V Congreso iberoamericano de personalismo. Группа авторов

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la “masa” está la fuerza del hombre. (…) Dios se hace invisible apenas aparece la masa.” (Löwith, De Hegel a Nietzsche, 1968, p. 40)

      El hombre masificado, el número que forma parte de la muchedumbre, lleva una vida inauténtica, una existencia sin sentido, y por tanto sin un yo personal. En este caso no se puede establecer una verdadera relación con Dios: sólo una relación fantástica fruto de la imaginación.

      Por lo dicho, llegar a ser un individuo será la tarea eterna de la vida.

      Segundo punto de encuentro: la noción de persona e individuo

      Hemos mencionado en la introducción del presente trabajo que el concepto central del personalismo está puesto en la noción de persona como síntesis de los movimientos antagónicos que llevaron a polarizar a la sociedad del momento gracias a los individualismos y colectivismos instaurados. Como tal síntesis, logra rescatar al individuo bajo el concepto de persona, pero sin dejar de señalarle su deber de solidaridad y responsabilidad para con la sociedad.

      Por el lado de Kierkegaard, anticipamos en el diagnóstico cómo realiza una profunda crítica a su época, dirigida a diferentes flancos: al pensamiento reflexivo, que en la figura de Hegel, aplana la realidad quitándole toda pasión y, en el intento de crear grandes sistemas, deja de lado al hombre, o, lo que es peor, hace del hombre un momento más de la historia universal. A la masa, ya que en ella el individuo, al intentar fortalecerse en la cantidad, diluye peligrosamente su singularidad, y a la cristiandad, la otra cara de la masa, esa especie de cristianismo acomodaticio que nada tiene que ver con el Cristo por el cual vale la pena vivir y morir.

      Respecto de su crítica a las nociones de masa y cristiandad es contundente. No sólo anuncia, sino que también denuncia en relación a la “humanidad” que el principio de unificación no es positivo, porque convierte en débiles a los individuos, masificándolos. Solo siendo un sí-mismo individual, podrá el hombre realizar lo que tiene de universalmente humano. El “sistema universal”, refiriéndose claramente a Hegel, se ha desentendido en su dispersión histórico-universal del significado del ser del hombre. “No se desconoció el significado del hombre en general, sino el sentido de que tú y yo, él y nosotros, somos hombres, cada uno por sí mismo” (Kierkegaard S., Papirer). La “humanidad pura”, entendida también como “cristiandad”, es una “comunidad” puramente “negativa”, que aplana a los individuos nivelándolos.

      “No podemos decir que la idea de socialismo y de comunidad salven a la época… El principio de asociación (…) es un subterfugio, una dispersión, un engaño de los sentidos, cuya dialéctica consiste en esto: los individuos se enervan cuando se los fortalece; se los vigoriza por el número, reuniéndolos, pero tal cosa, desde el punto de vista ético, constituye una debilidad.” (Kierkegaard, Crítica del presente).

      Está claro que no es una cuestión de “fuerza”, lo que “salva” al hombre. La respuesta no está en el conglomerado, en la muchedumbre, en lo universal sino, en el mismo individuo, el singular. En danés, Enkelte significa “el Singular”. El que se diferencia de todos por ser distinto, aludiendo a lo que cada uno tiene de propio e intransferible a los otros hombres. En palabras de José García Martín:

      “todo den Enkelte es necesariamente individuo, pero no todo individuo es en forma imperiosa den Enkelte. Ser den Enkelte es ser más que simplemente individuo. Pero no algo completamente distinto. “Den Enkelte” surge de las entrañas mismas de la individualidad, por encima y a partir de ella, pero no a pesar o al margen de ella. Es una potencialidad que se encuentra inscrita en el mismo individuo humano, pero que se manifiesta in concreto, en éste o aquél como tal. Den Enkelte se opone a lo que no es de manera propia una individualidad: a la copia o ejemplar (Exemplaret), a la masa o multitud, el género, es decir, a todo aquello que destruye o anula la individualidad (Enkeltheden).” (García Martín, p. 72).

      ¿En qué radica la ejemplaridad del individuo? En los Diarios, Kierkegaard afirma: “Un ejemplar es una copia o un espécimen. Es decir, un individuo que es un uno, un número, que no tiene entidad propia, sino en cuanto que pertenece a una especie, género o multitud. Es individuo en tanto que unidad, pero intercambiable con cualquier otro” (Ballabeni, María Laura, 2015). Lo enunciado, se justifica para las simples cosas, que por sí mismas no poseen ninguna particularidad, sino que la adquieren o se las damos, conforme sea nuestra relación con ellas. La verdadera dificultad, denuncia Kierkegaard, aparece cuando esta ejemplaridad es aplicada al hombre individual, al individuo singular, al existente. Y tal es el caso de Hegel quien “sólo concebía el concepto del ser, pero no su realidad, que siempre es individual.” (Löwith, 1968, p. 212) En este sentido, los seres naturales son sólo determinaciones contingentes, limitadas, que adquieren su realidad y su verdad en virtud de la Idea de la que son determinaciones. Por eso dirá Hegel que “lo finito y lo infinito sólo hacen uno; lo verdadero, la infinidad verdadera es la unidad de lo finito y lo infinito”. (Hegel G. W., 1971, p. 154). Y reitera: “todo lo que no es la idea absoluta, es error, turbiedad, opinión, esfuerzo, albedrío y caducidad”. (Hegel G. W., 1968, p. 725) De lo expuesto, Kierkegaard deduce que Hegel no llegó jamás a presentar una existencia “real”, sino meramente “conceptual”, ya que según su parecer este pretendió identificar la esencia con la existencia y la esencia, sostiene Kierkegaard, concierne a lo universal, mientras que la existencia a lo singular “en cada caso mi propia y tu propia existencia, para lo cual es decisivo ser o no ser.” (Löwith, De Hegel a Nietzsche, 1968, p. 211)

      Por eso la necesidad de actuar como correctivo de su época y trabajar a contracorriente de esa “deshonesta confusión que… pretende enseñar un impiadoso desprecio por aquello que es la primera presuposición de toda religiosidad, ser un hombre individual”.

      En este sentido, en 1848 elabora una crítica a la identificación moderna entre pensamiento y ser. Esta vez se detendrá no sólo en Hegel, sino también en otros filósofos modernos importantes: “lo que confunde toda la doctrina de la “esencia” en la lógica, está en darse cuenta de que se trabaja siempre con el “concepto” de existencia. Pero el concepto de existencia es algo ideal, y la dificultad está precisamente en ver si la existencia se resuelve a base de conceptos.

      “Para un solo animal, una única planta, un hombre individual, la existencia (ser-o no ser) es algo decisivo; un hombre individual no tiene una existencia conceptual. El modo en que la filosofía moderna habla de la existencia demuestra que no cree en la inmortalidad personal; la filosofía en general no cree, sólo entiende la eternidad en los “conceptos”. (Kierkegaard S., Papirer)

      La eternidad personal: he aquí el problema con el que tiene que hacer frente cada individuo como existente. Volvemos a afirmar: el individuo es algo más que su concepto. En fuerte polémica con Hegel, Kierkegaard afrontará la categoría desde un punto de vista metafísico-religioso: el individuo es imagen de Dios. Leamos este texto de 1850:

      “Cuántas veces he escrito que Hegel hace de los hombres, en el fondo, como los paganos, un género animal dotado de razón. Porque en una especie animal vale siempre el principio: el individuo es inferior a la especie. El género humano tiene la característica, precisamente porque cada Individuo ha sido creado a imagen de Dios, de que el Individuo es superior a la especie.

      Que todo esto se pueda tomar en vano es horrible: lo concedo. Pero el cristianismo consiste en esto, y en el fondo la batalla se debe dar aquí”. (Kierkegaard S. , Papirer)

      Conclusión

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