Sobre delitos y penas: comentarios penales y criminológicos. Gabriel Ignacio Anitua
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Davis presenta en estos tres ensayos traducidos y publicados recientemente por la editorial Virus un inteligente análisis crítico sobre las actuales formas que asume el capitalismo y que se imponen primero en los Estados Unidos para expandirse posteriormente con la globalización de la miseria, la violencia represiva y el miedo al resto del planeta. Las nuevas formas de urbanismo (guettización de zonas pobres y bunquerización de zonas ricas), las políticas estatales de recortar gastos sociales, la precarización del empleo, el endurecimiento de la represión penal y el aumento de la población reclusa se encuentran íntimamente relacionados en este nuevo modelo autoritario de explotación que importa grandes ganancias a quienes especulan con la industria inmobiliaria, la de las cárceles y la de la seguridad. El modelo de esta política es el impuesto en la ciudad de Los Angeles, California, que es el que describe el autor.
El primero de estos ensayos, que le da su título al conjunto, fue publicado originariamente en inglés en 1992 (después del levantamiento de “Rodney King”) y su versión definitiva data de 1995. En un libro de 1990 (City of Quartz) el autor ya había anticipado el escenario urbano desigual, erosionado socialmente y militarizado de un proyecto que la ciudad de Los Angeles exporta al resto del mundo, y que va incluso más allá de la distopía de la película “Blade Runner”.
Para realizar el mapa explicativo del modelo de ciudad, Davis recupera la tradición de la Escuela de Sociología de Chicago que en las primeras décadas del siglo XX produjo herramientas que hoy nos son imprescindibles para analizar los nuevos métodos de control social aplicados al espacio urbano. En especial recupera el análisis de Ernest W. Burgess y su descripción de la ciudad con la combinación de media luna y diana que retrata la ecología urbana haciendo hincapié en las variables ingresos, valor del suelo, clase y raza. Davis proyecta este diagrama al modelo actual añadiendo nuevos factores (como la edad ya que California se está convirtiendo en una gerontocracia blanca que pretende protegerse de los jóvenes marginados) y el más determinante: el miedo.
De esta forma se describen las diversas zonas de Los Angeles, la ciudad que actualmente reemplazó como laboratorio a las de Nueva York y de Chicago. Lo que se ha llamado el “renacimiento” de esta ciudad es en realidad la estrategia planeada por especuladores inmobiliarios, y en parte como consecuencia de la rebelión de “Watts” en 1965, para segregar el nuevo corazón urbano y varias villas residenciales en forma de “búnkers” inaccesibles. Las barreras arquitectónicas, las vigilancias por videocámaras, el personal de seguridad y la militarización de la zona hacen imposible cualquier desorden en el centro financiero, y ello quedó evidenciado en 1992. Rodea este centro cuya construcción reportó pingües negocios, una amplia zona de barrios-guettos dónde todo vale, desde la violencia de una juventud abandonada, la de las mafias que se enriquecen, la de los escuadrones privados de la muerte y la de las actuaciones sin regla de la policía. El resultado es un índice de violencia y muerte sin precedentes. Atraviesan y rodean a estos los que Davis llama “barrios de control social”, espacios de control disciplinario urbano dónde se mezclan estrategias privadas y públicas acicateadas por el miedo y el paradigma de la seguridad para lograr, con la ayuda de las nuevas tecnologías, unas ciudades-cárceles “comunitarias” de vigilancia total y permanente, pero que sin embargo no podrán limitar finalmente a la violencia de la ciudad destruida y marginal que también convertirá en pesadilla los sueños de seguridad para pocos que este modelo representa.
Ejemplifica esto el segundo artículo, “Los Angeles solo fue el principio”, que relata el holocausto que se desató en Los Angeles tras la paliza a Rodney King por la policía, la rebelión violenta y la represión incruenta que buscó el chivo expiatorio en la comunidad marginal. Esta secuencia, y el modelo de represión impuesto, se extendieron luego a la ciudad de Las Vegas, cuyos pormenores, desde la visión de los pobres negros que lo sufren, también relata el autor.
Finalmente el tercer artículo, “El complejo carcelario-industrial o el infierno en los campos”, nos muestra el resultado de este modelo que aúna el negocio de la construcción de cárceles y la industria de la seguridad con la exclusión y la represión al describir la política del superencarcelamiento y la situación del sistema penitenciario californiano (con el ejemplo del penal de Calipatria) en términos similares, pero no por ello menos reveladores y a la vez espeluznantes, a los utilizados luego por Loïc Wacquant (cuya obra, mucho mas conocida en Argentina tras la traducción de Las cárceles de la miseria y Parias urbanos, se basa en las investigaciones y aportes tanto teóricos como metodológicos de Davis).
Tomado como un todo este trabajo nos advierte no solo de lo que ocurre en la lejana California, sino también, y ello es advertido especialmente por Wacquant, sobre un futuro muy cercano en la Argentina, dónde la alianza impía entre los sectores especuladores del capital privado y los partidos políticos demagógicos (pero sin efectiva participación ni respaldo popular) que están a la vez relacionados íntimamente a ese capital descubren que el miedo es un buen negocio y se deciden a explotarlo con grandes ganancias económicas y esperemos que no políticas. Para impedirlo, este libro es una buena herramienta para quienes se sientan obligados moralmente a realizar una tarea de denuncia y de reflexión liberadora.
10- Más allá de Blade Runner. Control Urbano: la ecología del miedo, Mike Davis, Virus editorial, Barcelona, 2001. Comentario publicado en Nueva Doctrina Penal, 2002/A, Buenos Aires, Del Puerto, pp. 393 a 395.
CENSURAR Y CASTIGAR (11)
Cada vez resulta más clara la necesidad de prestar atención a determinadas discusiones penológicas que se plantean en otros ámbitos estatales. Si estos debates han ocurrido en los Estados Unidos o Inglaterra, y han ejercido influencia en las políticas penales de los últimos años, la necesidad deviene urgencia. En nuestro ámbito es significativa, por contrario, la ausencia de registro del recorrido teórico que no impide la literal copia de algunos de esos discursos estatales en relación al castigo y la prevención de delitos (que se encuentran en las plataformas de los partidos políticos de derecha como de los que se pretenden de izquierda).
Andrew von Hirsch fue, desde 1976 cuando publica Doing Justice, uno de los primeros y más destacados críticos al sistema punitivo asociado al Estado de bienestar. Hasta entonces, la ideología punitiva dominante en los Estados Unidos era la rehabilitadora. Como se sabe, también es esta ideología la que informa los ordenamientos legales de nuestras latitudes. Sin embargo, en Estados Unidos ella se había llevado (en un largo proceso que cruza casi todo el siglo XX) al extremo de imponer penas indeterminadas legalmente y que dependieran del exclusivo resorte tratamental. Contra este tipo de políticas (y contra el gasto que ellas ocasionaban) se alzaron numerosas críticas radicales, liberales y conservadoras, que en algunos puntos convergían. Como se ha dicho, el autor de este libro fue uno de los primeros en criticar la gran disparidad de montos de condenas para hechos similares, al impulsar el modelo de la pena merecida (just deserts). Mientras los grupos progresistas remarcaban en la pena indeterminada los abusos y discriminaciones hacia determinadas personas que ella implicaba, los grupos conservadores lograron imponer su “realismo de derecha” que en esa crítica demandaban penas más severas y menos onerosas para el Estado. A partir de este soporte teórico, y con la comprobación –para nada original– de que el modelo rehabilitador no cumplía sus objetivos explícitos, los Estados norteamericanos (y luego Inglaterra y otros países) comenzaron a modificar sus legislaciones dentro de un modelo heterodoxo y pretendidamente garantista que se conoce como Justice model. La “pena merecida” es un baluarte de estas políticas que,