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Costa Rica y Paraguay; en los indicadores de pobreza (que el autor correlaciona con los otros); en la percepción ciudadana sobre los delitos; en las actitudes frente a la violencia institucional (que también se pone en correlación con el número de homicidios).

      Desde distintos ángulos es analizada una particular política de las fuerzas de seguridad en “Política anti-sequestros no Rio de Janeiro”, de César Caldeira. Es importante el análisis sobre la desorganización y reorganización de la policía, el crimen organizado y los medios de comunicación dentro de una sociedad en la que el dinero se consolida como única herramienta válida. Otra vez, la corrupción policial y las dificultades de abordar políticas puntuales que no salen de aquella lógica son puestas en evidencia.

      La venezolana Elsie Rosales, en “Sistema penal y relegitimación procesal”, analiza las funciones instrumentales de la reforma procesal de su país, instruida en el marco de los más grandes cambios ocurridos con la Constitución de 1999. Es destacable el análisis de los datos desde una perspectiva garantista, aunque poco nos aporte a quienes, guiados por la información de la prensa, pretendemos entender las directivas políticas y político-criminales de la llamada revolución bolivariana.

      El artículo “Democracia y seguridad ciudadana en Chile”, de Enrique Oviedo, analiza los problemas de la llamada seguridad ciudadana y describe con algunos datos las políticas, programas y medidas implementadas por el gobierno de Chile y de algunos de sus municipios. En realidad, se hace una apretada síntesis de esas políticas en los noventa, las cuales, pese a sus diferencias, son apoyadas en lo que signifiquen de participación ciudadana y de reemplazo de la privatización de la seguridad por una gestión pública.

      El más difícil y sangrante caso de Colombia es analizado por Jaime Zuloaga Nieto, en “Guerra prolongada, negociación incierta: Colombia”. La gravedad de la situación, de verdadera guerra o guerras, es, no obstante, obliga a pensar en vías para construir una paz basada en una negociación con gran participación de los ciudadanos.

      Finalmente, especial atención debemos dedicar al artículo de la gran socióloga venezolana recientemente fallecida (y a cuya memoria se dedica el libro), Rosa del Olmo. Ciertamente la cuestión penitenciaria fue objeto del mayor interés de la llamada criminología latinoamericana más crítica, pero, en los últimos años, ese interés fue desplazado por otras cuestiones. Esta es la constatación de la que parte la autora en “¿Por qué el actual silencio carcelario?”. Como el ámbito de la cárcel continúa siendo aquel en el cual se manifiestan las más graves violencias, no podía faltar su análisis en este tipo de proyecto. Es por ello que la investigación que aquí se presenta constituye una denuncia tanto de los problemas internos y externos de los sistemas penitenciarios, cuanto de la perpetuación de los mismos al no ser tenidos en cuenta en las investigaciones sobre la violencia y en los proyectos de reforma de la justicia latinoamericana.

      Cierra el volumen el trabajo “El derecho a matar en América Latina” de Roberto Briceño León, Alberto Camardiel y Olga Avila. La percepción hacia la respuesta violenta a la violencia, sobremanera cuando conduce al homicidio (ya sea a través de la pena de muerte, o la autodefensa, hasta llegar a la actuación ilegítima de la policía o al producto de otras medidas intolerantes), es medida en siete ciudades latinoamericanas y en Madrid. Lamentablemente, el apoyo a la idea de matar como defensa o como venganza en poco puede dejarnos una perspectiva de mejora en el tema de la violencia. Quizá más que ello, el resultado de esta investigación nos muestra hasta que grado se ha insertado en el cuerpo social la idea de que la violencia no es solo un mal, sino que también puede ser un bien, dependiendo de quien la aplique y contra quien. Mal vamos, y el que mal anda…

      13- Violencia, sociedad y justicia en América Latina, Roberto Briceño León (comp.), Buenos Aires, Clacso, 2002. Comentario publicado en Nueva Doctrina Penal, 2002/B, Buenos Aires, Del Puerto, pp. 799 a 802.

      Una de las diferencias señaladas por Alessandro Baratta entre la criminología tradicional y la criminología crítica era la siguiente: “Para la criminología tradicional el sistema penal existente y la práctica oficial son los destinatarios y beneficiarios de su saber, en otras palabras, el príncipe para el cual es llamada a ser consejera. Para la criminología crítica el sistema positivo y la práctica oficial son ante todo el objeto de su saber”. En efecto, al recuperar ese adjetivo de la tradición frankfurteana, los nuevos criminólogos saben que sus investigaciones (o, también, “críticas” en sentido kantiano) no tienen como objetivo brindar fáciles recetas a los poderosos, sino por el contrario proporcionar herramientas conceptuales para que los desapoderados planteen una alternativa al sistema social existente.

      Este es el objetivo de la producción trans-disciplinaria, y con un especial enfoque sobre las instancias de aplicación del sistema penal, que se expone en el libro que pasaré a comentar y que, como expone Roberto Bergalli en la “Presentación”, sigue siendo original para la tradición española y latinoamericana del pensamiento criminológico. Esta tradición es más bien escasa en lo que hace a investigaciones, y en todo caso ha impedido intencionadamente el cruce de saberes y la fijación de objetos de estudio interesantes para otro, o para ningún, príncipe. Los investigadores comprometidos con el cambio social se encuentran con que en la Universidad se les brindan, en el mejor de los casos, herramientas solo útiles para mantener y reproducir el sistema.

      El Master “Sistema penal y problemas sociales” de la Universidad de Barcelona (en el que también tuvo participación decisiva Baratta a través de las sesiones comunes que realizaba este curso con otros similares del ámbito europeo) ha intentado suplir estas carencias en la formación de los investigadores sobre el sistema penal, y en el presente libro se exponen trabajos de investigación relacionados con las asignaturas que en él se imparten. De acuerdo a las distintas dimensiones de la sociología jurídico penal abogada por el homenajeado en este número de Anthropos, el libro pretende ser de ayuda para los estudiantes que buscan dotarse de las herramientas transdisciplinarias necesarias en el estudio riguroso del sistema penal, y adoptar una visión crítica ligada al compromiso político en contra de la cultura punitiva y excluyente.

      No obstante, el valor del libro se extiende a más lectores que los estudiantes del Master. Cualquier investigación que, desde las disciplinas sociológicas, antropológicas, filosóficas, psicológicas, jurídicas, etc., aborde algún aspecto de la interacción entre el aparato jurídico penal y la realidad social (como un todo indisociable) sacará provecho de su lectura. Lo propio debe decirse de todo aquel lector interesado, aunque no necesariamente especializado, en los problemas sociales asociados al delito, su definición y represión.

      La primera parte del libro está integrada por un artículo de Roberto Bergalli, “Las funciones del sistema penal en el estado constitucional de derecho, social y democrático: perspectivas socio-jurídicas”, que es una introducción general a la obra (aclara la estructura y metodología de la misma) pero a la vez es un artículo polifacético que aborda desde las cuestiones teóricas más profundas (el control social, el Estado, las teorías clásicas sobre esos conceptos y sobre la sociología jurídico-penal) hasta los temas de más urgente actualidad de la comunidad, el Estado y el mundo en que el autor vive. Las reflexiones finales sobre la crisis actual de representación y las exigencias y posibilidades del sistema penal son quizás la mejor invitación para leer este libro y continuar investigando desde esta perspectiva. También integra esta parte la colaboración de Iñaki Rivera Beiras “Historia y legitimación del castigo ¿Hacia dónde vamos?”, que hace un repaso de las distintas tradiciones teóricas sobre el castigo para plantear serios interrogantes desde el presente de aquellos discursos. Y se cierra esa parte con Joan Antón Mellón, quien en “Teoría política y sociedad: la beneficencia como espejo social” realiza un estudio político e histórico sobre el “tratamiento” de la pobreza en las distintas fases del capitalismo.

      La

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