El golpe de Estado más largo. Gonzalo Varela Petito
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Aparte se convino que Bordaberry tomaría medidas para combatir los ilícitos socioeconómicos, controlar el tráfico de divisas y el comercio exterior, reducir los gastos del Parlamento y regularizar a los muchos funcionarios publicos “en comisión”. Se suponía que habría negociado también la intangibilidad de la Constitución y las instituciones democráticas, el compromiso del llamar a elecciones en 1976 (que luego él mismo propondría no cumplir) y que no hubiera represalias contra la Marina. La versión del acuerdo obtenida por Ahora incluía la “Aplicación rigurosa de los 19 puntos programáticos contenidos en el comunicado No. 4/73 [y] que el Consejo Nacional de Seguridad tendrá definitoria gravitación en las resoluciones importantes del Gobierno” (lo segundo sería más practicado que lo primero) así como el derecho de las ff. aa. a responder cualquier planteo político agraviante. Hubo otra reunión de casi dos horas —la más larga hasta entonces— en Boiso Lanza el mediodía del 14, a la que asistieron Bordaberry y los tres comandantes en jefe, acompañados de otras autoridades militares. Chiappe Posse hasta entonces “en operaciones” y Olazábal interino, fueron confirmados en sus cargos esa misma noche.139
IX. Sin garantías
Se distendía el sistema político, pero —balde de agua fría— el gobierno estimaba buena la coyuntura para solicitar a la Asamblea General un nuevo periodo de suspensión de las garantías individuales, con el argumento de que si bien la subversión armada estaba superada (al poco tiempo diría lo contrario) se necesitaba combatir “a fondo los ilícitos económicos que los militares consideran uno de los factores de la acción tupamara”. Al respecto había ansiedad en los medios de negocios por la pendiente reunión de los mandos militares con el ministro Cohen, a fin de ponderar medidas de reestructuración y regulación de la banca. El anterior ministro de la cartera Francisco Forteza, al final de su gestión en 1972, había remitido al Parlamento un proyecto que en palabras de Cohen preveía “un severo control del Estado”. Cohen mantuvo seis reuniones con mandos castrenses planificando medidas que serían de trascendental importancia económica. Los oficiales alegaban tener información completa sobre el funcionamiento de la banca privada y fallas de las normas de fiscalización, que permitían la especulación con tipos de cambio y maniobras dolosas en comercio exterior. La prórroga de cuarenta y cinco días de la suspensión de las garantías individuales serviría “de acuerdo a lo manifestado por voceros castrenses, para posibilitar la acción contra los ilícitos socio económicos. En este plazo, según las mismas fuentes, se regularizaría la situación de los detenidos al amparo de esas medidas de excepción”.140
Si bien seguirían las indagatorias de la justicia penal ordinaria contra algunas entidades financieras por los movimientos sospechosos de diciembre-enero, la regulación bancaria iría a tranco lento, sin perjuicio de que algunos bancos privados en quiebra ya estuvieran bajo control del Estado. En junio se sabría de un proyecto de cinco puntos preparado por Cohen, que si preveía medidas de regulación, estatización y soporte de bancos privados nacionales en problemas, excluía toda afectación de la banca extranjera operando en el país. Inmiscuirse en el sector financiero era un asunto espinoso que los militares habían excluido de su “plan político” y en el que se manejarían con pies de plomo por temor a una fuga de capitales. Lo que en cambio no sería olvidado de las causales invocadas para renovación de la suspensión de garantías sería lo relacionado con los detenidos por medidas de excepción.141
Como si no tuviera más que comentar, el 14 de febrero Bordaberry se dirigió a la Comisión Permanente del Poder Legislativo requiriendo la prórroga de suspensión por 45 días hasta el 30 de marzo. Aunque “Los acontecimientos ocurridos recientemente en la república, de público y notorio conocimiento” le habían impedido realizar adecuadamente el estudio de los fundamentos de hecho para la solicitud, pedía de todos modos la extensión temporal. Ravenna dio como motivo que no se había podido redondear el proyecto de ley especial (de Consolidación de la Paz) que en aspiración del gobierno permitiría poner fin al estado de excepción.142
La Comisión Permanente otorgó y Bordaberry habló a la ciudadanía: “Compatriotas: La Patria ha triunfado en otra dura prueba”. Contra lo que parecía él no había estado solo (el 8 de febrero había afirmado lo contrario) sino callado, “para que por encima de las palabras brillara sola la dignidad republicana de la ley” y se produjera “una ocasión de encuentro nacional”. Desgranó elogios a las Fuerzas Armadas que “no podían quedar al margen de la vida nacional”, por lo que se habían creado “los cauces institucionales apropiados para que [su participación] en el quehacer nacional se cumpla dentro de la constitución y las leyes”. Sería mediante el Cosena, que las integraría a las tareas de planeamiento asesorando al presidente, junto con ministerios hasta entonces tampoco comprendidos en la planeación, como Defensa Nacional y Relaciones Exteriores. De este modo la tarea de luchar contra la subversión adjudicada a las ff. aa. por decreto de 1971, se ampliaría para dar cabida a “la misión de dar seguridad al desarrollo nacional”. Con esto Bordaberry asumía la doctrina de las ff. aa., aunque sin citar los ya célebres comunicados. Las Fuerzas Armadas no cercenarían competencias de otros organismos, trabajarían “en estrecha relación interdepartamental”. En cuanto a “los valores supremos de libertad y vigencia del sistema democrático representativo […] nunca estuvieron en discusión”, ni él como presidente lo hubiera admitido. “Todas las instituciones de la República permanecen intactas […] Y, como lo he dicho en diversas oportunidades, solo entregaré la responsabilidad presidencial a mi sucesor electo libremente […] en la fecha que marca la constitución”. Los partidos políticos “prosiguen y proseguirán sin obstáculo […] Mal que les pese a los eternos profetas del desastre […] la histórica decisión enriquece la vida institucional de la República”. Prometió llevar una lucha implacable, no importando de donde viniera, “contra la corrupción, que corroe el cimiento moral del país […] y desquicia la economía”. Llamó a la unidad civil y militar para superar “las dolorosas cicatrices [producidas] por imperio de las circunstancias”.143
Sapelli encontró “magnífico” el mensaje; aunque reconocía que quedaba una sensación de inestabilidad, confiaba en que se restablecería la normalidad constitucional. Acción, reflejando el talante del grupo de Jorge Batlle, juzgó que el presidente daba una “visión totalmente irreal de los sucesos”. Para Ferreira se trataba de “un discurso incomprensible”: Bordaberry se proponía seguir igual, no había aprendido “nada”.144
X. Los comunicados 4 y 7
Durante la discusión parlamentaria en función de la prórroga, el ministro Bolentini sorprendió a los legisladores al sostener que la subversión tenía otras causas que la mera sedición, por lo que correspondía arrebatarle banderas con disposiciones de justicia social. El coronel —que contra lo que fuera su costumbre como subsecretario había asumido la titularidad de la cartera vestido de uniforme— respondía a los nuevos aires que soplaban desde que se conociera el programa plasmado en los comunicados número 4 y 7 de febrero.145
El No. 4, publicado el día 9, constaba de siete artículos. En un primer bloque, del 1o. al 4o. artículo, se abordaba el