Nuevas letras. Camila de Gamboa Tapias

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Nuevas letras - Camila de Gamboa Tapias страница 16

Серия:
Издательство:
Nuevas letras - Camila de Gamboa Tapias

Скачать книгу

3.1.2. Adriana Cavarero

      Adriana Cavarero establece una diferencia entre la palabra horror y la palabra terror. La palabra terror implica el acto de temblar, lo que significa que exista miedo físico. Cuando hay terror la víctima tiende a escapar, los antiguos griegos se refieren al terror como el miedo que se tiene a la posibilidad de morir en la guerra. Cavarero hace alusión a la guerra de mezquitas en febrero de 2006, donde hubo un conflicto religioso entre chiitas y sunitas, lo cual implicó la participación de grupos islámicos-nacionalistas, yihadistas, etc. En dicha guerra bastó con una amenaza de atentado suicida para que el terror y el pánico consumieran a la gente; es entonces cuando Cavarero se refiere a “cuerpos contiguos, presos del pánico y capturados por la física del terror” (Cavarero, 2009).

      A diferencia de la palabra terror, el horror alude a tener los pelos de punta, lo que supone de manera drástica el congelamiento de la persona al estar presente en una escena. La repugnancia está inscrita en la palabra horror, es por eso que el desmembramiento se asocia al horrorismo. Afectar la unicidad del cuerpo humano es esencialmente un atentado a la ontología del ser humano. La singularidad del cuerpo es importante para la huida que implica la necesidad de escapar de la guerra, mientras que en la escena del horror al presentarse el desmembramiento la huida no es una opción en la víctima. Cavarero, por lo tanto, nos presenta dos ejemplos: el primero hace referencia al caso de una joven chechena que perdió su vida en un atentado y su padre tiene que reconocer su cuerpo, pero, para sorpresa de él, su hija quedó reducida a una cabeza nada más. El segundo ejemplo hace alusión a la iconografía de la Revolución francesa en la cual se guillotinaba a los enemigos y se usaban las cabezas como triunfo simbólico (Cavarero, 2009).

      Para representar el horror, se toman dos mujeres de la mitología griega, Medusa y Medea, las cuales reflejan un crimen a la ontología del ser. Medusa es una mujer sin cuerpo, con mirada espeluznante y un alarido que espanta a cualquiera. Caravaggio dibuja su cabeza chorreando sangre y con su boca abierta, la imagen no necesita palabras ni sonidos para representar el horror. Medea es madre y comete infanticidios, al matar a los niños los desmiembra, reflejando de manera directa el horror (Cavarero, 2009).

      En la guerra existen escenas tanto de terror como de horror; Cavarero toma como ejemplo La Ilíada de Homero, en donde el terror se ve inminente en la muerte y el horror se refleja al jalar el cuerpo muerto con un carro y mientras que este avanza su descomposición es cada vez más notoria. Así mismo, en la guerra existen el inerme y el vulnerable. El vulnerable hace referencia al acto de aprovecharse de la herida de la víctima, mientras que el inerme significa que la víctima no tiene armas para defenderse (Cavarero, 2009). Con todo esto, Cavarero intenta demostrar que la violencia contemporánea está compuesta por horrorismo, ya que el terrorismo hoy en día es una palabra con un significado pequeño para los verdaderos horrores de la guerra, en donde se presentan formas de violencia atroces que llevan a analizar la situación desde un punto vista diferente dependiendo desde donde se vea, si se hace desde los zapatos de las víctimas o desde los zapatos de los victimarios.

      Víctimas y victimarios, ni santos ni monstruos. El Grupo de Memoria Histórica colombiano ha concentrado todos sus esfuerzos en mostrarnos a las víctimas como sobrevivientes a las atrocidades, y a los actores como sádicos, desalmados, sin humanidad. Pero cabe preguntarse hasta qué punto estos estereotipos son correctos, si verdaderamente las acciones y personajes que las perpetran son monstruos o si, por el contrario, son gente común (Todorov, 1993).

      A la luz de lo anterior, creemos que en el caso colombiano se ha evitado la comprensión del victimario, se le ha clasificado siempre como atroz y terrorífico, pero no nos hemos tomado la labor de entender sus motivaciones, el funcionamiento de la moral en sus almas, y en ese punto el Centro de Memoria tiene una profunda deuda con la población. Otro punto por comprender es que la memoria no debe responder a un proyecto político, no se debe concentrar en la reconstrucción de los hechos desde una sola perspectiva y centrar de tal forma toda la responsabilidad en las víctimas, se debe incluir también a las diversas instituciones, los relatos y confesiones de quienes han cometido crímenes, para así poder construir un relato neutral.

      Debemos entender que aquellos que nosotros llamamos culpables o perpetradores son, al igual que nosotros, seres humanos, que no existe una línea definitiva que separe el ellos del nosotros y que, por el contrario, se puede visualizar una relación entre ambas partes. Lo anterior puede ejemplificarse, ya que en muchos de los casos los sobrevivientes a los campos de exterminio reconocen en sus agresores humanidad, aceptan sus acciones, comprenden sus sentimientos y se hacen partícipes de su realidad; una vez más, es necesario afirmar que la memoria no solo puede partir de los hechos, sino que, a su vez, requiere una identificación y comprensión de aquellos que en el pasado hicieron daño.

      Otro aspecto que se debe mencionar es que los victimarios pueden ser al mismo tiempo víctimas, tal y como lo ilustra el Grupo de Memoria Histórica a través del ejemplo de unas mujeres que vivieron alrededor de diez años a la merced de un grupo rebelde, el Ejército de Resistencia del Señor; estas mujeres fueron obligadas a casarse con comandantes de alto rango y tuvieron que mantener a sus hijos contiguos a las bases del ejército rebelde; tiempo después decidieron escapar y empezar una vida nueva en la ciudad de Gulu, puesto que en sus pueblos de origen fueron estigmatizadas como criminales por haber estado relacionadas con un grupo insurgente. Por lo anterior, podría decirse que Todorov es consecuente con sus palabras al señalar que no se debe tildar a los victimarios como personas violentas, crueles, inhumanas y degradantes.

      Las masacres colombianas mencionadas anteriormente describen la definición de horror que Cavarero plantea en su libro Horrorismo. Para Cavarero, el horror tiene que ver con la repulsión que implica el desmembramiento del cuerpo, irrespetando la ontología de este. Los paramilitares, en el caso de Trujillo, reunían grupos de personas para horrorificarlos, pero a una de las personas la aterrorizaban y, posteriormente, la dejaban libre como testigo de lo sucedido. Cavarero diferencia el horror y el terror, de modo que el horror implica congelamiento (no poder huir), mientras que el terror solo implica miedo y la víctima es capaz de huir (Cavarero, 2009). El fin de este tipo de barbaries implica la deshumanización de las víctimas y un ultraje a su dignidad, todo esto como la muestra de la violencia contemporánea que se vive en el conflicto interno.

      En el caso de la masacre de El Salado, ocurre algo similar, dado que en este lugar los paramilitares asesinaron de manera brutal a los que ellos pensaban que pertenecían a algún grupo guerrillero sin siquiera saber si la información era verídica, el horror se toma este territorio; según Cavarero, antes de hablar del terrorismo es preciso tener en cuenta la repulsión de los actos cometidos por los paramilitares, por lo tanto, se usa el concepto de horrorismo como reflejo de los actos violentos realizados por los paramilitares, los cuales reflejan la deshumanización de las víctimas por presuntos estigmas que rondaban por la población (Cavarero, 2009).

      La masacre de Bojayá ocurrió cuando la guerrilla de las FARC optó por arrebatarle el territorio al grupo paramilitar AUC, el cilindro bomba fue detonado y apuntado a la iglesia principal del pueblo, en donde hubo cientos de muertos y la mayoría de estos quedaron en pedazos, mientras que los sobrevivientes vivían el horror al ver a niños y adultos desmembrados alrededor del recinto sagrado. Las víctimas de esta masacre, en términos de Cavarero, serían denominadas como inermes, ya que la situación vivida durante el horror de la guerra implicó que no tuvieran escapatoria alguna y, por ende, no pudieran defenderse. A su vez, el asesinato sistematizado cometido por los actores armados supone quitarle la dignidad a las personas (Cavarero, 2009).

      La inmensa burocratización de los procesos

Скачать книгу