Desafíos en la formación de psicólogos de las organizaciones y el trabajo. Группа авторов

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Desafíos en la formación de psicólogos de las organizaciones y el trabajo - Группа авторов

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paradigmático como pseudociencias.

      Aquí estamos hablando del enfoque psicológico conductista, comportamental o cognitivo conductual (según la acepción que cada uno quiera tomar de él). Este enfoque se autoproclama como el verdaderamente científico y a partir de allí, como un acto político más que epistemológico, impone a los demás paradigmas sus criterios de validación y desconoce que en el campo de la ciencia no existe un único régimen de verdad. No obstante, algunos ingenuamente creen en esta presunción y suponen que solo las aproximaciones de corte empíricoanalítico que incluyen acercamientos por la vía de los experimentos y los análisis de datos cuantitativos son las que verdaderamente pueden ser consideradas como científicamente válidas. Es más, existe la tendencia a admitir que “la madurez científica de un área determinada se corresponde con un mayor grado de cuantificación y que sólo los datos cuantitativos son la última instancia válida o de alta calidad” (Guba y Lincoln, 2002, p. 115).

      Todo esto se constituye en una moda epistemológica, quizá de larga duración, pero moda al fin y al cabo, que desconoce las demás formas de hacer ciencia, de validar los resultados y de aproximarse empíricamente a la realidad. Esto deriva en un obstáculo para la comprensión de las posibilidades alternativas y múltiples, que son igualmente útiles, válidas y legítimas en el campo de la ciencia, y en un impedimento para entender epistemológicamente que existen muchas formas de acceder a la verdad científica y que es una falacia que las aproximaciones hegemónicas heredadas de las ciencias naturales son el único y legítimo régimen de verdad científica.

      Por eso se debe advertir a los estudiantes sobre la existencia de múltiples regímenes de verdad, consecuentes con la coexistencia de múltiples paradigmas de investigación científica, que a su vez pueden fecundar diversas estrategias y perspectivas de la intervención profesional en el campo de la POT. Se trata pues de superar el prejuicio político, no epistemológico, de impronta positivista, cuantitativa y funcionalista, y de advertir la coexistencia de otros modelos de ciencia que conciben la dimensión construida de la realidad, la capacidad de agencia de los sujetos, el reconocimiento de la dimensión subjetiva cognitivoemocional (no solo racional) en la orientación de las acciones de los sujetos en los contextos de trabajo. Igualmente, existe la posibilidad de comprender que nuestra acción profesional no tiene por qué atender única y exclusivamente a los intereses del mercado, la alta gerencia o el capital, sino que es posible concebir que los intereses humanos, tales como el placer, el bienestar, la felicidad y la calidad de vida, son también susceptibles de ubicarse como metas de la intervención del psicólogo en el trabajo y las organizaciones, y superar el prejuicio de que quien se ocupa de esto lo hace en detrimento del logro de la eficiencia económica y de la eficacia organizacional. Hay que señalar de manera contundente que creer que el bienestar humano se opone a la eficacia organizacional es un falso problema. Por el contrario, la investigación muestra que, a mayor nivel de bienestar humano, mayor nivel de productividad. Quienes trabajan en lo que desean lo hacen mucho más y mucho mejor, por lo cual son más prósperos económicamente y más felices subjetivamente.

      Se trata pues de trascender los prejuicios que una parcela hegemónica de la ciencia impone como criterio de verdad, para advertir la pluridisciplinariedad y la condición multiparadigmática de la ciencia. Se debe entender que existen no solo múltiples regímenes de verdad, sino también de acción, y lo que debe comprenderse es que en la ciencia convive “una pluralidad de métodos y de objetos, asociada a una visión común de conocimiento” (Granger, 1920, p. 42).

      Un ejemplo de pugnas y prejuicios paradigmáticos: las pruebas proyectivas, tan vulgarizadas en el ejercicio profesional de la psicología de los recursos humanos

      En la evaluación psicológica con pruebas suele caerse en el prejuicio de que los test se dividen en pruebas objetivas y pruebas proyectivas, y que estas últimas no tienen utilidad, pero profundizar un poco en la historia permite encontrar que esta clasificación es también hija de la ignorancia y la rivalidad paradigmáticas.

      En la historia de la evaluación y la investigación en psicología del siglo XX las proyectivas permiten ver casi como un termómetro las fluctuaciones en la hegemonía discursiva sobre la ciencia. Así, a comienzos del siglo las proyectivas tuvieron dominancia en la evaluación, con un auge en la década de los treinta, para decaer luego de la Segunda Guerra Mundial por la hegemonía cuantitativa, y fluctuar de ahí en adelante; tuvieron un repunte en la década de los sesenta, que tanto reivindicó la subjetividad, y menguaron en la década de los ochenta por la influencia del paradigma biológico en los programas de psicología (Basu, 2014; Blatt, 1975; Piotrowski, 2015). Esta pugna dio lugar a dos maneras de abordar las proyectivas, que coinciden con lo planteado por Burrel y Morgan (1979) como enfoques subjetivo y objetivo. Una línea que buscó cumplir con los criterios psicométricos y positivistas para pertenecer al club de la ciencia, pero corrió el riesgo de caer en generalizaciones y manuales de significados fijos, y otra que continuó con la singularidad del caso, pero terminó relegándose de la discusión y las publicaciones científicas.

      Actualmente, desde la hegemonía psicométrica, que es cuantitativa, positivista y nomotética, se sesga la formación del psicólogo y se promulga la incapacidad de las proyectivas de cumplir su cometido, porque carecen de validez y confiabilidad. Pero como se ha visto a lo largo de este capítulo, esto es un prejuicio paradigmático, porque la psicometría no es la medida de todas las cosas, y su crítica acérrima contra las proyectivas es árida porque no existe un paradigma mejor que otro.

      La crítica es viable, pero no la desvalorización desde la ignorancia. Las pruebas proyectivas se enraízan en los paradigmas interpretativos si se revisan con la propuesta de Burrel y Morgan (1979), pues su esencia es lúdica y hermenéutica, y su proceder es idiográfico. Desde la perspectiva clásica psicométrica se busca el error, lo cual es incongruente con las pruebas proyectivas, pues las respuestas suelen ser historias y dibujos, y no números. ¿Cuál es el error de una narración o un dibujo? Desde la perspectiva de la respuesta al ítem la crítica tampoco prospera, porque ni las narraciones ni los dibujos son ítems de cuestionarios (Jenkins, 2017). Incluso el concepto de pruebas objetivas encarna cierta falacia, porque lo que es objetivo es la naturaleza mecánica de su calificación (Bornstein, 2007).

      Esta historia suele ser poco conocida por los psicólogos y ejemplifica una deformación en la formación de profesionales, pues al no haber conciencia ni conocimiento sobre el paradigma en el cual se apuntala el ejercicio, se cae fácilmente en la crítica desde la psicometría, o desde su uso de manera positivista y nomotética, con manuales de significados fijos a la manera de recetarios, bajo la creencia de que es el único uso posible. Y al final se deja de lado la dimensión interpretativa, clínica e idiográfica, que es una posibilidad en el ejercicio tanto clínico como organizacional. A esto se enfrenta a diario el proyectivo, y su reto es la paciencia. Abusando de Schiller, sabe que, contra la hegemonía cuantitativa, hasta los dioses luchan en vano.

      Algunos prejuicios que obstaculizan el debate de la psicología

      En términos generales, podríamos considerar que la subsistencia de los prejuicios en la incursión epistemológica obedece no solo a la deficiente formación metódico-epistemológica de los profesionales, sino también a un conjunto de vicios (prejuicios) que operan como obstáculo para el sostenimiento de un debate racional, disciplinado y democrático, que debe caracterizar el modo de hacer ciencia en general. A todo esto se le suma que los profesionales en general no se dedican a la investigación propiamente dicha, lo que facilita los efectos de deformación de los psicólogos y permite el surgimiento de creencias como que algunos enfoques son más válidos que otros a la hora de hacer ciencia, ya que ningún enfoque se puede arrogar por sí mismo la totalidad de la verdad sobre los hechos psicológicos (Braunstein, 2012).

      Otra dificultad que tenemos es la de encarar los debates suponiendo que la propia postura es legítimamente válida, mientras

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