Política y memoria. Virginia Martínez

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del presente, y genera nuevas preguntas. Hoy, en medio de la crisis iniciada en 2008, cuando se incrementan las críticas al modelo neoliberal, el autor se plantea la interrogante: “¿se puede realizar un cambio redistributivo acelerado sin tener una respuesta violenta —e incluso antidemocrática— por parte de la derecha en América Latina?”

      3. La legitimidad adquirida por la democracia luego del cierre del ciclo dictatorial de la región, relegitimación en la que confluyeron, por distintos motivos, derechas e izquierdas. Esta nueva carga de valor se apoya, luego de las redemocratizaciones, en el trípode de sustento conformado por los gobiernos representativos, un discurso de derechos humanos y el modelo económico neoliberal. Cuando el giro a la izquierda de algunos gobiernos y el nuevo dimensionamiento de la política cuestiona alguno de los sostenes de ese andamio, el edificio se debilita. Sin embargo, en la visión de Vázquez, el mismo prestigio adquirido hace hoy más costoso dinamitarlo. Pese a ello, a la luz de las recientes experiencias (Honduras, Paraguay) las circunstancias locales parecen ser determinantes hacia el futuro latinoamericano.

      4. El papel adquirido por los derechos humanos en la conformación de un sentido político común. Democracia y derechos humanos, en tanto integrantes del trípode mencionado, son conceptos complementarios y tensionados entre sí a un tiempo. Vázquez advierte que la esencia de esta tensión se encuentra en su pertenencia a distintos ámbitos originarios: el de la moral y el político pragmático de la vida institucional. Tensiones que se expresan en las dudas entre el deber ser y la estabilidad de los procesos. De modo que el “Nunca más” aparece siempre como una formulación interrogativa también para nuestro continente.

      5. La apertura presente de un nuevo y ampliado espacio de violaciones de los derechos humanos, en cuyo seno el Estado ha dejado de ser el único monopolizador de la violencia. Claro que ese nuevo Estado no ha rescindido plenamente su función. Pero algunos de sus órganos, como los poderes judiciales, exhiben incapacidad para garantizar la vigencia de estos derechos. En agregación/sustitución de este achicamiento funcional han aparecido nuevos actores, que el autor individualiza como: el modelo económico generador de “ciudadanías de baja intensidad” y la violencia entre particulares expresada en los poderes fácticos, en empresas nacionales y trasnacionales conculcadoras de múltiples derechos y otras expresiones de violencia horizontal que se ejerce en un mundo donde ella se ha complejizado.

      La propuesta de Vázquez hace evidente aspectos de lo que tienen que decir aquellos pasados conosureños a las presentes luchas por los proyectos futuros de nación latinoamericana, en una época hondamente transformada y trastornada incluso por el cuestionamiento de la viabilidad de alguna de las nociones que, como la nación, están involucradas en su análisis.

      Con esta propuesta conclusiva se invita a los lectores a recorrer las páginas que siguen, que contaron con numerosos apoyos institucionales, entre los que destacan la colaboración directa de Araceli Leal, Giovanni Pérez y Diana Rodríguez.

      Referencias

      Caetano, Gerardo (2008). “Hacia un ‘momento de verdad’: las investigaciones sobre el destino de los detenidos desaparecidos (2005-2007)”, Sociohistórica, núms. 23-24, pp. 199-249.

      García Canclini, Néstor (2002). Latinoamericanos buscando un lugar en este siglo, Buenos Aires, Paidós.

      Jelin, Elizabeth (2005). “Exclusión, memorias y luchas políticas”, en Daniel Mato (comp.), Cultura, política y sociedad: Perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires, clacso, disponible en <http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/mato/Jelin.rtf>, consultada el 12 de marzo de 2013, pp. 219-239.

      Jelin, Elizabeth (2002). “Los sentidos de la conmemoración”, en Elizabeth Jelin (comp.), Las conmemoraciones: las disputas en las fechas “in-felices”, Madrid, Siglo xxi, pp. 244-251.

      Koselleck, Reinhart (1993). Futuro pasado: para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós.

      Rabotnikof, Nora (2009). “Política y tiempo: pensar la conmemoración”, Sociohistórica, núm. 26 (segundo semestre), Buenos Aires, pp. 179-212.

      Waldman M., Gilda (2007). “Presentación”, en Maya Aguiluz Ibargüen y Gilda Waldman M. (coords.), Memorias (in)cógnitas. Contiendas en la historia, México, unam-ciich, pp. 11-18.

      Yerushalmi, Yosef Hayim (1998). “Reflexiones sobre el olvido”, en Yosef Yerushalmi et al., Usos del olvido, Buenos Aires, Nueva Visión, pp. 13-26.

      1. Los golpes de Estado: ayer, hoy y mañana

      Los cuarenta años del golpe de Estado de 1973 en Uruguay

      Gonzalo Varela Petito

      Introducción

      A efectos de explicar la crisis que desembocó en el golpe de Estado y en la dictadura que se extendió de 1973 a 1985 en Uruguay, es necesario analizar variables de índole económico, social y político entrelazadas. Uruguay tuvo, desde principios del siglo xx, una contradicción de largo plazo entre, por un lado, un Estado con una legislación social avanzada —de las más avanzadas del mundo hacia 1920—[1] y, por otro, una base económica limitada. Su población, que en 1910 era de alrededor de un millón de habitantes y hoy es de poco más de tres millones, no varía mucho porque el país tiene un escaso crecimiento poblacional desde principios del siglo xx (y una fuerte emigración a partir de la década de 1960), lo que configura un mercado interno pequeño y una economía que depende de la exportación. En la época de la que hablamos, las exportaciones se componían en un 90% de productos agropecuarios (carne, lana, cuero y derivados) generados por un empresariado nacional[2] poco innovador, poco dinámico y, por tanto, con baja capacidad de respuesta a las variaciones del mercado mundial.[3] Ya desde mediados de los años cincuenta se planteaban problemas serios, pero entre 1961 y 1971 aproximadamente, hubo una coyuntura exportadora muy mala, ocasionada por el Reino Unido y la Comunidad Económica Europea (antecedentes de la actual Unión Europea) —los principales socios comerciales de Uruguay— que fijaron un sistema de cuotas de comercio y prevenciones sanitarias que hundieron más la economía del país. Es importante señalar, no obstante, que hacia 1973, cuando se produce el “autogolpe” de Estado presidencial, los precios de las materias primas agropecuarias habían mejorado mucho, lo que hace suponer que este fue uno de los cálculos manejados por los golpistas. Se esperaba que la nueva dictadura tendría un cuadro económico satisfactorio, lo que entre otras cosas permitiría un aumento del salario real.[4]

      Conflicto social

      La coyuntura económica especialmente mala de la década de 1960 habría de tener una repercusión social negativa magnificada por la tensión de largo plazo arriba señalada. Influyó además que Uruguay —al igual que Argentina— tuviera una modernización temprana en el siglo xx, si se lo compara con el resto de América Latina. Se trataba de sociedades muy urbanizadas, sin una población campesina numerosa que manifestara “hambre de tierras”, con desarrollo de la industria (sobre todo en Argentina), el comercio, las finanzas y, especialmente en Uruguay, de los servicios del Estado. Independientemente de su reducido tamaño en territorio y población —o tal vez ayudado por dichas variables—, Uruguay constituía en los años sesenta un país con 80% de su población repartida en centros urbanos, un Estado paternalista y un gasto público creciente, que se mantuvo desde principios del siglo con relativa autonomía del ciclo económico, aun bajo gobiernos de sesgo conservador.[5] Sin embargo, prácticamente desde el inicio se planteó un conflicto latente o manifiesto, pues había núcleos de intereses, empezando por el sector agroexportador,

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