Rodolfo Walsh en Cuba. Enrique Arrosagaray

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Rodolfo Walsh en Cuba - Enrique Arrosagaray

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¿Qué hago yo? ¿Quiero seguir así y ser un aventu­rero? ¿O yo tengo que ir a esta oficina en Río de Janeiro? ¡Tengo que ir a esta oficina! -y se siente tan joven otra vez-. Entonces esa locura me lleva al consulado brasileño en La Paz y le digo al cón­sul que yo quería ser poeta, escribir y que si él me podía ayudar. “Bueno” -me dijo- “yo te pago un viaje en tren en segunda clase des­de Santa Cruz de la Sierra hasta San Pablo”. ¿Tú sabes cómo se lla­maba ese tipo? Thiago de Mello, el gran poeta brasileño, somos como hermanos cuando nos encontramos.

      Amadeu Thiago de Mello tenía 33 años apenas cuando le hizo este favor a Timossi. Publicaban su poesía desde casi una dé­cada atrás y ya parecía un veterano. Fue tres veces jurado del Premio Casa de las Américas. Es reconocido como “el escritor del Amazonas” en donde nació, el lugar más verde del planeta.

      ¿Cómo fue ese viaje?

      Timossi: Thiago me consigue un avión de la Fuerza Aérea Boliviana, por supuesto gratis, que me llevaba hasta Santa Cruz. Santa Cruz no era antes lo que es ahora, un emporio del narco­tráfico. Era como la colonia con calles de barro, bueyes llevando el agua, jesuitas con fusiles al hombro, y el tren aquél, señor, es el tren más sensacional que yo he tomado en mi vida. Ese tren sa­lía de Santa Cruz de la Sierra y llegaba hasta el Río Grande, en donde matarían a Tania después. No había puente. Tenías que desembarcar del tren y subir a unas carretas tiradas por bueyes, con las maletas, con todo y llegabas hasta la orilla del río. Ahí había unos tipos bra-si-le-ño-bo-li-via-nos, casi desnudos, tiran­do de unas chalupas, hasta el otro lado en donde esperaba otro tren. Bien. Una vez que te montabas en el otro tren, atravesabas el Matto Grosso. ¡¡El tren paraba en la selva!! Venían los indios en pelotas a venderte pescado, fruta. O bien se subían en la loco­motora hasta otro punto de la selva. Y después de cuatro días de viaje terminabas en San Pablo. ¡¡Pero ojo!! Ese tren era de con­trabandistas, era un garito total, hombres y mujeres. Las mujeres con la pistola en la cintura. Se jugaba a los dados, de todo. Era un garito los cuatro días. Bueno, en San Pablo me ayudó otro poe­ta, Murilo Méndez, estuve dos o tres días en su casa. Un lujo. Y finalmente llegué a Río. Toco timbre, en ese momento había un uruguayo, Germán Kohn; y había un portugués, jefe de esa ofici­na de Prensa Latina de cuyo nombre no quiero ni acordarme, por­que el hombre era un fascista total. Me presenté y Kohn me dijo “¡Ya! ¡A trabajar aquí!” Y me quedé trabajando, no haciendo despa­chos sino en los servicios especiales, artículos especiales. Dependía directamente del área que Rodolfo manejaba desde La Habana.

      ¿Época…?

      Timossi: Fines del 59 o principios del 60. Por eso digo que Walsh cambió mi vida: determinó mi vida con aquel comentario.

      ¿Y hay que agradecérselo o reprochárselo?

      Timossi: Se lo debo agradecer infinitamente, infinitamente… Yo siempre he sido muy querido acá -en Cuba-, no sé por qué. En la primera época los cubanos me decían: “¡pero tú no pareces argen­tino!” Y ése era el mayor elogio. Tuve mucha suerte. Quizá guiado por tener imágenes como la de Rodolfo, como la de Paco, como la de Pirí Lugones. ¡Pirí, que me enseñó a escribir!

      ¿Sí?

      Timossi: El primer artículo que escribí en mi vida, fue para una revista que dirigía Pirí. Era sobre un circo. Yo era tan malo, que fui al circo como diez veces, me parecía que siempre me fal­taba algo. Y entre tantas veces que fui me hice amigo del doma­dor de elefantes. Tenía cuatro, entre ellos una hembra. Un día voy y veo un animal menos y le digo al domador, en broma “¡Se te murió la elefanta!” Sí, me dijo. Lo único que se me ocurrió decir­le fue “¿y dónde has enterrado la mole esa?” “¡No!, me dijo, cuando se muere un elefante no se entierra, se vende a una fábrica de jabón”. Y de ahí salió el título del artículo: “Una elefanta se convierte en una pompa de jabón”.

      Hablando de Pirí, ¿ Era una mujer divertida?

      Timossi: Pirí…-se admira, respira hondo- era divertida y áci­da. Se iba a los extremos.

      ¿Por qué Rodolfo puede haberse enamorado de Pirí?

      Timossi: Rodolfo debe haberse enamorado de la inteligencia de Pirí. La inteligencia. Pirí era de una lucidez; sumamente lúci­da, sumamente lúcida. Con unas salidas, con unas improntas…

      ¿Y por qué ácida?

      Timossi: Y ácida porque de repente te podía decir “¡por qué usás esa camisa que es de maricón!” Decía eso y enseguida estaba en otra cosa. Te dejaba ahí.

      La palabra de Timossi tiene una importancia especial por ha­ber sido “esposo” de la Lugones. Por la misma causa tienen va­lor destacado los comentarios extraprofesionales de Carlos Barés.

      Usted, Barés, que fue su pareja ¿Cómo era Pirí?

      Barés: Pirí era muy inteligente, muy bien informada, con un carácter difícil. Muy agradable pero podía ser muy agresi­va. Inteligente y astuta. Podía dejar a cualquiera en ridículo. A ella le gustaba ser el centro de atracción. Muchas de las cosas que hacía no tenía más finalidad que llamar la atención. Si uno la conocía poco, podía resultar desagradable. Ella era hijastra…, su madre, que era Aguirre, se separa de Lugones y se casa con Marcos Victoria, un psiquiatra muy conocido en la época, el que creó la facultad de psicología. Si quería ser desagradable, lo logra­ba. Al mismo tiempo podía ser muy afectuosa.

      Con ella estuve dos o tres años; era joven…-su relación de con­vivencia en pareja con Pirí Lugones coincide con la estadía de Walsh en Cuba-. Era una mujer muy atractiva, una belleza muy especial, muy seductora.

      ¿Qué habrá predominado en la elección que hizo Walsh?

      Barés: En Rodolfo todo esto debe haber pesado -Barés, psi­quiatra, porteño, comienza a acentuar lo que ahora agregará-. Pero cuando ella comenzaba una tarea de seducción era muy di­fícil pararla. Se lo propuso porque Walsh le resultaba atractivo y se lo enganchó. Difícilmente le fallaba a ella cuando le ponía el ojo a alguno. No es una cosa rara… Mi experiencia con ella me lo prueba. A mí me interesaba mucho ella, pero…-quiere subra­yar que él fue el levantado.

      Hablar con Poupée Blanchard de Pirí Lugones es lo más indi­cado si uno pretende acercarla. Pocas personas la trataron tan fra­ternal e íntimamente. Pero al mismo tiempo es muy difícil porque las heridas, creemos, están abiertas. Es natural.

      ¿Pirí Lugones era muy amiga suya, Poupée?

      Poupée Blanchard: Era muy amiga mía. Era la amiga más querida mía.

      ¿Cómo era ella?

      Poupée Blanchard: Era un ser insólito, muy original. Era nie­ta del poeta Lugones e hija del torturador Lugones. Cuando ella tenía 10 años, en el colegio, la maestra cuando la descubría por el apellido, le decía: “¡Ah! ¡Lugones!”, y ella respondía: “¡Sí, la hija del torturador!”. Ella tenía la virtud de largar la patada. Hacía pe­riodismo, se casó con Carlos Peralta y tuvo tres hijos. Éramos muy amigas hasta que volvimos -se refiere a la vuelta de Cuba con Walsh, en 1961-. Allí ella comenzó su relación con Rodolfo y con mucha agresión para conmigo. Era como si al conquistar a Rodolfo, tuviera que suspenderme. Lo comprendo porque tal vez Rodolfo todavía estaba agarrado a mí como mujer institucionali­zada. Esa agresión terminó con nuestra amistad. Lo lamento mu­cho porque Pirí era tan absolutamente loca -lo dice con agrado, sonriente-. Lo que me conmueve a mí es el surrealismo y Pirí era completamente impredecible. Alguien una vez le pidió su apoyo -cuenta-, ella estaba en Damas y Damitas, una revista de muje­res. Y le dijo “pero qué me venís a pedir apoyo a mi si yo estoy

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