir recursos, impulsar algunas ideas y fortalecer algunos intereses, vetar adversarios y construir o saber escoger a sus enemigos, forman parte de los hábitos, usos y costumbres que explican las prácticas y los reflejos de la política real del padillismo, como expresión local de un viejo oficio alejado de la política imaginaria, reacia a las prescripciones normativas y cercana a la política práctica de todos los días. Por ello, su incursión en la liga de la política nacional durante una campaña electoral reñida y complicada es un riesgo personal, profesional y político, pues pondrá en evidencia sus límites, incertidumbres y capacidades. Sería ingenuo suponer que esa decisión lo alejará de sus intereses políticos en Jalisco y en la UdeG. Lo que hará es hacer más compleja, y probablemente más interesante, la trayectoria política de Padilla y de las corrientes que le apoyan dentro y fuera de Jalisco.

      En suma, la experiencia de Raúl Padilla en el ámbito cultural y político jalisciense puede ser un componente interesante para repensar, discutir y debatir la política cultural nacional. La propuesta de ocho ejes que él mismo presentó en la conferencia de prensa en la cual Anaya anunció su incorporación a la coalición que encabeza, sintetizan una agenda ambiciosa para colocar a la cultura como parte central de un nuevo proyecto de desarrollo nacional. Ya habrá oportunidad de conocer y comentar con más detalle los contenidos específicos de esas propuestas.

      14 Campus Milenio. Publicado en dos partes, los días 12 y 26 de abril de 2018.

      15 Texto incluido en Acosta Silva, Adrián (coord.), Poder, gobernabilidad y cambio institucional en las universidades públicas en México, 1990-2000. Vol. 2, CUCEA-UdeG, Guadalajara, 2006.

      ¿Escribir? Ese tiempo ya no existe.

      ¡Hoy en día hay que pasar a la acción!

      Theodor Bernheim, en Izquierda y derecha, de Joseph Roth

      El recién concluido proceso electoral representa una valiosa oportunidad para tratar de identificar los puntos críticos de la agenda educativa nacional que propone la fuerza política ganadora, encabezada por Andrés Manuel López Obrador. Luego de tres meses de campañas —y varios años de pleitos, tensiones, reformas y movilizaciones—, la educación forma parte legítima de la agenda pública y ha comenzado a ajustarse y traducirse como parte de la agenda gubernamental del lopezobradorismo. Estas notas están escritas al filo de la coyuntura de la transición postelectoral, pero son producto del presente y el pasado reciente de la discusión pública sobre los perfiles, los “problemas malditos” y los desafíos de la educación mexicana para los próximos años.

      Para ello, estas notas se concentran en algunos temas que, desde mi punto de vista, forman parte de los mínimos indispensables de la agenda educativa que el nuevo gobierno ha planteado desde y durante su campaña. El foco de las reflexiones se concentra en el análisis del “gobierno educativo”, es decir, en las estructuras y estilos de conducción, gestión y coordinación de los procesos y acciones que el gobierno electo plantea en el sector educativo, tanto en el nivel básico, como en medio y superior. El supuesto de base de esta perspectiva es que la articulación de las políticas y las reformas educativas pasa inevitablemente por el análisis de los perfiles, las estructuras y las restricciones del gobierno educativo de cualquier administración federal.

      Los puntos que abordaré son los siguientes: a) la revisión de breves consideraciones generales en torno a las determinaciones políticas (teóricas y prácticas) que influyen en la formulación de las políticas públicas; b) la enumeración de los dilemas y tensiones que en el presente y el pasado reciente habitan el núcleo duro de las decisiones de gobierno en el sector educativo mexicano; c) tres conjuntos de interrogantes e hipótesis sobre el futuro del gobierno educativo durante el lopezobradorismo.

      a) Determinaciones políticas y políticas públicas:

      lecciones prácticas en contextos postelectorales

      Con el triunfo electoral de la coalición “Juntos haremos historia”, encabezada por AMLO, ha comenzado el complicado proceso de gobernar a una sociedad heterogénea a partir de las instituciones, las normas, las leyes, los actores, recursos y presupuestos públicos realmente existentes. Atrás han quedado los doce largos años de movilizaciones, campañas y conflictos pre, trans y postelectorales protagonizados por el ahora presidente electo. También han quedado en el pasado reciente los pleitos, la retórica incendiaria, los insultos, las descalificaciones, los debates, los golpes bajos y los escándalos altos que caracterizaron durante tres meses a las campañas electorales federales y locales en todo el país.

      En este contexto, la experiencia política mexicana clásica y contemporánea muestra algunas lecciones del pasado reciente que vale la pena atender. Enumero solamente cinco de ellas, que me parecen pertinentes para la coyuntura postelectoral mexicana.

      1. La legitimidad democrática de un gobierno no asegura automáticamente su eficacia institucional. Una larga lista de ejemplos y evidencias de la ciencia política, la política comparada y la sociología política clásica y contemporánea, muestra una y otra vez que el origen de la legitimidad de un gobierno no siempre define la eficiencia y la eficacia de su desempeño. Un gobierno democráticamente electo no siempre está relacionado con un desempeño efectivo para resolver los problemas públicos. Y también suele ser cierto que un gobierno no electo democráticamente —es decir, mediante la participación de los ciudadanos a través de elecciones competidas y equitativas entre distintos partidos y organizaciones políticas—, puede legitimarse

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