Rodolfo Walsh en Cuba. Enrique Arrosagaray

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Rodolfo Walsh en Cuba - Enrique Arrosagaray

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era ir a tomar cerveza.

      ¿En aquellas reuniones Rodolfo encajaba bien?

      Mazzaferro: Encajaba bien, bien. Era más vale callado, pero encajaba bien.

      ¿Usted Poupée, también lo recuerda a Walsh encajando bien en las reuniones de los viernes?

      Poupée Blanchard: Sí porque Rodolfo siempre se divertía, po­nía un gran entusiasmo y se divertía en serio -piensa y agrega su detalle agudo-; y porque siempre se destacaba.

      Con relación a su producción literaria, Timossi, ¿para el 58 vos lo recordás prestigiado a Walsh?

      Timossi: Rodolfo estaba prestigiado. Sí. Y sobre todo los cuen­tos que él hacía y que nos leía en esas reuniones. Y nos dejaba lo­cos. Más para mí que recién comenzaba -balbucea-. Cuando leía cuentos…

      ¿Los leía él?

      Timossi: Sí, los leía él. Rodolfo era un hombre serio. Poupée era…-se sonríe sin encontrar palabras suficientes para describir un digno contraste-. Estaba también Clarita Fernández Moreno, la hermana de César. Rodolfo tenía un gran sentido del humor. Todo el grupo lo tenía. No por nada en ese grupo estaban Quino y Carlos del Peral.

      Lo mismo le preguntamos a otro argentino, que ya mencio­namos por boca de Brascó. Es un hombre de la vieja guardia de la agencia cubana y frecuentador de la noche intelectual porte­ña de los finales de la década del 50. Nos referimos al Chango Muñoz Unsaín, radicado en un rincón de difícil acceso del ba­rrio Miramar, en La Habana, frente a los estudios de grabación “Ojalá”, del poeta y cantante Silvio Rodríguez. Muñoz Unsaín cuenta que trabajó para la oficina de Prensa Latina en Buenos Aires desde febrero del 59 y que cuando Fidel visitó Buenos Aires en mayo, cubrió la presencia del flamante mandatario cubano jun­to a Carlos Aguirre.

      El Chango es alto, de dicción perfecta y pausado -podría ha­ber sido locutor-, mide cada palabra porque sabe que lo que tiene para decir puede causar algún escalofrío.

      ¿Era un tipo prestigiado Rodolfo?

      Muñoz Unsaín: Entre los llamados literatos serios, no. Tenía la fama de los cuentos policiales en Leoplán. Pero no era conside­rado un literato. Era un cuentista policial aceptable. Y desde lue­go, el libro de los fusilamientos… ¿cómo se llama?

      Operación Masacre.

      Muñoz Unsaín: Sí. Sí, ése le dio fama como periodista, inves­tigador y denunciador. Pero para mí, para mí -subraya con la voz y con los gestos-, desde mi opinión política personal, lo salvable de Rodolfo fue su rebelión contra el militarismo montonero. Ahí sí asume una actitud valiente y digna y seria.

      La presencia de Walsh en Leoplán contada por Miguel Brascó, que estaba dentro de esa revista que hizo época y escuela, permi­te intuir cómo fue la incorporación a la vida de Walsh de quien resultaría ser un amigo profundo, de esos que sólo los separa la muerte. Nos referimos a Francisco Urondo.

      Usted, Brascó, tenía también una relación de tipo laboral con Walsh. ¿Es así?

      ¿Qué hacía Walsh en humor de Leoplán?

      Brascó: Por ejemplo el texto de “La Cólera del Justo”. Rodolfo era muy erudito…-y una vez más se le entromete Francisco Urondo en su recuerdo, como si no lo pudiera separar de la imagen de Walsh-. Urondo era una especie de protegido mío. Venía de Santa Fe. Yo había sido celador de él en el colegio nacional.

      ¿Y se portaba bien?

      ¿Y Paco aprendió a escribir?

      ¿En qué marco se veía con Walsh?

      Muñoz Unsaín: En Buenos Aires nos veíamos ocasionalmen­te, en los bares…

      ¿Cómo era la pareja de Walsh con Poupée?

      A veces nos íbamos a comer, también con Pajarito García Lupo…-los recuerdos le afloran con forma de risa ante lo que aparece como incoherente, entre las concepciones políticas y las conductas personales-. En ese momento en la Argentina, pen­sábamos que si Alemania era enemiga de Inglaterra, algo bueno tenían que tener los alemanes. Rodolfo venía de Tacuara, cuan­do Tacuara era una organización juvenil nacionalista, no nazi. No digo que Rodolfo militaba en Tacuara, pero venía del nacio­nalismo. Y Pajarito, que también venía de un nacionalismo anti­judío, se había enamorado de Elsa Jascalevich y se había casado con ella. Rodolfo y Poupée, Pajarito y Elsa y yo y mi mujer de en­tonces, teníamos algunos lugares al margen de los lugares con los demás. Era un lugar en la cortada

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