V Congreso iberoamericano de personalismo. Группа авторов

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virtudes y valores epistémicos. Ensayos de epistemología contemporánea, UNAM, México 2011, 299-321.

      25 D. Carr, Educating the Virtues. An Essay on the Philosophical Psychology of Moral Development and Education. London – New York: Routledge, 1991, pp. 8-9.

      26 A. MacIntyre, Tras la virtud, Barcelona: Ed. Crítica, 1987, p. 239.

      27 G. Gurvitch, Las tendencias actuales de la filosofía alemana. E. Husserl - M. Scheler - E. Lask - N. Hartmann - M. Heidegger, Buenos Aires: Losada, 1939, pp. 89 ss. T. Urdánoz, Historia de la filosofía, VI) Siglo XX: De Bergson al final del existencialismo, Madrid: BAC, 1988 (2a. ed.), p. 417: Para Scheler, “los valores son irreductibles al ser; los valores valen, pero ‘no son absolutamente’”.

      28 C. Grave, Nietzsche. Crítica de la voluntad de verdad, México: Eds. Monosílabo – UNAM, 2018, pp. 21 ss.

      29 M. Beuchot, Republicanismo, hermenéutica y virtud, México: UNAM, 2017, pp. 20-21.

      Afectividad y adecuación al objeto según Dietrich von Hildebrand

      Maria Isabel Gonçalves de S. N. Silva

      Universidade de São Paulo (FFLCH/USP) – Brasil

      Resumen

      La afectividad de la persona humana tiene importante papel en su autorrealización, en la medida en que, conociendo el bien y eligiéndolo voluntariamente, la persona responde afectivamente al objeto deseado. Esa respuesta porta un contenido – la valoración del sujeto ante el objeto – y, a la vez, pode adecuarse o no al valor e importancia del objeto que es su razón de ser. Para Dietrich von Hildebrand, una afectividad madura es constituida de experiencias afectivas verdaderas, cuyo valor ontologico asemejase al del objeto de las respuestas afectivas y en que tales respuestas se adecuan a ello. Este trabajo buscará comprender como se da la adecuación de la respuesta afectiva a su objeto como presentada por von Hildebrand, mirando la formación de la esfera afectiva según los valores de los objetos.

      Palabras claves

      Adecuación - Afectividad - Intencionalidad - Objetividad - Fenomenología

      La autorrealización de la persona abarca no solo el bien captado por la inteligencia y la subsiguiente elección por la voluntad, sino toda la persona, incluso su afectividad. Es verdad que es necesario que la inteligencia reconozca el bien y la verdad, y que la voluntad elija el bien según el presentado por la inteligencia. Pero también es verdad que, en todas las acciones voluntarias, libres, los afectos tienen su papel. Es más perfecto, desde la perspectiva de la autorrealización, hacer el bien por querer hacerlo (voluntad) y disfrutar haciéndolo (afectos), que hacerlo sin cualquier respuesta afectiva o con una respuesta afectiva contraria al bien del objeto. La esfera afectiva contribuye para la autorrealización de la persona humana en la medida en que las respuestas afectivas son adecuadas al objeto. Por ejemplo, si el objeto es bueno, hay que tener una respuesta afectiva adecuada: alegría, amor, etc.

      Dietrich von Hildebrand (2001, p. 37) subraya que las respuestas afectivas, intencionales, tienen una dimensión objetiva, no sólo subjetiva. Es decir, aunque el sujeto – la persona humana – sea el núcleo en qué radican las respuestas afectivas, la valoración del afecto pasa por la adecuación del objeto, según su naturaleza. Por lo tanto, el objeto al que apuntan las intenciones no puede ser desplazado de la respuesta, ya que esa separación “destruye su intrínseca sustancialidad, dignidad y seriedad”.

      La objetividad de la afectividad, para von Hildebrand, no se reduce a la consideración del objeto por sí mismo. “La objetividad sólo se puede encontrar en aquella actitud que responde adecuadamente al objeto, a su sentido y a su atmósfera” (2001, p. 101).

      Así, la alegría que uno siente por encontrar la persona amada es objetivamente diferente de la alegría que uno siente al comer algo que le apetece. Ambas son auténticas alegrías, pero la primera es adecuada a un objeto más elevado que la posterior, por su nivel ontológico mismo. Además, es posible sentir alegría sin que el objeto lo reclame, pero por defecto del sujeto. Por ejemplo, si uno siente alegría al ver una desgracia.

      Sin embargo, es notable cierto descrédito a la esfera afectiva de la persona, que, para von Hildebrand, se debe a la separación de la experiencia afectiva de su objeto. Pero las respuestas afectivas no pueden ser desvinculadas de sus objetos, simplemente porque son precisamente ellos que motivan y revelan la naturaleza de ellas. Más aún, son su “razón de ser”.

      El intento de este trabajo es comprender el papel de la adecuación al objeto de las respuestas afectivas, desde la perspectiva de Dietrich von Hildebrand, y engendrar una formación de la afectividad según los valores de los objetos.

      Para eso, en primer lugar, discutiremos cómo evaluar los objetos de las respuestas afectivas, por la clave de la importancia del objeto y del binomio valor vs. satisfacción. Después, comentaremos brevemente algunos presupuestos sobre la intencionalidad de la afectividad y, por fin, abordaremos la cuestión de la adecuación de las respuestas afectivas a su objeto. Esos temas están principalmente en El corazón – un análisis de la afectividad humana y divina y Ética Cristiana, que constituyen nuestra bibliografía principal.

      1. Importancia, valor y satisfacción

      Hay una distinción de las clases de importancia:

      a.Importante en sí mismo.

      b.Subjetivamente importante

      c.Bien objetivo para la persona

      Los dos primeros producen un estado subjetivo de agrado, pero difieren en la motivación de la voluntad. El subjetivamente importante mueve el sujeto por la satisfacción que le causa, al paso que el importante en sí mismo lo mueve por el valor del objeto, por su cualidad intrínseca, que se impone como autónoma y objetiva, admitiendo grados de superioridad e inferioridad. Hay valores más elevados que otros: cuidar de un hijo enfermo es objetivamente más elevado que ver una película, por ejemplo.

      La tercera clase de importancia tiene participación en las dos primeras, como su síntesis. Pero no por eso hay que decir que sea el dato último en el campo de la importancia, pues la supremacía está siempre de parte del valor o de lo importante en sí mismo. Sin embargo, eso encuéntrase presupuesto en el bien objetivo para la persona.

      Para von Hildebrand, lo que en definitiva decide la moralidad de las acciones es que tiendan hacia un valor o hacia una satisfacción subjetiva. El valor es como “el corazón y el alma del ser” (ibid., p. 106), una propiedad de las cosas, presentada con el “carácter primigenio de la significación misma de las cosas, aun independientemente de cualquier voluntad o deseo humanos”

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