El golpe de Estado más largo. Gonzalo Varela Petito
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Nosotros no sabemos si esto llegó o no a conocimiento del señor Presidente. Sabemos simplemente que toda solución de este tipo fue rechazada por el doctor Barrios Tassano [secretario de la presidencia] lo que se explica perfectamente viniendo de este señor.
Hacemos esta precisión porque el Presidente de la República nunca buscó un contacto político [con el Partido Nacional] […] para indagar su opinión sobre estos sucesos.79
O sea que no hubo comunicación directa con Bordaberry y al insistir en que la iniciativa era de “círculos gubernamentales”, Ferreira mencionaba a “Ministros”, lo que haría pensar que el presidente dejó que estos (o este si fue solo uno) actuaran sin él directamente proponer ni comprometerse a nada.
En más declaraciones Ferreira admitió que tuvo también contacto con militares en los días de la crisis y una vez más
Reconoció […] la gestión del Presidente de la Cámara de Diputados Héctor Gutiérrez Ruiz, quien a través de Benito Medero, ofreció constituir un gobierno de unidad nacional y la realización a los 180 días de una elección nacional, previa reforma constitucional. “Esa fórmula contaba con el asentimiento de las Fuerzas Armadas [...] Y no afectaba al sistema institucional. Se recibió la negativa a través de Barrios Tassano, no sabemos si con conocimiento del Presidente de la República, suponemos que sí. A todos con quienes hice contacto les hice presente […] que nadie cometiera el trágico error de suponer que para violar las instituciones podía contar con el apoyo directo o indirecto del Partido Nacional”.
Aquí Ferreira hacía a Gutiérrez Ruiz —muy cercano a él— y no a agentes del gobierno, portador del pedido de elecciones y constitución de un gobierno de unidad nacional, fórmula que puede interpretarse como de reorganización del gabinete con pluralidad de todas las fuerzas políticas sin exclusiones, lo que el nacionalista había reclamado desde el año anterior. Pero afirmaba que hubo apoyo de las ff. aa. para la idea, cuando informaciones en posdictadura sostienen lo contrario.80 Por otro lado dejaba en firme que no apoyaría un golpe de Estado (cosa de lo que luego se le acusaría). Acción publicó palabras de Gutiérrez Ruiz asintiendo que “fueron rechazadas las sugerencias presentadas por nuestro movimiento en las deliberaciones de la madrugada”; algo similar transcribieron El País y Opinión Nacionalista.81
La duda acerca de si la fórmula fue del gobierno o del ferreirismo se aclara acudiendo a otra explicación del líder blanco, que no se difundió suficientemente:
En cuanto a la propuesta formulada por el diputado Héctor Gutiérrez Ruiz al Presidente de la República no partió de nosotros sino de [...] Ministros del Poder Ejecutivo. Ello no lo dimos a conocer en un principio —añadió— porque se entendió que la procedencia de esa fórmula, de allegados al Ejecutivo, iba a hacer más difícil encontrar la salida.82
O sea que con fines altruistas, el grupo de Ferreira habría hecho suya una fórmula de arreglo que no era suya. Pero con mucho entusiasmo, a juzgar por la persistencia con que trató de convencer a otros —de las tres Fuerzas Armadas sobre todo— de llevarla a cabo. Sumada a la maraña de declaraciones de los actores de febrero, plena de ambigüedades y mensajes en clave, la versión recogida por el embajador francés sería que Bordaberry habría exigido que junto con él renunciara Sapelli, a lo que el vicepresidente se habría negado; y Pacheco le habría instruido al vicepresidente que se abstuviera de todo movimiento.83 Por otra parte, si la 15 realmente consideró esa noche la renuncia de Bordaberry, bien se pudo arrepentir ante la perspectiva de que la sucesión de Sapelli fuera transitoria, mientras se llamaba a elecciones anticipadas, lo que podía simbolizar el triunfo de la tesis nacionalista de que las de 1971 no eran válidas. Tal vez por ello a Ferreira no le extrañó que la negativa fuera comunicada por “este señor” (Barrios Tassano) perteneciente al grupo de Jorge Batlle.
Casi a la misma hora en que el pachequista Danilo Sena se retiraba de Casa de Gobierno la madrugada del 8, lo haría también Gutiérrez Ruiz, ambos con el fracaso en el rostro. Las “importantes novedades” esperadas a las dos de la mañana no se produjeron. Mientras tanto, los sublevados daban una vuelta por las redacciones de los diarios para ver lo que imprimían y revisaban la grabación del discurso del presidente que habían incautado a fuerza de metralleta y luego devolverían a los canales de televisión 4 y 12. A las 05:00 horas Bordaberry abandonó el Palacio Estévez en compañía de Francese.84
III. Discordia militar
El principal apoyo del gobierno era la Marina. Se estimaba que contaba unos 5000 efectivos (en comparación con 17 000 del Ejército) entre los cuales un cuerpo selecto, los Fusileros Navales (o Fusna) sumaba alrededor de 700, leales a sus jefes. En el Departamento de Prensa de la Jefatura de Policía de Montevideo el día 8, se habían producido “violentas discusiones” entre altos oficiales que habían concurrido a enterarse del comunicado castrense a difundir, porque los de la Armada lo reputaban contrario a la Constitución. En la tarde se observó intenso movimiento de tropas en la zona portuaria con restricción de los ingresos, mientras los buques de guerra giraban sus cañones hacia la ciudad. En torno a las 22:00 horas, los fusileros empezaron a cerrar los accesos a la Ciudad Vieja en prevención de un enfrentamiento con los blindados del Ejército, erigiendo barricadas con sacas de arena y vehículos requisados cuyos neumáticos fueron desinflados, apostando nidos de ametralladoras. Tarea que concluyó luego de medianoche. Poco después de las 02:00 del día 9 el arma entregó un comunicado manifestando su apego a las autoridades libremente elegidas, prometiendo mantener “hasta sus últimos extremos la defensa de las instituciones”.85
Se sucedieron escenas dramáticas entre quienes quedaron a un lado u otro del encierro, sin poder retornar a sus lugares de destino, incluidos turistas que durmieron en sus automóviles y familias locales que lo hicieron a la intemperie, amparadas por el clima veraniego. Pero los dudosos centros nocturnos de la calle Piedras y similares en la zona portuaria, no se dejaron sorprender: cerraron tempranamente las puertas librando a sus clientes de toda situación enojosa. A la mañana siguiente, día viernes, el transporte colectivo se detenía en la Plaza Cagancha y los vehículos particulares en la calle Andes, causando aglomeraciones. Los pasajeros hacia la Ciudad Vieja debían continuar a pie para encontrar el camino cortado a la altura de la calle Juan Carlos Gómez. En el perímetro de la Armada no funcionaban oficinas públicas ni privadas, comercios ni casas matrices o sucursales de bancos, por lo que el Banco Central decretó feriado bancario. Algunos de los navíos que debían anclar en el puerto prefirieron seguir a Buenos Aires. Los canillitas silenciaron su voz y la zona quedó tan muerta como solía estar los domingos. Los vespertinos Acción y Última Hora no pudieron editarse, aunque sí lo logró el semanario Marcha cuya editorial sentenció: “el Uruguay de antes está muerto”. Los escasos peatones de género masculino paseaban sin la corbata común en los días de oficina y se entregaban a la conversación, el ajedrez o el fútbol en la explanada de la costa. Los funcionarios del Hospital Maciel no pudieron partir ni sus relevos entrar, por lo que los primeros siguieron atendiendo el servicio. Los huéspedes ansiaban dejar los hoteles, escasos de personal y con los restaurantes cerrados. Los marinos movilizados, si realizaban consumos en los negocios abiertos pagaban la cuenta. Los niños permanecían en sus casas. Primaba la expectación mas no el pánico.86
Apenas instalado el cerco, el ministro Francese y el presidente —que había rechazado el ofrecimiento de refugiarse en la Ciudad Vieja bajo protección de la Armada— pensando en negociar comenzaron a presionar a Zorrilla para que lo suspendiera. Por su lado la Marina esperó inútilmente el apoyo de una unidad clave del Ejército —el Regimiento de Infantería No. 1— que no se concretó, porque sus subordinados no le respondieron al coronel Venancio Caballero (ahijado del difunto general Gestido) quien solicitó su relevo.87
Siendo el alba del día 9 Bordaberry se había trasladado a la residencia de Suárez no