El golpe de Estado más largo. Gonzalo Varela Petito

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El golpe de Estado más largo - Gonzalo Varela Petito

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Sanguinetti.

      Héctor Grauert, de Unidad y Reforma, declaró que si alguien de su grupo había solicitado tal cosa “lo habrá hecho a título personal”. El silencio de otros legisladores quincistas o reeleccionistas, por lo común locuaces, apoyó el rumor. Según la cronología no necesariamente completa de Acción, a partir de las 16:30 del día 11 habían arribado a Suárez Ángel Rath (reeleccionista), Eduardo Paz Aguirre y Wáshington Cataldi (ambos de Unidad y Reforma), más Carlos Fleitas y el intendente Oscar Rachetti (ambos reeleccionistas). El Día se atuvo a “un calificado informante” que le aseguraba que ese domingo ambos sectores colorados habían demandado la renuncia, para luego rectificar el lunes 12. Pacheco en cambio habría mantenido que Bordaberry debía seguir en el puesto. La Mañana (cercana al reeleccionismo) sostuvo que “todos” los grupos de Partido Colorado habían considerado pedir la renuncia. Acción informó el día 13, “Para evitar algunos equívocos”, que su sector desde el principio de la crisis había acompañado al presidente, como lo demostrara su temprana declaración; luego del sábado 10 solo se habría producido una reunión de legisladores colorados con el mandatario, llevando Unidad y Reforma y la lista 315 de Vasconcellos “idénticas posiciones”, a lo que Bordaberry les había confirmado que no abandonaría el cargo. “En cuanto a la conversación que mantuvo el diputado Sanguinetti con el Presidente, como dijimos en nuestra edición de ayer [o sea el mismo lunes 12 de la visita del diputado, pues Acción era un vespertino] fue un diálogo personal y amistoso”.123

      Ahora señaló que Acción se deslindaba del pedido de dimisión en nombre de Unidad y Reforma, sin negar que tal hubiera sido el objetivo de la entrevista de Sanguinetti. El Popular se burló de que este andaba “siempre corriendo por cuerda aparte y recibiendo algún cascotazo que otro del diario ‘Acción’ que dice dirigir”. Pero el director del vespertino era Jorge Batlle, posible autor del cascotazo. Bordaberry afirmaría muy posteriormente que “el doctor Sanguinetti me pidió que renunciara. Él niega que lo haya hecho […] digamos que uno de los dos está equivocado”. Sanguinetti ha escrito o declarado varias veces sobre el incidente. Su relato más cercano al hecho que conocemos es de julio de 1973 y allí dice que el domingo 11 “en una reunión con dirigentes políticos se habla al presidente sobre la posibilidad de una renuncia” que este no considera. Luego, “En la mañana del lunes lo visito, le digo que como amigo, no como político ni como representante de un partido, creo que solo le queda renunciar [para que asuma el vicepresidente Sapelli] que de lo contrario solo vegetará en la presidencia”, pues ya no puede alcanzar “una solución digna”. Bordaberry, aconsejado a distancia por Pacheco no lo escucha, cree que él y no Sapelli es el único que puede lograr una salida que preserve la tradición legal del país y garantice la continuidad del Parlamento. A la postre dice Sanguinetti, el asunto terminará en una institucionalización forzada de la participación política de las ff. aa., y reconocimiento de la “autonomía de sus decisiones en cuanto a su vida interna”.124 (No obstante lo cual, Unidad y Reforma afirmaría que no se había producido un golpe en febrero.)

      Sanguinetti acota que los militares no estaban convencidos de asumir el gobierno. Opinión Nacionalista observó al respecto una oscilación: el viernes 9 los alzados aumentaron sus demandas, ya no se contentaban con la renuncia de Francese; el sábado Bordaberry pensó en renunciar,125 con la perspectiva de que lo sustituyera Sapelli o una junta militar. Los oficiales no estaban decididos a tomar el gobierno —tal como le habría dicho Gregorio Álvarez a Zorrilla— y sin embargo el domingo, con la Marina ya plegada a la rebelión, se especuló con lo contrario. El País publicó que se sabía que la 15 estaba “en total disconformidad con los últimos pasos” que adoptaba el mandatario, aunque se cuidaba de expresarlo; Jorge Batlle no lo había visitado en esos días. Vasconcellos, al principio preocupado por apoyar al mandatario, viendo el giro de los acontecimientos se negaba a sostener a “un presidente manejado”, en lo que concordaba la Convención Nacional del Partido Colorado al declarar “que solo el cumplimiento estricto de la Constitución y de las leyes por parte de los gobernantes y los gobernados, es la garantía”. El domingo 11 a las 16:27 se había apersonado en Suárez Baltasar Granucci, secretario general del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Colorado, buscando entrevistarse con Bordaberry, para comunicarle que la Convención reunida el día anterior había decidido solicitarle la renuncia. Mas a causa de la fragmentación del lema las instancias partidarias comunes hacía tiempo carecían de fuerza y el presidente no lo recibió.126

      Bordaberry, añadía Ahora, estaría enojado con Unidad y Reforma por ser el sector que le recomendara a Francese como “el más indicado para cortar cabezas”, cuando la que estaba por rodar era la suya. A todo se sumó la repentina invisibilidad de Sapelli. El Día publicó que el domingo 11, “Tal como estaban planteadas las cosas, resultaba fundamental conocer la posición del Vicepresidente de la República, Sr. Jorge Sapelli. [Pero] Fue imposible ubicarlo en su domicilio ni en los demás lugares que suele frecuentar”. Recién el martes 13, una vez resuelta la crisis y cuando el Ejecutivo luego de cuatro días volvía a funcionar en Casa de Gobierno, “Sapelli, inubicable desde la tensa jornada del domingo”, ingresó al Palacio Estévez poco después de las 19:00 horas. Según Ahora “intentó […] entrevistarse con Bordaberry, cuya primera actitud fue la de no recibirlo, con una airada respuesta que [le] mandó trasmitir”. Por formalidad, a las 20:30 participaron conjuntamente en la ceremonia de investidura de los nuevos ministros designados. A las 22:00 aproximadamente, el mandatario partió a la residencia de Suárez sin cambiar su actitud hostil, mientras Sapelli se quedaba conversando con el amigable componedor Balparda Blengio.

      El vicepresidente desmentiría vigorosamente los rumores de que había abandonado a Bordaberry, haciendo gestiones para sucederlo. Ferreira afirmaría que “fui el único que no le pidió la renuncia al Presidente. Todos los demás se la pidieron […] me refiero al Partido Colorado”. Pero en la Cámara de Senadores exculpó a Sapelli, con quien había estado en contacto durante la crisis. Si nos atenemos a lo que declaró este a los periodistas Caula y Silva, el malestar de Bordaberry pudo deberse al hecho de que consultado Sapelli por “dos comandantes”, habría dicho que estaba dispuesto a sucederlo en caso de acefalía y

      Ese ofrecimiento […] lo supieron de inmediato todos los partidos puesto que se los comuniqué y entonces, fueron a hablar con Bordaberry para tratar de aunar criterios […] decirle lo que estaba ocurriendo y buscar una salida.

      O sea que la presión sobre el presidente, el domingo y lunes de mañana para que renunciara, se habría generado a partir de una sobreinterpretación o intento de aprovechar lo que el vicepresidente comunicó. Vasconcellos aduce sin más detalle que el “reestudio” de la situación por los colorados el domingo 11, provino de que fuentes bien informadas les dijeron que Bordaberry estaba por renunciar. Una versión más incómoda sería la de que en realidad la iniciativa de sustituir a Bordaberry (siempre que renunciara voluntariamente) por un nuevo gobierno con acuerdo interpartidario habría sido de Sapelli, quien la habría conversado con militares127 y extendido a Ferreira y al Frente Amplio. Como quiera que fuera, el vicepresidente optó por desaparecer unos días.128

      Temprano en la tarde del lunes 12, buscando negociar sin mediadores, salió Bordaberry en coche de la mansión de Suárez rumbo a la base aérea de Boiso Lanza, para encontrarse con Chiappe Posse y Pérez Caldas. Su esposa Josefina Herrán, visiblemente nerviosa, temía no volverlo a encontrar en libertad. La elección de Boiso Lanza se debió tal vez a que Pérez Caldas —tras la renuncia de Zorrilla— era el único con designación formal de comandante en jefe y también porque los mandos hacían una cuestión de honor no volver a pisar la residencia oficial, tras las expresiones de repudio que habían recibido del público en el exterior. La tercera razón era que el presidente, débil y aislado, había decidido sumarse al movimiento militar. La reunión duró aproximadamente 80 minutos, retornando en helicóptero a Suárez a las 15:20. Casi enseguida, a las 15:30, se conoció una nota por la cual le encomendaba a Olazábal, “En atención a las anormales circunstancias que vive el País, bajo mi responsabilidad, sírvase hacerse cargo del Comando General de la Armada”. Era efectivamente de su responsabilidad,

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