Desafíos en la formación de psicólogos de las organizaciones y el trabajo. Группа авторов

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Desafíos en la formación de psicólogos de las organizaciones y el trabajo - Группа авторов

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dos tendencias polares confirman, por ahora, que existen al menos dos formas diferentes de hacer ciencia y de intervenir profesionalmente, contrario al equívoco generalizado de un único proceder. No sobra decir que a cada forma de ciencia le corresponde inequívocamente una forma de intervención técnico-profesional. Es decir, la técnica es consecuente y consistente en relación con los presupuestos de carácter científico, así como con los valores con los que comparte la manera de concebir la sociedad y de concebir al sujeto, de los que parte determinada perspectiva de la intervención.

      Además, advertimos que esta exigencia de congruencia entre la polaridad y el proceder permite desmontar un prejuicio generalizado de que se puede ser ecléctico según la contingencia. Es decir que la interpretación y la acción profesional se utilizan según las circunstancias, pero esto solo señala ignorancia o ingenuidad en las incompatibilidades irreconciliables de base frente a las concepciones de realidad, sujeto, validez de resultados, etc.

      Existe entonces una incompatibilidad paradigmática entre una forma de hacer ciencia o profesión en relación con otra. Por ello, la ignorancia epistemológica o la ingenuidad paradigmática le hacen creer a un psicólogo en formación que es posible hacer un día intervenciones como un funcionalista y al siguiente como constructivista. Esto es más evidente en el campo de la psicología clínica, cuando se indica o presume, sin calcular los efectos de tal enunciación, que es posible que se atienda a un paciente apelando a técnicas humanistas o comportamentales, según el caso, y que en otras circunstancias se atienda apelando a la orientación psicodinámica o transpersonal, según el tipo de dificultad del reporte de quien llega a la consulta.

      Este prejuicio se escucha con frecuencia entre ciertos psicólogos profesionales y entre ciertos estudiantes en formación, y solo denota ignorancia frente a la incompatibilidad paradigmática entre quienes conciben la realidad como objetivamente dada y aquellos que la entienden como socialmente construida; entre quienes conciben al sujeto como un ente pasivo susceptible de ser adaptado a las contingencias del medioambiente y quienes lo conciben como un agente activo capaz de transformar la realidad en la que se circunscribe; entre quienes conciben la intervención como un proceso de adaptación del sujeto y quienes la conciben como un proceso de liberación del mismo. Esta incompatibilidad impide que un psicólogo profesional un día piense que la realidad es construida y otro que la realidad está dada en sí misma, que el sujeto solo se adapta pasivamente o que es un agente activo transformador de la realidad. Por tanto, insistimos en señalar que la ignorancia sobre las presunciones paradigmáticas de las que parte cualquier psicólogo en su intervención, según su modelo teórico, constituye un factor de deformación al permitirle creer que son posibles tales modos de interpretación y acción, desconociendo las presunciones de las que se parte en un caso u otro.

      Ahora bien, Burrel y Morgan (1979) nos han permitido comprender, para el caso de la POT, que el análisis organizacional y la consecuente forma de intervención dependerán de los paradigmas sociológicos de su base. En otras palabras, la intervención y el análisis de la organización como unidad sociológica o psicosocial remiten a los presupuestos en juego respecto de la naturaleza de la sociedad. Así, el debate orden-conflicto va a permitir comprender que existen dos teorías de la sociedad diferenciadas que son dos formas diametralmente opuestas de entender las organizaciones como hechos sociales. De esta manera, los partidarios de una perspectiva de la regulación, en la que el orden social es un imperativo, conciben los sistemas sociales (entre los cuales están incluidas las organizaciones empresariales o de cualquier otro tipo) como orientados hacia la estabilidad, la integración, la funcionalidad y el consenso. Por el contrario, las teorías del cambio social están orientadas por presupuestos, como en el caso de un sistema social orientado por el conflicto, el cambio, la desintegración y la coerción, como se ve a continuación.

      Figura 2.2. Dos teorías de la sociedad: orden y conflicto, regulación y cambio

      Fuente: Burrell y Morgan (1979).

      Según lo anterior, quienes escogen alguna de las perspectivas (regulación o cambio) de manera consciente o inconsciente no pueden variar voluntariamente y según el caso los presupuestos a partir de los cuales comprenden y analizan los sistemas sociales, pues ambas perspectivas son dos posiciones polarizadas que entran en relaciones de choque e incompatibilidad. Es decir, uno no puede creer por un momento que los sistemas tienden a la estabilidad y en otro momento cambiar de opinión y creer que están en continuo cambio; o que son sistemas socialmente integrados a la vez que son socialmente desintegrados; o que la base de su funcionamiento es la coerción a la vez que el consenso. En este caso se debe escoger una perspectiva del análisis sabiendo que automáticamente se renuncia a la perspectiva contraria. La ingenuidad epistemológica o paradigmática de este conjunto de presunciones es la razón fundamental por la cual se pueden hacer intervenciones inconsistentes o análisis endebles que solo muestran la falta de conciencia de los presupuestos de los que se parte en cualquiera de los casos.

      Por otro lado, la situación se complejiza aún más si se combinan ambas perspectivas (objetivista-subjetivista; orden-cambio) y se configuran cuatro paradigmas en el análisis posible de una organización. De este modo tenemos que por lo menos en alguno de estos cuatro paradigmas un psicólogo del trabajo podría, consciente o inconscientemente, posicionarse como investigador o como profesional. Tenemos pues la posibilidad de advertir por lo menos cuatro suelos paradigmáticos desde los que es posible comprender la ciencia y la intervención profesional (ver figura 2.3). Debe anotarse que ningún paradigma está por encima de otro o tiene algún tipo de superioridad respecto de los demás, sino que estos coexisten como perspectivas de análisis y modos de hacer ciencia que son igualmente legítimos. Por tanto, resulta insulso y no solo inconveniente criticar a un autor o investigador por pertenecer a cierto paradigma, es decir, no dice mucho y es científicamente inútil decir que el problema de Lacan es que es un estructuralista o que Skinner es un funcionalista, pues si se hace la crítica al estructuralismo debe ser desde algún otro suelo paradigmático que también constituye determinado ismo; es decir, se está criticando el determinismo de otro desde el propio determinismo de manera inconsciente.

      Fuente: Burrel y Morgan (1979).

      El prejuicio como obstáculo epistemológico y profesional

      Es común escuchar que en el campo de la psicología se tiene un paradigma heredado y un conjunto de paradigmas alternativos a partir de los cuales se puede concebir la organización de la disciplina en su devenir como ciencia. En el caso particular de la POT es común escuchar que el paradigma racionalista-funcionalista es el paradigma heredado y que en oposición se encuentran los paradigmas cualitativos-constructivistas que se constituyen en la posición alternativa (Peiró, 1988). El origen de la POT hacia los años XX del siglo pasado coincide con el establecimiento del enfoque taylorista (Quiñonez y Mateu, 1983) y con los presupuestos propios del paradigma empírico-analítico de corte funcionalista positivista. Quizá sea esta marca en el origen la que haya determinado que en la mayor parte de la psicología organizacional, por haber nacido en el marco social de los Estados Unidos de América, se identifique casi automáticamente el conjunto de la POT con el paradigma funcionalista.

      Ahora bien, el positivismo funcionalista cuantitativo e hipotético deductivo ha sido el modelo de ciencia que se ha erigido como el hegemónico e imperante y que se constituye en el paradigma para hacer ciencia, tendencia a la que la psicología no ha podido escapar. Durante mucho tiempo este paradigma fue hegemónico por ser único y ser políticamente mucho más poderoso al interior de la ciencia como un campo no solo racional sino social. En consecuencia, con este modelo se erigió un enfoque

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