El golpe de Estado más largo. Gonzalo Varela Petito
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V. Tornas en la Marina
En la Armada, luego del repliegue y el compromiso de que a cambio de su neutralidad se respetaría su autonomía, había un suspenso que empezó a resolverse el sábado 10. Algunos marinos se habían estado presentando en dependencias del Ejército manifestando adhesión al alzamiento y alrededor de las 15:00 horas, una pequeña insurrección en el Área Naval del Cerro donde se encontraban 200 efectivos, exigió unirse a las otras armas y que Zorrilla renunciara. La encabezaba el capitán de fragata Jorge Nader (a quien el mln señalara como integrante del llamado escuadrón de la muerte) secundado por el capitán de navío (por tanto de mayor rango, y sin embargo acatando a Nader) Hugo Márquez, de modo que no se suscitaba el “equívoco” de que hubiera una intromisión del Ejército o de la Aviación. Salvo que los comunicados del grupo se reproducían en las radios controladas por estos que además se solidarizaron, amenazando con represalias a quienes agredieran a los marinos rebeldes. Alrededor de las 18:00 horas el Ejército colocó barricadas y emplazó tanques cerca del puente del arroyo Pantanoso, declarándolo “zona militar” e impidiendo el acceso a la populosa zona del Cerro durante hora y media. En otra versión el corte duró solo alrededor de una hora, entre las 19:25 y 20:25, moviendo súplicas y gritos de centenares de personas necesitadas de pasar.103 Luego se reanudó el tráfico, aunque permaneció una guardia y siguió cercada por el Ejército el área del Dique Nacional, en protección de los escasos alzados de la Marina —unos treinta, diría luego Nader— que se concentraban en la cercanía del buque tenderredes Huracán, allí varado. Desde el vecino cuartel del Grupo de Artillería No. 1 en el barrio de La Paloma (Cerro Norte) donde también funcionaba una dependencia de la Fuerza Aérea, el Ejército podía operar si quería en socorro del grupo. Tras algunos disparos sin bajas, se llegó a un acuerdo de no agresión entre marinos rebeldes y leales. Mediando conversaciones en que participaron el general Esteban Cristi y el coronel Ramón Trabal, el Ejército se abstuvo de atacar.104
Zorrilla había estado en reunión con oficiales del Ejército para la mediación que le había solicitado Bordaberry, y enterado de los sucesos cuando iba camino a la misma.105 Con notable productividad, la tripulación del Huracán reparó en pocas horas la nave utilizando incluso trozos de plástico, y lo botó al agua. En tierra la rebelión naval había sido reducida y otros buques de la Armada zarparon preparados para un enfrentamiento. Un guardacostas junto al que navegaba una lancha de fusileros navales se aproximó al tenderredes intimándole rendición, pero la resolución de Nader y la voluntad de Zorrilla de evitar un choque cruento hicieron que se alejaran. El domingo 11 en la tarde otro navío, el barreminas Pedro Campbell, se sumó a la rebelión y un destructor amenazó bombardearlo, sin que se produjera zafarrancho de combate, pues en la tripulación del destructor también había simpatizantes del alzamiento o quienes no querían disparar contra compañeros de armas. Los rebeldes en el agua suscribían el “plan político” del comunicado No. 4 y un contralmirante retirado, Francisco De Castro, que había sido comandante en jefe de la Marina en 1967-1969, lideró a un conjunto de “Oficiales disidentes de la Armada” identificado con sus “camaradas” del Cerro, constituyendo un efímero Comando General de la Armada en Operaciones. Encontró oficina en el Servicio de Hidrografía de la Armada, providencialmente cercano a la sede de la Región Militar No. 1 del Ejército. De Castro era cuñado de los hermanos Zubía, lo que explica su salida del retiro. Simbólicamente los amotinados necesitaban un comandante más o menos ficto en cada arma.106 Ambos grupos navales rebeldes aseguraban ser fieles a la Constitución mientras la infringían, pero en esto no hacían más que imitar lo que sucedía a nivel de gobierno desde años atrás.
Hacia las cuatro de la mañana del lunes 11 Zorrilla se comprometió a renunciar en el plazo de una hora, toda vez que se obedecieran sus órdenes y el Huracán se alejara de puerto. El buque fondeó a cinco millas y el contralmirante dejó el cargo de comandante en jefe a las 06:00, pidiendo el relevo a Bordaberry en una carta en que reconoció que no había logrado mantener la unidad entre sus subordinados y esperando que “los actores de estos sucesos asuman su responsabilidad ante la historia”. Bordaberry aseguró “firme su propósito” de no relevarlo... pero dejando “a criterio” de Zorrilla la decisión. Se supo que el marino estaba desilusionado con la actitud poco combativa de los partidos políticos.107
Oficiales institucionalistas como los entonces capitanes de navío Noel Mancebo y Bernardo Piñeyrúa, han criticado la falta de decisión o de visión del jerarca y que no haya insistido en atraer a la Fuerza Aérea cuando esta dudaba. En posdictadura Nader alegó que se volcó al motín al saber por Cristi que era este general y no Bordaberry quien estaba trasmitiendo a Zorrilla las órdenes de desmovilización, pretendiendo además pesar en la reestructuración de los mandos de la Armada. Zorrilla se habría justificado diciendo que se trataba de “un pacto de caballeros”. Cabe señalar al respecto que en otra noticia poco conocida, adelantándose a los acontecimientos del sábado la noche del viernes 9 —“alrededor de las 19:30”— fuentes de la Aviación comunicaron a El Día, “que la Marina se plegaría a los militares de tierra y del aire en cuestión de horas” como resultado de
un contacto que el propio Comandante en Jefe de la Armada, Contralmirante Juan J. Zorrilla mantuvo con mandos del Ejército en la Base Aérea Cap. Boiso Lanza, y en los cuales [sic] se habrían hecho adelantos para un entendimiento. Voceros del Ejército confirmaron anoche […] que muy probablemente hoy [sábado 10] quede sellada de nuevo la incorporación de la Armada Nacional al Comando de las Fuerzas Conjuntas, admitiéndose sin embargo, que eso ocurra sin la participación del Comandante Zorrilla ni de algunos otros mandos navales.
Para más prueba, meses más tarde el general Ventura Rodríguez —como dijimos, intermediario de Ferreira ante la superioridad militar— ratificaría algo que el líder nacionalista dijo desconocer: que en las tratativas para encontrar una solución a la crisis el mismo día 9, se había considerado alejar elegantemente a Zorrilla dándole un puesto en la Junta Interamericana de Defensa.108 Por tanto la suerte del contralmirante estaría sellada desde antes del sábado, pues los rebeldes no se contentaban con una Marina neutral y buscaban disponer del jerarca. La variante introducida por Nader sería que en vez de que a su comandante le ordenaran o lo depusieran otras armas, prefirió que un movimiento interno lo hiciera.109
Frente a las críticas hay que ponderar que Zorrilla al ceder obedecía a Bordaberry, desde que el presidente le ordenara paralizar a la fuerza e iniciar negociaciones, para luego dejarlo varado sin comunicarle su arreglo con los rebeldes. Al igual que otros oficiales no había tenido hasta entonces casi trato ni conocimiento con miembros de los partidos tradicionales y cuando los buscó, brillaron por su ausencia. La propuesta de Ferreira le parecía inaceptable y Seregni, por las razones que explicaremos más adelante, tampoco lo apoyó. La alternativa del marino hubiera sido organizar una contraofensiva autónoma carente de sustento político, llevando el país a un derrotero de facciones militares trenzadas al estilo argentino, mientras los civiles miraban.110
De Castro declinó su improvisada comandancia que recayó en Conrado Olazábal, por ser el de la derecha entre quienes podían asumirla. Era cercano a Gregorio Álvarez, dado que participaba en el Estado Mayor Conjunto (Esmaco) por cuenta de la Armada y había sido por ello quien facilitara a Zorrilla comunicarse el día 9 con las otras fuerzas (encarnadas en los comandantes de tierra y aire, más los jefes de las cuatro regiones del Ejército en que se dividía el país, más el omnipresente Álvarez). Una vez en el cargo Olazábal manifestó su coincidencia con los comunicados 4 y 7 y evidenciando el vacío presidencial, informó que el mando le había sido “entregado” por Zorrilla. Era capitán de navío, equivalente a coronel en el Ejército, pero no existía óbice para que asumiera porque no había ningún superior en la línea de sucesión (los todavía activos como Zorrilla después de su renuncia, estaban a disposición del ministerio y no del comando).111
Queda