Desafíos en la formación de psicólogos de las organizaciones y el trabajo. Группа авторов

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Desafíos en la formación de psicólogos de las organizaciones y el trabajo - Группа авторов

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entran en relaciones de competencia (Guba y Lincoln, 2002), y que en general el campo de la ciencia puede ser comprendido como un campo de lucha (Bourdieu et al., 1973), tanto en la dimensión epistemológica como en la política, por lo demás indisociables.

      Ahora bien, si la ciencia es pluriparadigmática y la psicología es una disciplina científica, podemos concluir entonces que la psicología, por definición, es también una ciencia pluriparadigmática, es decir, que en su interior coexisten múltiples paradigmas.

      Quizá la particularidad de la psicología radica en que en esta son más evidentes que en otras disciplinas las subdivisiones internas en múltiples apuestas teórico-metodológico-epistemológico-prácticas; o, en otras palabras, existen diferentes modos de ser de la psicología, en consecuencia, diferentes modos de ser de la ciencia. Esto permite decir que, así como no existe la ciencia sino las ciencias (Grange, 1920), tampoco existe la psicología sino las psicologías (Duque, Lasso y Orejuela, 2012). Prueba de ello en el campo disciplinar es que existen múltiples psicologías, como la humanista, la transpersonal, la de orientación psicoanalítica, la comportamental, entre otras, así como en el campo de la profesión existen diferentes áreas de aplicación, como la ciencia básica, con subespecialidades como las psicologías clínica, educativa, organizacional y del trabajo, comunitaria, jurídica, política, etc. No sobra decir, además, que el cuadro de la subespecialización y la subdivisión de la psicología se complejiza aún más cuando se cruzan los enfoques teóricos (ciencia) con las áreas de aplicación de la psicología (profesión), así:

      Tabla 2.1. Cruces entre campos teóricos y áreas de aplicación de la psicología

      Fuente: Elaboración propia.

      En consecuencia, teniendo en cuenta lo anterior y dado que la psicología no es solo una ciencia sino también una profesión –que de hecho ha estado históricamente comprometida con los intereses del Estado y la sociedad, porque se ocupaba de ayudar a construir soluciones para los problemas de las sociedades en las que nació–, su interés abarca tanto la producción del conocimiento como la transformación de la realidad. Por lo tanto, si la psicología como ciencia es multiparadigmática, lo es también e inevitablemente como profesión.

      Adicionalmente, debemos advertir que es posible la interpenetración entre los modelos psicológicos teórico-metodológicos de cuño científico y los de los diferentes campos de aplicación, que son fragmentarios y múltiples (antes que homogéneos y unificados), que confluyen en una psicología aplicada al campo educativo cuyos fundamentos de intervención puedan encontrar su base, su nicho, en múltiples enfoques teórico-metodológicos, tales como el humanismo, la orientación psicodinámica, la psicología comportamental o la psicología humanista, y así sucesivamente podríamos hacer el ejercicio para cada campo de aplicación interpenetrado por cada enfoque psicológico. De esta manera, es posible evidenciar que una imagen más apropiada tanto de la ciencia como de la psicología es la de un campo complejo, heterogéneo y diversificado, en el cual coexisten múltiples formas de ser ciencia y hacer la profesión.

      Los paradigmas como presunciones no siempre conscientes en los investigadores y profesionales

      La discusión anterior dejó clara la coexistencia de múltiples paradigmas en la ciencia y, por ende, en la psicología. En ese sentido, la POT es un vívido ejemplo de un esfuerzo de análisis epistemológico por parte de un sector de investigadores que ha logrado dejar manifiesta la dimensión pluridisciplinaria, plurimetodológica, pluriparadigmática de la ciencia. Sin embargo, debemos advertir que esto no es evidente ni para la mayoría de los investigadores ni menos aún para el gran público profesional. Se puede decir, en términos generales, que no existe suficiente conciencia por parte de muchos investigadores y profesionales acerca de cuál es el paradigma del que participan o en el que se inscriben. En suma, no siempre se es consciente del propio paradigma ni de sus presunciones, y menos aún se comprenden las presunciones de las que parten otros paradigmas.

      Un paradigma puede ser entendido de diferentes maneras; por ejemplo, Guba y Lincoln (2002) definen el paradigma científico como el sistema básico de creencias o el modo de ver el mundo que guía al investigador, no solo en las elecciones de método, sino también en los caminos epistemológicos y ontológicos fundamentales (p. 113). Por su parte, Kuhn (1962) define el paradigma como las “realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica” (p. 13). Malvezzi (2010) parte de comprender que el paradigma es una representación de la realidad que ofrece una visión de conjunto de la base filosófica y de sus conexiones con los conceptos y las reglas de organización de la realidad.

      En nuestro caso, con las definiciones previas, partimos de comprender que un paradigma es un conjunto de presuposiciones ontológicas, teóricas, metodológicas, epistemológicas y ethopolíticas que caracterizan un cierto modo de hacer ciencia (Burrell y Morgan, 1979, p. 9). Es decir, asumimos que existen diferentes conjuntos de presunciones que caracterizan diferentes modos de hacer ciencia. Esas presunciones aluden a diferentes dimensiones: las ontológicas o las relacionadas con cómo se concibe la naturaleza esencial de la realidad y del objeto de estudio; las metodológicas, que aluden a los procedimientos empíricos de aproximación a la realidad para la obtención de datos confiables y válidos o a cómo se concibe la lógica de descubrimiento del objeto de estudio; las teóricas, que aluden a la pregunta por los marcos de referencia que inspiran las teorías; las epistemológicas, que apuntan a los marcos de legitimación y validación científica de los resultados obtenidos; las ethopolíticas, que indagan por los principios éticos y políticos que orientan la acción y la teleología de una cierta forma de hacer ciencia; y, finalmente, para nuestro caso de debate en particular, se podrían considerar las presunciones de carácter técnico: aquellas que aluden al modo de intervención en la realidad.

      Burrell y Morgan parten de comprender que “toda teoría científica está basada en una filosofía de la ciencia (epistemología) y en una concepción de la realidad (ontología)” (1979, p. 9). En consecuencia, diremos que todo campo de aplicación de la psicología está basado en alguna filosofía de la ciencia (epistemología), en cierta concepción de la realidad (ontología), en cierto marco de referencia conceptual (teoría), en cierta concepción del sujeto, e indudablemente partirá de ciertas consideraciones respecto del carácter y el sentido de su quehacer, así como de un conjunto de valores que orientan su acción profesional (presunción ethopolítica).

      Ahora bien, si reconocemos la coexistencia de múltiples paradigmas en relaciones de mutua interpenetración, competencia y lucha, debemos reconocer que no existe una única forma de intervenir en el campo de las organizaciones, el trabajo y la gestión de los recursos humanos, sino que, por el contrario, abundan las aproximaciones, todas válidas, respecto de sus presupuestos y acuerdos intersubjetivos en relación con los criterios de validez que intraparadigmáticamente se han concebido. O, en otras palabras, cada paradigma es consistente con sus presupuestos y debe responder a las exigencias epistemológicas de validación de los resultados de sus investigaciones, así como de sus intervenciones, en función de esos criterios previamente establecidos por la comunidad discursiva y profesional a la que cada psicólogo, como científico y técnico, se suscribe.

      En función de estos presupuestos básicos que orientan el quehacer investigativo en general, se han descrito dos polos enfrentados: el de las tendencias objetivistas, cuantitativas y positivistas, y el de las tendencias subjetivistas, cualitativas y construccionistas, como se ve en la siguiente figura.

      Figura 2.1. Un esquema para el análisis de supuestos acerca de la naturaleza de la ciencia social

      Fuente:

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