V Congreso iberoamericano de personalismo. Группа авторов

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su época, a simple vista inmoral, se halla enferma como también lo está el individuo y la enfermedad que los aqueja es la reflexión…

      Deliberaciones en torno al diagnóstico de su época: reflexión, cristiandad, masa

      Reflexión

      La reflexión desbordante es, según Kierkegaard, la enfermedad que aqueja a su época. No es que en sí misma la reflexión sea mala, “ella es el medio por el cual se establece una distancia con todo lo dado. En este sentido es positiva, ya que conduce al hombre por encima de lo fáctico. Con ella se lleva a cabo la apertura de horizontes de posibilidades y de idealidad: en la medida en que la reflexión sirva de clarificación para la acción y mientras siga siendo un momento subordinado al servicio de la voluntad de decisión, se la debe valorar positivamente.” (Ballabeni, 2007) La dificultad estriba en que la reflexión tiene la tendencia a autonomizarse. Según el danés, éste es uno de los legados de Hegel.

      La reflexión domina al hombre convirtiéndolo en un “pensador objetivo”, en quien se ha enfriado toda pasión. En donde subsiste una disposición a la acción, ella actúa inhibitoriamente a través de reflexiones que la sofocan. Impotente, tiene que contemplar cómo todo lo que lo animaba es tragado por ella. Así destruye la reflexión toda inmediatez e ingenuidad y produce un completo estancamiento, poniendo todo en duda y no dejando subsistir ninguna exigencia, ninguna institución, ninguna autoridad. De esta manera, conduce a un colapso de los valores y vínculos transmitidos. Todos los límites se borran, las inhibiciones y los tabúes se derrumban. Así, la época de la reflexión es una “época de la disolución” y de la “desmoralización”. “La inmoralidad de nuestro tiempo no consiste quizá en el contento y en el goce… sino en el… desprecio rotundo del hombre individual”. (Löwith, De Hegel a Nietzsche, 1968, p. 162)

      Cristiandad

      También les reprocha a sus contemporáneos el haber caído presa de un “enorme espejismo”: creer ser cristianos por el sólo hecho de vivir en un país cristiano y pertenecer a la Iglesia del Estado.

      Es sabido que Kierkegaard distingue al cristianismo de la cristiandad, ésta última es una ilusión, un engaño. Y su obligación moral es desenmascarar esta ilusión,

      “lo quiero porque si no lo hiciera tendría remordimiento por toda mi vida, tendría remordimiento si me dejara impresionar por el hecho de que la generación actual puede encontrar maravillosa e interesantísima una exposición verdadera del cristianismo; pero que, no obstante, esto, permanece tranquila en su posición, es decir en la ilusión de ser cristiana y en la ilusión que la comedia religiosa de los pastores sea precisamente el cristianismo.” (Kierkegaard S. , Il Momento, 1951, p. 33)

      Lo contradictorio de la cristiandad, entre otras cosas, se encuentra en que anima a los hombres a ser cristianos, pero no tanto. Abonaría la idea de la tibieza o mediocridad. La “Cristiandad” es una determinación puramente extrínseca, tal como resulta de la pertenencia a una feligresía eclesiástica. No se puede creer ser cristiano sólo porque se invoca esa pertenencia, tal cosa tiene que conducir a una “imagen deformada”, una “caricatura” y a una “edición de segunda de lo cristiano”, una edición de segunda en la que, tal como lo expresa el danés, pululan errores tipográficos que perturban el sentido, así como comentarios y añadidos insensatos”. Y la situación de la Iglesia Luterana de Dinamarca facilita, según Kierkegaard, que el cristianismo desaparezca de la sociedad danesa: “La situación efectiva de Dinamarca es ésta: que no sólo el cristianismo – el cristianismo del Nuevo Testamento- no existe, sino que su existencia se ha convertido en imposible.” (Kierkegaard S. , Il Momento, 1951, p. 36) “Los mil pastores daneses son en realidad funcionarios públicos, pagados por el monarca, que tienen un interés pecuniario y desean mantener sus privilegios sociales.” (Fazio, 2007, p. 90) Por eso Kierkegaard abogará incesantemente por la separación entre la Iglesia y el Estado.

      Masa

      Cuando en 1848 estalla en Francia una “revolución republicana” que depone al “Rey Ciudadano” Luis Felipe Igualdad, las repercusiones llegan a Alemania, Austria e Italia y también a Dinamarca. Kierkegaard escribió en su diario ‘he aquí el advenimiento de la muchedumbre; y juntamente el Estado Totalitario’.

      “Al mismo tiempo que Kierkegaard una cantidad de pensadores dijeron lo mismo en toda Europa: Donoso Cortés en España, Nietzsche y Goethe en Alemania, Solowief y Dostoievski en Rusia, Antonio María conde de Rosmini Serbatti en Italia: todos saludaron el advenimiento de la República Perpetua y la Restauración Perpetua en el mundo; cuya proclama hizo Marx en 1857 con su Manifiesto Comunista. Ha llegado al mundo algo nuevo: la Revolución de masas.” (Castellani, 1973, p. 194).

      ¿Qué es lo que caracteriza a la masa? La indiferencia respecto de la calidad y la atención puesta en la cantidad, la existencia masiva como acomodamiento al promedio. El hombre masificado, el número que forma parte de la muchedumbre, lleva una vida inauténtica, una existencia sin sentido, y por tanto sin un yo personal. Existir en masse, es decir, al “por mayor”, despersonaliza, cosifica, nivela. La referencia al “por mayor” destaca la cantidad y en la cantidad, las cosas no difieren entre sí, lo único que las individúa es su materialidad y nada más. Sin embargo, es lo que para Kierkegaard caracteriza a su época:

      “la inmoralidad de (la) nuestra época quizá… sea el depravado odio panteísta hacia los sujetos particulares…Todo, todo debe estar junto; la gente quiere disolverse en la totalidad histórico-universal; nadie quiere ser un individuo humano existente. Esto quizá sea provocado por los numerosos intentos de apegarse a Hegel... La gente teme que si se convierte en un individuo humano existente desaparecerá sin dejar rastro (…) y si encima se le ocurre al individuo desembarazarse de Hegel no le será posible ni siquiera ser el destinatario de una carta.” (Kierkegaard S., 2010, pp. 349-350).

      Y aquí nos encontramos con la otra cara de la Cristiandad: la sociedad del hombre-masa, del público, de la existencia inauténtica del número. “Todo lo que es masa, es desde el punto de vista cristiano eo ipso algo perdido; porque la ‘masa’ desde el punto de vista cristiano es la categoría de la perdición. La salvación estará en la masa sólo cuando todos se hicieran individuos y dejaran de ser masa, sólo entonces sería posible que todos pudiesen ser salvos.” (Kierkegaard S. , Papirer)

      Considerar al hombre como masa depende de la determinación animal de la naturaleza, “corresponde perfectamente a la imagen del animal sentirse seguro cuando se encuentra en el rebaño y sentirse en peligro al separarse del rebaño” (Löwith, De Hegel a Nietzsche, 1968, p. 40). Incluso el hombre-masa, el número, el público, deberá entenderse con la muerte. Y no se muere “en masa”, sino individualmente.

      Frente a Dios sólo cuentan los individuos: el número no tiene ninguna importancia:

      “el número (…) es lo que no existe en la eternidad. En la eternidad… cuanto mayor el número, más fácil para ella deshacerse de él. (Pero) Es muy duro para la eternidad

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