V Congreso iberoamericano de personalismo. Группа авторов

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(2017). Persona y acción. Trad.: Juan Manuel Burgos. (3ª ed). Madrid: Palabra.

      30 “Podemos descubrir la verdadera base ontológica del ‘algo’ a qué nos referimos, cuando usamos términos triste, desagradable, desafortunado, malo, malvado, etc., pero sólo después de haber comprendido plenamente lo que ese ‘algo’ pretende ser.” (von Hildebrand, 1962, p. 60)

      La categoría de individuo en el pensamiento kierkegaardiano como antecedente del movimiento personalista.

      Universidad Católica de Santa Fe

      Resumen

      Kierkegaard es el autor sobre el que más se han tenido interpretaciones diversas. Para algunos puede ser llamado el Padre del existencialismo moderno –incluso del que niega la trascendencia- para otros, del personalismo cristiano. Si entre las características del personalismo una de ellas es la que destaca “el valor absoluto de cada persona independientemente de sus cualidades”, no es difícil encontrar en Kierkegaard un auténtico antecedente de dicho pensamiento.

      Uno de los temas esenciales de su filosofía es el del “individuo”. Su cometido será esclarecer el sentido de la existencia para despertar la conciencia de la individualidad, y así poder hacer frente a la inevitable desingularización que le impone el mundo, como una secuela del hegelianismo. La clave, según Kierkegaard, consistirá en aceptar que cada uno es un comienzo absoluto respecto de la especie. Tal condición se deriva de la categoría de individualidad: toda la humanidad está en cada hombre, ésta es la determinación esencial de la existencia humana.

      Nos proponemos en este trabajo analizar los puntos de encuentro entre el pensamiento de Kierkegaard y el personalismo, en tanto dos respuestas epocales a situaciones críticas que tendieron a disolver al individuo en un todo impersonal.

      Palabras clave

      Individuo – Singular – Humanidad – Personalismo - Respuesta

      Introducción

      De todos modos, hubieron de pasar casi 100 años para que su obra pudiera salir de su Dinamarca natal, fuera conocida internacionalmente, y generara profundas influencias en diferentes áreas del saber, encontrando tierra fértil en la filosofía, en la teología, en la psicología y en el arte también. Si hubiese permanecido recluido solo al ámbito de la literatura, como un escritor literario, utilizando una expresión suya, y como otros también lo vieron, nos hubiéramos perdido la posibilidad de conocerlo como el padre que fue, aunque sin progenie.

      Sobre esta última corriente mencionada haremos pie con el propósito de reflexionar sobre las posibles vinculaciones entre el pensamiento de Kierkegaard y el personalismo, en tanto dos respuestas a situaciones críticas que tendieron a disolver al individuo en un todo impersonal.

      Aproximaciones iniciales

      Sabemos que el personalismo surge en Europa de entre guerras (1919-1939) y nace como reacción a dos movimientos sociales imperantes: el colectivismo, representado por el marxismo en su vertiente derecha y el nazismo y fascismo, de izquierda, quienes colocan a la sociedad por encima de la persona supeditando su valor a la adhesión a proyectos colectivos y, por otro lado, el individualismo, representado por el capitalismo salvaje, quien promueve a un individuo autónomo y egocéntrico colocándolo por sobre la sociedad.

      Frente a uno y otro movimiento, el personalismo supo dar respuesta, rescatando de cada uno sus elementos esenciales para asumirlos en otra forma de comprender al hombre.

      Entre las características más relevantes del personalismo encontramos la que destaca “el valor absoluto de cada persona independientemente de sus cualidades” (Burgos, 2013). Este será el concepto clave que definirá a toda filosofía personalista ya que “el concepto de persona constituye el elemento central de la antropología”. (Burgos, 2013)

      Por lo dicho, no es difícil encontrar en Kierkegaard un auténtico antecedente del mencionado pensamiento, como tampoco estaría mal calificarlo como un “reaccionario”, un “contestatario” de su época, a la que él describe como nivelador. Uno de los temas centrales de su pensamiento es el “individuo” y más exactamente, el individuo que hay que llegar a ser, podría decirse, el individuo que se auto-realiza. La labor de Kierkegaard será intentar dilucidar el sentido de la existencia para despertar la conciencia de la propia individualidad, y así poder hacer frente al grave proceso de desingularización que le impone el mundo, como resultado del hegelianismo, donde toda realidad individual sólo es una manifestación contingente, alienada de la idea absoluta. El punto clave, según Kierkegaard, consistirá en aceptar que cada uno es un comienzo absoluto respecto de la especie. Tal circunstancia se deriva de la categoría de individualidad: toda la humanidad está en cada hombre, ésta es la determinación esencial de la existencia humana.

      Primer punto de encuentro: respuesta a la época.

      “Despertados por el impacto de la experiencia del abatimiento y del asesinato de millones de personas durante la primera mitad del siglo pasado, los personalistas realizaron una lucha político-social de ideas, y propusieron un concepto fuerte de la dignidad de la persona y una ética personalista igualmente fuerte e imperturbable, requiriendo –frente al materialismo, evolucionismo y liberalismo, y sobre todo frente al colectivismo Estalinista y Hitleriano– un respeto incondicionado de cada persona humana.” (Seifert, 2013, p. 5) Estas palabras las refiere J. Seifert, en su análisis sobre el libro de J. M. Burgos, Introducción al Personalismo, dejando en claro que el propósito de este proyecto filosófico es ser respuesta a una situación terriblemente acuciante. De hecho, el mismo Burgos, en el mencionado libro dice que “el personalismo surgió… como movimiento de respuesta colectiva a un complejo conjunto de cuestiones sociales culturales y filosóficas…” (Burgos, 2013, p. 7), respuesta que emergió por un cúmulo de situaciones que involucraron cuestiones políticas, económicas, religiosas, éticas, ideológicas, en definitiva, cuestiones puramente humanas.

      Yendo a Kierkegaard, puede decirse sin mayores dificultades, que su pensamiento es también respuesta a una época, a su época. “Su ‘singularidad’”, en palabras de Löwith, “no consiste en una absoluta separación, sino que brota de una reacción compleja contra las condiciones del mundo de entonces”. (Löwith, De Hegel a Nietzsche, 1968, p. 159)

      En ese mundo complejo, su tarea de observador, le

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