Catorce conferencias en la Universidad Sverdlov de Leningrado (1921). Alexandra Kollontay
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“Pero no solamente ha cambiado nuestra relación respecto al matrimonio y a la familia, sino también nuestro criterio frente a la prostitución. (…) la sociedad en conjunto no reprocha a una mujer el que se acueste con muchos hombres, sino porque como la esposa casada legalmente, no ejercita ninguna actividad profesional, escurre el bulto al trabajo productivo. (…) Entre nosotros, la prostitución está condenada a desaparecer (…) Pero mientras la mujer siga todavía dependiendo del hombre a causa de circunstancias económicas caóticas y embarulladas (alusión a la NEP), seguirá produciéndose también entre nosotros la prostitución pública y encubierta. (…) Mientras las mujeres trabajen, como antes, en los oficios peor pagados, seguirá existiendo la forma encubierta de prostitución (…)” (Kollontay, A: 1921, Catorce Conferencias, Lección 13, pág. 249).
Alexandra Kollontay, en una de sus obras La nueva moral y la clase obrera (1918), contraponía el concepto de “marido” a “compañero de vida”; en el capítulo “El amor y la nueva moral” denunciaba la crisis sexual, propiciando el “amor-juego” sin coacciones ni posesión; en “Las relaciones intersexuales y la lucha de clases” analiza “el amor como factor psico-social” desenmascarando el egocentrismo y la hipocresía burguesa en las relaciones intersexuales. En la “Revolución en la vida cotidiana” reivindica la despenalización del aborto por disposición del 18/11/1920, por iniciativa y participación de la Sección de Mujeres, pese a la necesidad del aumento poblacional y en sus lecciones sostendrá que:
“Mientras no se hayan asegurado las condiciones de vida de las mujeres los abortos seguirán practicándose (…) para la mujer siempre hay algún medio, pero esa “ayuda secreta” destruye la salud de las mujeres (…) Un aborto practicado por un cirujano en condiciones normales no supone en absoluto ningún peligro (…)” (Kollontay, A: 1921, Catorce Conferencias, Lección 12, pág. 229).
La experiencia soviética plantea la necesidad de estudiar la dialéctica que existe entre la Revolución y la Liberación de las mujeres. ¿Cuán imprescindible es la revolución social con hegemonía proletaria a la liberación de las mujeres y, en cuánto dependerá esa revolución de su activa participación? Dar una respuesta implica comprender lo que se llamó desde tiempos de la Revolución Rusa, la “especificidad”, que no es otra cosa que la “doble opresión” sufrida como trabajadoras y como mujeres. Alexandra Kollontay analizó esa dialéctica y las dificultades de la propia clase obrera y su vanguardia para comprenderla. En tal sentido, expresó en sus lecciones:
“El movimiento femenino proletario está ligado de la manera más estricta e inseparable con el restante movimiento obrero y es sencillamente una parte integrante orgánica de éste. Sin embargo reincidiríamos en el error de las feministas si negáramos que no se diferencian la situación de la parte masculina y la femenina del proletariado si solo afirmáramos que ambas partes tiene en efecto un solo objetivo — el comunismo (…) Precisamente la circunstancia de que la mujer no es solo ciudadano del Estado y fuerza de trabajo, sino también madre de sus hijos, la pondrá siempre en situación especial. ( ) El proletariado no puede prestarse a ignorar estos hechos importantes cuando ahora se trata de construir nuevas formas de vida.” (Kollontay, A: 1921, Catorce Conferencias, Lección 8, pág. 151).
“(…) al principio ni las trabajadoras ni la clase trabajadora comprendieron que el objetivo final del movimiento de trabajadores traerá consigo también, al mismo tiempo, la solución del problema de la mujer. Poco a poco, a base de experiencia adquirida a alto precio durante décadas llegó a hacerse cargo la clase trabajadora de que dentro del proletariado no existe (no debiera existir) ninguna contradicción antagónica ni conflictos de intereses.” (Kollontay, A: 1921, Catorce Conferencias, Lección 8, pág. 156).
“Queremos decir que aunque la mayoría del proletariado no se dio cuenta hasta muy tarde de que la lucha por la liberación de la mujer es parte integrante de la propia lucha de clases, la vanguardia de la clase trabajadora, los socialistas, lo comprendió desde el principio. Ya los socialistas utópicos del comienzo del siglo XIX —Saint Simón Fourrier y sus seguidores — trataron del problema de la mujer. Sin embargo, los utopistas no podían descubrir las razones reales de la opresión de la mujer (...)” (Kollontay, A: 1921, Catorce Conferencias, Lección 8, pág. 160).
El retraso en la comprensión de la “especificidad” o doble opresión de las mujeres agudizó los debates dentro del Partido Bolchevique respecto de la necesidad de “organizaciones específicas” del partido y de masas y, en segundo lugar, la formación de cuadros políticos femeninos y su derecho a ocupar cargos de dirección.
Al respecto Alexandra Kollontay relata en sus Memorias que en el contexto de guerra y carestía que se vivía en abril de 1917:
“Yo comencé a lamentarme acaloradamente de que el partido no hacía nada en este sector [las mujeres]. Que había que crear una comisión o buró del partido para el trabajo entre las mujeres (…) Mi proposición consistía precisamente en que en cada organización del partido hubiera un buró especial para el trabajo entre las mujeres y que uno de los miembros de la organización del partido llevase la responsabilidad de ese sector (…) Mientras que, en la creación de un aparato especial en el partido para ello, había muchos que veían una “desviación feminista” (…) Todo esto eran jalones para la actividad futura del partido entre las mujeres trabajadoras, encaminada a atraerlas a la política y elevar su conciencia, pero también planteaba ante el propio partido y, en el futuro, ante el poder de los Soviets, problemas referentes a las necesidades específicas de las mujeres (…)”
El análisis de la relación dialéctica entre superestructura y base económica en los procesos de revolucionarización y de retrocesos y restauración capitalista es muy complejo en todos sus aspectos, en particular la opresión de las mujeres.55
Alexandra era consciente de la necesidad de incidir en la superestructura ideológica y por ello se planteó dictar estas lecciones/conferencias:
“Nuestro Gobierno soviético moviliza a las mujeres para la producción y la vida rutinaria de las mujeres se configura según principios totalmente nuevos. Nacen por todas partes normas de comportamiento colectivo, tradiciones, conceptos, ideas que hoy se orientan hacia la futura sociedad comunista. La liberación de la mujer puede convertirse en realidad sólo después de una revolución radical de las normas tradicionales de comportamiento. (…) Nosotras mismas somos testigos, hoy día, de este amplio proceso revolucionario de las normas de conducta. Por eso, también en nuestra rutina, la liberación de la mujer es parte integrante natural de nuestra vida”. (Kollontay, A: 1921, Catorce Conferencias, Lección 12, pág. 230).
Afirmamos que los debates y batallas, que como mujeres, ellas mismas debieron dar y ganar, profundizaron el carácter revolucionario de esos procesos. Pero, así también, sostenemos la hipótesis de que las conquistas que perdieron con posterioridad, preanunciaban el fenómeno restaurador capitalista.
Alexandra Kollontay, no tuvo reservas para expresar sus críticas a la NEP, y sus temores a que la línea de coyuntura desembocara en retrocesos y así lo hizo en su última lección:
“(…) la revolución de las formas de vida se ha puesto en serio peligro, de momento, por el cambio de rumbo de la economía política con el que se retrasa la liberación de las mujeres y el desenvolvimiento de nuevas formas de relación entre los sexos que debe construirse sobre la estima e inclinación mutua y no como hasta ahora sobre consideraciones de tipo económico. Pero precisamente por eso, hoy, cuando los brotes de la nueva sociedad son todavía jóvenes y vigorosos y su crecimiento puede ser detenido seriamente por elementos hostiles, es particularmente necesario hacer que consten los cambios realizados hasta la fecha en la forma en que