Los herederos. Alba González
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2. Lo que va de ayer a hoy
Entre finales del siglo XIX y principios del XX, el aumento de la demanda de alimentos a escala mundial posicionó a la Argentina como un importante proveedor de carne. En 1903, la compañía inglesa Liebig’s Extract of Meat Co. Ltd. instaló en Entre Ríos, a orillas del río Uruguay, un establecimiento industrial de procesamiento de carne, Fábrica Colón, que llegó a ocupar más de tres mil personas. En torno al edificio fabril, la empresa construyó un poblado al estilo company town para albergar a obreros y personal jerárquico suministrándoles viviendas y todos los servicios necesarios.
Hoy ese poblado se denomina Pueblo Liebig y fue en el pasado uno de los lugares, diseminados a lo largo del planeta, donde Liebig’s Extract of Meat Co. Ltd. procesaba la carne del ganado local para producir artículos destinados exclusivamente al consumo europeo. Las decisiones y políticas empresariales tomadas a larga distancia incidieron y cobraron materialidad en el ámbito local: desde los impactos a nivel geográfico que generaron un espacio disociado del nacional –articulado a veces más a lógicas y racionalidades transnacionales que nacionales– hasta aquellos que incidieron en la cotidianeidad y la moralidad de los trabajadores. En este sentido Pueblo Liebig puede caracterizarse como una “zona de contacto”. Este término, acuñado por Mary Louise Pratt (2011: 33), remite al espacio en que personas separadas geográfica e históricamente entran en contacto entre sí y entablan relaciones duraderas, que por lo general implican condiciones de coerción y conflicto.
En la empresa Liebig’s se entrecruzaron personas y capitales económicos de diverso origen, en sus distintos establecimientos industriales y estancias transitaban múltiples grupos étnicos y culturas diferentes que se solapaban y superponían. El entretejido social, diverso y jerárquico, que caracterizaba a las propiedades de la compañía se hacía visible en la circulación de lenguas diferentes: el inglés de los empleados de alto rango, el castellano de los trabajadores permanentes, a los que se sumaban los idiomas particulares de los inmigrantes europeos, y el guaraní de los trabajadores estacionales que llegaban para la “zafra”.12
Los testimonios de los que tuvieron funciones directivas dan cuenta de sus trayectorias “globales”, caracterizadas por la movilidad intercontinental, la facilidad para dejar un lugar por otro y para adaptarse a ámbitos variados, además de sus percepciones y representaciones sobre los habitantes de esos lugares, construidas a través del caleidoscopio de unos “ojos imperiales”, para usar la expresión de Pratt (2011).
En el otro extremo de la jerarquía social, también muchos trabajadores de la planta provenían de otros países: de Uruguay en primer lugar, pero también de España, Italia, Suiza e Inglaterra. Gran parte de sus descendientes, sin embargo, una vez que se asentaron se quedaron en Pueblo Liebig, varios nunca salieron de allí.
Paradójicamente, esta “zona de contacto” constituía un ámbito “cerrado”, bordeado por diferentes cursos de agua y demarcado por los límites de propiedad de la compañía, con una relativa autonomía del entorno económico y social. Las evocaciones sobre los obstáculos para arribar a las ciudades más cercanas cuando no se había edificado el puente sobre el Perucho Verna, los dificultosos viajes a Buenos Aires cruzando el río a través de balsas hasta que en 1977 se habilitara el complejo Zárate-Brazo Largo, las largas horas que había que esperar para establecer una conexión telefónica daban cuenta de su “insularidad”.
A principios del siglo XX la localidad, que formaba parte de las extensas propiedades que Liebig’s poseía en la Argentina, contaba con una población estable de 1100 habitantes, que se incrementaba a más de 2000 durante los períodos de matanza e industrialización del ganado (Barcón Olesa, 1912: 20).
2.1. De pueblo privado a pueblo entrerriano
En la segunda mitad del siglo XX, en el contexto de la crisis que afectó a los establecimientos cárnicos, la empresa Liebig’s perdió interés en sus negocios en el país y se desprendió de muchas de sus propiedades, entre ellas el pueblo homónimo. A finales de la década de 1960, a través de su representante legal Bruce Carlisle, elevó al gobierno de la provincia de Entre Ríos el plan de creación de un futuro pueblo entrerriano en el inmueble de su propiedad.
Nuestra empresa ha considerado la conveniencia de proceder a transformar lo que fué la creación meramente física de un pueblo, en la fundación de un nuevo centro urbano en la Provincia de Entre Ríos, mediante el aporte inmobiliario de nuestra empresa hacia la provincia de Entre Ríos, la pertinente donación de terrenos, calles, etc., sino también inclusive, procediendo a enajenar lotes para que el personal de la firma pueda contar con vivienda en propiedad.
[…] Pueblo Liebig existía como denominación geográfica y con relación al núcleo de producción próximo a nuestro establecimiento frigorífico y pasará a ser ahora el nombre de un nuevo y progresista pueblo entrerriano, a fundarse de conformidad a esta presentación […] la fundación que encaramos no es una creación artificial ni fruto de una fantasía. Es ya gran realidad, y una realidad acuciante, que urge encontrarle una adecuada canalización, que nuestra empresa quiere tener –junto con el gobierno de V.E.– el privilegio de la iniciativa.13
El gobierno provincial aprobó el anteproyecto de urbanización presentado por la compañía por decreto 3146 del 9 de setiembre de 1969 y autorizó la creación de un “nuevo” pueblo que, de acuerdo con la organización político-administrativa del territorio entrerriano, se incluyó entre los centros rurales de población, administrados por una Junta de Gobierno.14
La Junta de Gobierno de Pueblo Liebig se creó por decreto provincial 2037 del 28 de mayo de 1974 y por decreto complementario se estableció su jurisdicción dentro de los siguientes límites: al norte, el arroyo Carballo; al sur, el arroyo Perucho Verna; al este, la costa del río Uruguay, y al oeste, las vías del Ferrocarril General Urquiza.15 Estos límites no eran muy diferentes de los que rememoraba un antiguo trabajador, nacido cuando Pueblo Liebig como entidad administrativa de la provincia todavía no existía:
Aún hoy recuerdo los límites que nos enseñaban en la escuela cuando tenía seis años: al este el río Uruguay, al norte los campos de la compañía, al sur el arroyo Perucho Verne y al oeste la chacra del señor Canali. (Barreto, 2006: 1-2)
En su memoria no estaba presente la acción normativa del Estado; solo la naturaleza y la compañía dictaban quiénes estaban de un lado u otro de la “frontera”, y era la escuela pública –solventada por la empresa– la que lo enseñaba.
Como anticipamos, Pueblo Liebig estaba administrado por la Junta de Gobierno. En principio, los miembros que la conformaban –presidente, cuatro vocales titulares y dos suplentes– eran designados por el gobernador de la provincia; desde 2003 las autoridades fueron elegidas por voto directo de los vecinos.16 La Junta de Gobierno de Pueblo Liebig, como el resto de las de Entre Ríos, actuaba como delegada del Ejecutivo provincial y las políticas que llevaba adelante dependían de la provincia, ya que no poseía autonomía. La exigüidad de los recursos fue un eterno reclamo del organismo con relación a sus características particulares.
Es diferente a otras, donde cada casa está a kilómetros de la siguiente y entonces cada vecino se hace cargo de sus cosas. Acá hay una vivienda al lado de la otra porque son diez cuadras a la redonda; por lo tanto, comparten el alumbrado y la limpieza. Nosotros