V Congreso iberoamericano de personalismo. Группа авторов
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Por esta razón, yo soy de la opinión, y esto es algo que también intentaré fundamentar, de que Levinas no puede ser considerado personalista. La noción levinasiana de Rostro es la más cercana a este concepto filosófico, cristiano y católico. De todos modos, hay muchas salvedades que conviene hacer a este respecto.
El texto que presento comenzará exponiendo de modo abreviado el pensamiento de cada uno de estos autores, empezando por Wojtyla. Mi interpretación del filósofo devenido papa, se acotará a su obra “Persona y Acción”38, que es su texto más fenomenológico. En cambio, en cuanto a Levinas intentaré abarcar un poco más: tanto “Totalidad e Infinito”, como “De otro modo que ser”, y “Descubriendo la existencia con Husserl y Heidegger”. La idea es hacer una exposición y una interpretación de estos autores, no solo a partir de sus textos, sino también de algunos de sus comentadores y especialistas más renombrados. Después del análisis y presentación del pensamiento de cada uno, sacaré algunas conclusiones en la que intentaré demostrar que entre estos dos autores, a pesar de sus diferencias, se pueden establecer varias similitudes. La diferencia fundamental entre ambos, intentaré hacer ver, tiene que ver con el origen del que parte cada uno. Sin embargo, esta diferencia no sólo no los separa, sino que puede ayudar a complementar las dos filosofías, en cuanto a sus concepciones antropológicas.
Wojtyla: desde el tomismo a una fenomenología ontológica.
El filósofo polaco se forma en teología (1948) en un tomismo escolástico, que podríamos calificar de demasiado rígido. Garrigou-Lagrange era por aquella época, la autoridad en la materia, en el Angelicum de Roma, y es a quien Wojtyla elige como director de su tesis de doctorado: “La fe según San Juan de la Cruz”. Esto le traerá, según cuentan sus comentadores y biógrafos, Buttiglione es uno de ellos, varios dolores de cabeza. Por lo que cuando vuelve a Roma para estudiar filosofía, ya no se siente más atraído por el Aquinate, y decide especializarse en ética, para lo cual se pone a leer a un filósofo católico, que propone una ética desde una perspectiva poco conocida hasta el momento en el ámbito eclesiástico como la fenomenología. Se trata de Max Scheler, un hombre difícil según cuentan las crónicas, que además se convierte de grande a la Iglesia católica y luego de un tiempo la abandona. Conviene acotar aquí que Scheler, en su época católica escribe un texto cuyo centro conceptual es precisamente la persona. Se trata del famoso librito que muchos hemos estudiado: “El puesto del hombre en el cosmos”. Probablemente uno de los primeros textos que no apela ni a Boecio ni al Aquinate para definir la realidad personal del ser humano. La tesis de Wojtyla se titula: “Valoración sobre la posibilidad de construir la ética cristiana sobre las bases del sistema de Max Scheler” (1954). Según comenta J. M. Burgos, “este momento fue central en su evolución intelectual y él mismo lo ha reconocido en diversas ocasiones” (Burgos, J.M., en Fernández Labastida, F. – Mercado, 2007):
“Debo verdaderamente mucho a este trabajo de investigación [la tesis sobre Scheler]. Sobre mi precedente formación aristotélico-tomista se injertaba así el método fenomenológico, lo cual me ha permitido emprender numerosos ensayos creativos en este campo. Pienso especialmente en el libro Persona y acto. De este modo me he introducido en la corriente contemporánea del personalismo filosófico, cuyo estudio ha tenido repercusión en los frutos pastorales” (Juan Pablo II 1996: 110).
El giro hacia la fenomenología vendrá más adelante, siendo el filósofo polaco ya obispo de Cracovia. Por esta época, Wojtyla recibe en conversaciones filosóficas en su casa Arzobispal al por entonces profesor de la Universidad de Cracovia, Roman Ingarden. Gracias a éste autor, Wojtyla toma contacto con la fenomenología ortodoxa. Así en 1969 escribe “Osoba i Czyn”, “Persona y acción”. La primera edición es en polaco, sin embargo, hay una segunda edición, “The acting person”, en colaboración con la filósofa Anna Teresa Tymieniecka, que se publica en inglés, ya que la autora residía en Estados Unidos. No obstante, la mayoría de los comentadores concuerda en que esta edición inglesa traiciona el texto original polaco. Nosotros trabajamos sobre una versión castellana que apareció en 2011 en ediciones Palabra y que es una traducción de Rafael Mora directamente del texto polaco original.
Para comenzar nuestro análisis filosófico de la obra de Wojtyla, uno de los textos claves a leer que reflexiona sobre este importante libro del futuro papa es uno muy poco conocido y difundido, que escribió el mismo Emmanuel Levinas sobre la filosofía del Cardenal Wojtyla para la revista de teología “Communio” del año 1980. El artículo que escribe el filósofo de origen lituano es bastante breve, se parece más al género reseña que a un artículo propiamente dicho sobre Wojtyla. De hecho, comienza diciendo lo siguiente: “[soy] un filósofo [que] resume el método fenomenológico de uno de sus antiguos colegas, convertido Papa…”. Luego aclara que no hablará de la obra teológica de su Santidad Juan Pablo II, sino que se “permitirá algunas observaciones al pensamiento filosófico de Su Eminencia el cardenal Wojtyla”39. El texto no hace ninguna crítica ni marca diferencias con su propia concepción de lo fenomenológico en general. En él más bien describe casi con neutralidad la posición del filósofo-papa con respecto a “su” fenomenología, y sí marca diferencias entre él método fenomenológico seguido por el Cardenal Wojtyla y el método fenomenológico propuesto por Husserl.
Cito textualmente el texto de “Communio”, la fenomenología del Cardenal Wojtyla
“apela, sin reducirla, a una ‘filosofía de la conciencia’; es decir, probablemente, sin seguir a Husserl, su fundador, en lo que éste llama ‘Reduction’ que lleva a la ‘conciencia pura’ y al idealismo trascendental. Por tanto, a distancia de Husserl y, todavía más, de Heidegger, citado una sola vez en el libro sobre la Persona y la acción. Sin duda, reivindicando la Fenomenología, el Cardenal se atiene a lo que se llama el primer Husserl, el de las ‘Investigaciones Lógicas’ (1900-1901) a las que se vinculan también Scheler, toda una serie de alumnos de antes de 1913 y, también, el gran filósofo polaco Roman Ingarden, filósofos fieles sobre todo a la distinción entre el pensamiento y lo pensado, sensibles a la objetividad irreductible del correlato del pensamiento intencional, incluso emotivo y de este modo, precisamente, a la objetividad de los valores, lo que permite, como hemos visto, la introducción de la verdad en la decisión de la voluntad” (E. Levinas, 1980).
La observación del filósofo francés es muy pertinente, pues pone al filósofo polaco en el lugar de los primeros discípulos del fundador de la fenomenología aun sin haber participado de este primer grupo de discípulos, aquellos del Círculo de Gontinga, entre quienes se cuenta a Edith Stein (1891-1942), Theodor Conrad (1861-1969), Hans Lipps (1889-1941), Alexandre Koyré (1892-1964), Jean Hering (1860-1966), Dietrich von Hildebrand (1889-1977), Hedwig Martius (1888-1966), Roman Ingarden (1893-1970), Moritz Geiger (1880-1937) y el propio Max Scheler (1874-1928). Muchos comentadores llaman a estos primeros fenomenólogos “realistas”, ya que éstos consideran que con la aparición en 1913 de “Ideen zu einer reinen Phänomenologie