El golpe de Estado más largo. Gonzalo Varela Petito

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El golpe de Estado más largo - Gonzalo Varela Petito

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en su discurso de réplica al desconocimiento de Francese, el presidente “por error […] invocó un Comunicado suscrito por el Comando General del Ejército […] [pero] este Comando no firmó ningún Comunicado”. Ello desautorizaba a los alzados, en su mayoría del Ejército, y equivalía al cese de Verocay en el puesto en que signaba como Encargado del Comando General del Ejército. Sus posibilidades de controlar la situación se habían esfumado durante la noche y el día 10 pediría pasar a retiro.

      Continuando la mañana del 9, el Comunicado No. 1 de los rebeldes explicó que se habían visto obligados a ocupar las radios Carve y Montecarlo, pero que resarcirían los daños. A las 22:30 de la noche anterior, CX16 Radio Carve había recibido la orden telefónica de un oficial de que irradiara un mensaje, a lo que sus directivos se negaron, tachándolo de “noticia subversiva”. Elementos del Ejército ocuparon entonces la planta de la emisora y a la 01:10 del viernes 9 se cortó la trasmisión, para ser reanudada al alba. A media mañana llegó una partida al estudio de la radio, para suministrarle a la audiencia una prolongada tanda de música militar y comunicados. Un procedimiento similar se llevaba a cabo en Radio Montecarlo y otras emisoras y en el transcurso de la tarde en los canales privados de televisión, todos conectados —luego de “numerosas órdenes y contraórdenes desde el Comando”— en una cadena bautizada “Difusora Oficial de los Mandos Millitares” con cabeza en la emisora Montecarlo. Alrededor de las 15:30 se volvería a la programación normal, pero con prohibición de trasmitir noticieros y obligación de seguir reproduciendo los comunicados cada media hora. La cadena andebu de radio y televisión privada, por las ondas de otras ocho estaciones que no habían sido ocupadas, denunció estos actos por limitativos de la libertad de expresión, con “la pretensión de desconocer las legítimas autoridades elegidas libremente por el pueblo”.88

      El Comunicado No. 2 del Ejército y la Fuerza Aérea había exhortado a las 11:20 a la Armada a sumarse a la causa de los rebeldes, con base en los principios republicano-democráticos y “dando la espalda a personas que solo protegen intereses personales”. Era un llamado a la coexistencia, fijando un criterio que regularía las relaciones entre las tres armas durante la dictadura: mantener “la jurisdicción de la Fuerza Aérea en el espacio aéreo, la jurisdicción de la Armada en el espacio marítimo y la jurisdicción del Ejército en el espacio terrestre, para evitar así situaciones equívocas”. A las tres de la tarde otro comunicado (No. 3) pidió a la Marina, cuyo bloqueo de la Ciudad Vieja interfería en las actividades portuarias y bancarias generando “una separación más aparente que real en las ff. aa”, contribuir a la normalización del país.89 Lo mismo que le estaba demandando Bordaberry a la Armada.

      En la Base Aérea número 1 de Carrasco los aviones de combate estaban dispuestos, con municiones o explosivos. El general Esteban Cristi, oficial de línea dura al frente de la Región Militar No. 1, se dio el gusto de jugar a la guerra desplazando un aparato de blindados y transportes que atronaron las calles para apostarse en formación de batalla en el apacible verdor del Prado, no muy lejos de la sede de la Región y de la residencia presidencial de Suárez. Sus efectivos lucían armados a guerra y en las torretas de los tanques apuntaban ametralladoras abastecidas para disparar. Hacia las 17:00 horas, coincidiendo con la primera ronda de negociaciones con el gobierno, volverían a su punto de partida a imprudente velocidad.90

      Por la tarde el alto mando del Ejército que estaba funcionando en oficinas de la Región Militar No. 1, retornó a la sede del comando en la esquina de las calles Paraguay y Soriano. Un nuevo mensaje del arma anunció cerca de las 18:00 horas el nombramiento de Hugo Chiappe Posse en el cargo de “Comandante del Ejército en operaciones”, colmando el vacío dejado por la renuncia de César Martínez y el desconocimiento de Verocay. Era el general de mayor antigüedad entre los sublevados, a cargo de la Región Militar No. 3 y había sido jefe de la Casa Militar presidencial en tiempos de Pacheco Areco. En la lógica de la rebelión —que mezclaba formalidad reglamentaria con desobediencia y pugna entre facciones castrenses— Chiappe no podía ser plenamente comandante en jefe sino solo “en operaciones”, dada la ausencia de un acuerdo ministerial que lo designara. Tampoco había ministro del Interior luego que se conociera la renuncia del pachequista Walter Ravenna, por lo que en la noche un comunicado no menos importante —pues concernía al orden cotidiano— informó que en virtud de que el Instituto Policial era “parte del Ejército” a causa de su movilización por el decreto No. 314 de 1969 (siendo Pacheco presidente) la policía permanecería “a las órdenes […] del Ejército y de la Fuerza Aérea”. Esto no sería difícil de ejecutar en la capital, donde el jefe de policía era el coronel Rodolfo Zubía, hermano del general Eduardo del mismo apellido, jefe de la Región Militar No. 2 y uno de los soportes del movimiento. Rodolfo pronto sería ascendido a general y mandaría en la Región Militar No. 3 que Chiappe dejaba vacante. En otra zona del país, al iniciarse la crisis había presentado renuncia el jefe de policía de Artigas, Ariel Riani, próximo al expresidente Pacheco y a Pereyra Reverbel y único civil que quedaba al frente de una jefatura de policía departamental, siendo sucedido de facto por un militar. No obstante su dimisión, el 22 de febrero sería cesado por una resolución del Ejecutivo fundada en que todos los jefes policiales debían ser castrenses por estar el instituto movilizado y constituir fuerza auxiliar de las ff. aa.91

      En el interior renunció también el jefe de Policía de Lavalleja, coronel Walter Francese, hijo del ministro de Defensa. Había barricadas en el Apostadero Naval de La Paloma en Rocha, mientras en el cercano Batallón de Infantería No. 1 del Ejército se aprestaban cañones. En una tormentosa sesión de la Junta del Departamento, solo un edil “comunifrentista” según El Día, se manifestó en apoyo de los rebeldes.92

      A las 12:10 del mismo día 9 Sapelli —que por los contactos e insinuaciones recibidas debía tener no poca información— había vuelto a casa de gobierno en Plaza Independencia, donde se encontraba Bordaberry desde las 11:20 con políticos acuerdistas. Autoridades navales concurrirían más tarde. A las 12:25 se retiraron los quincistas Julio María Sanguinetti, Francisco Forteza, Luis Hierro Gambardella y Wáshington Cataldi, planteando a la prensa un panorama “muy difícil”; pero el reeleccionista Raumar Jude envió señales de alivio. Se fortalecía la idea de negociar. A las 13:00 horas se anunció la dimisión del gabinete para darle margen de decisión a Bordaberry. Los periodistas hicieron notar que la noticia no podría difundirse si los medios de mayor alcance seguían ocupados. A las 13:05 se retiró Sapelli. Se supo que los ministros renunciantes Luis Balparda Blengio, Juan Carlos Blanco y Walter Ravenna fungirían como mediadores, por lo que acudieron a la Región Militar No. 1, donde tras esperar 45 minutos Chiappe Posse y otros mandos les reiteraron su exigencia de renuncia irrevocable de Francese, y rechazaron la contrapropuesta de que juntamente dimitiera Pérez Caldas. Antes de salir los enviados tuvieron que esperar otros quince minutos, mientras les pasaban por delante los blindados de Cristi que regresaban a base. Bordaberry los esperaba a corta distancia en la residencia de Suárez, a la que había vuelto temprano en la tarde. A las 16:45 también en la Región No. 1, como revelaría más adelante el general Ventura Rodríguez, había terminado sin resultado otra reunión de los mandos de aire y tierra con este oficial, que se había hecho portador de la propuesta pacificadora de Ferreira (que según este contaba con apoyo del gobierno, que la había rechazado la noche anterior). Alrededor de las 18:30 Francese abandonó la Casa de Gobierno diciendo que se negociaba “una solución emparchada”. Su renuncia estaba sobre la mesa desde el día anterior y sería aceptada a las 19:15, primer resultado de la tratativa en curso.93

      Diferencias en el Ejército —el arma decisiva— impedían una definición. Apuntaban dos tendencias: los generales Cristi y Ávarez serían partidarios “de una solución muy radical”, mientras que el comandante en jefe en operaciones Chiappe Posse así como Julio César Vadora de la Región Militar No. 4, estarían por preservar una apariencia de legalidad: “que el Ejército se haga sentir en las decisiones políticas, pero sin que sus integrantes asuman de hecho [la] conducción”. El comunicado No. 8 del Ejército, Fuerza Aérea y Policía desmintió la existencia de discrepancias, pero al mes siguiente “Un alto vocero del Ejército” confirmaría a El Día “que dentro del Ejército

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