Instituciones, sociedad del conocimiento y mundo del trabajo. Gonzalo Varela Petito
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En suma, el enfoque expuesto en las anteriores páginas supone: identificación de las características de un entorno cultural y político; definición de lo que un sistema de innovación es, con sus componentes y actividades (redes de actores e interacciones); y un análisis de los insumos y productos del mismo sistema. La OCDE (1997) enfatiza el estudio de los flujos de conocimiento y ha propuesto tres enfoques analíticos.[10] Pero el análisis de los elementos constitutivos no debe esquivar la observación del sistema de innovación como un todo, en una perspectiva de sistema-entorno. El sistema político provee —o debería proveer— direcciones y restricciones por medio de un ensamble de políticas con dirección estratégica, y de actores e instituciones que aun cuando no estén directamente vinculadas con la operación de la innovación, inciden de algún modo en su desempeño. Se requiere también observar valores, patrones cognoscitivos, y modelos de toma de decisiones en el ámbito de la “triple hélice”. Los vínculos informales entre empresarios, investigadores y funcionarios de gobierno son a su vez parte de iniciativas que pueden preceder a la institucionalización de un sistema de innovación.[11]
Otro aspecto es la selección de variables que permiten reunir información empírica. Se consideran usualmente los insumos y productos del sistema nacional de innovación, tomando como fuente de información los datos sobre investigación y desarrollo. Como insumos del sistema, cuentan los gastos y el número de personal en I&D; como productos, el balance tecnológico de pagos y la solicitud de patentes.
Realidades
Los países que acceden a un grado avanzado de desarrollo aseguran disponibilidad de capitales, capacidades gerenciales y tecnología. Hay elementos evolutivos internos y asimismo —en un contexto internacional en que existen diferencias entre países y regiones— procesos de transferencia de tecnología. Ilgen y Pempel (1987) definen pasos de esta transferencia: 1) planear y elegir qué tecnologías importar, 2) realizar proyectos de infraestructura, 3) asegurar transferencia de nuevas industrias ligeras y livianas, 4) y de importaciones orientadas a procesos específicos. Todos los países en desarrollo pasan por estas etapas desde el momento en que empiezan a importar tecnología para modernizarse, pero las etapas pueden mezclarse en vez de ser secuenciales, si bien las dos primeras son más factibles de concretarse al principio de la modernización y las dos últimas luego de que la misma se puso en marcha.
Una evolucion así descrita es empero difícil de discernir sin más en una situación como la de México, donde si bien existen desde hace décadas políticas que buscan asegurar el desarrollo, por otro lado contrapesa el estatus altamente integrado que tiene, con sus ventajas y desventajas, la economía nacional en relación con la de Estados Unidos. El patrón de dependencia tecnológica y el desarrollo industrial ya sea con base en los impulsos espontáneos del capital nacional y extranjero, o en la planeación de políticas oficiales explican el aún débil sistema nacional de innovación como conjunto de procesos poco ensamblados, más desenvuelto en las instituciones públicas que en las empresas productivas.
Podemos comparar datos de más de una década. En una verificación cuantitativa hecha a fines del siglo XX en torno a algunos de los indicadores del sistema nacional de innovación,[12] evidenciamos un coeficiente de inventiva muy bajo en México.[13] La posición de México era de las más dependientes dentro del conjunto de la OCDE, no obstante que la difusión de la inventiva mexicana era similar a la de Japón, lo que habla de una buena aceptación internacional de las innovaciones nacionales.[14] El problema radicaba (y radica) no en la calidad sino en la cantidad y por tanto en la productividad; cuestión que afecta a la economía mexicana en general. Entre los frenos a la productividad y al desarrollo tecnológico cabe citar el alto grado de monopolización de ramas vitales de la economía como telecomunicaciones, transporte y finanzas. También el hecho de que “60 por ciento de la fuerza laboral se encuentra en la economía informal”.[15] Estas barreras muestran tendencia a la permanencia en el tiempo.
Acorde con lo anterior, en publicaciones científicas, México se encontraba en el umbral del siglo XXI muy por debajo de los países líderes. También su papel era escaso en el mercado de tecnología, al lado de otros miembros de la OCDE. La mayor parte de las transacciones de transferencia eran con un sólo país, Estados Unidos, y eran las grandes empresas mexicanas las mayores compradoras de tecnología extranjera, en giros productivos tales como química, hule y plásticos, productos metálicos, maquinaria y equipo (principalmente automotriz), papel, edición e imprenta. Eran empresas afiliadas —matrices o con sucursales en el exterior— las que más se insertaban en este comercio internacional, con un importante grado de participación de capital externo (mayor al 25% del total). Se trataba en buena medida de empresas dedicadas a la exportación. Los gastos principales se insumían en compra de patentes y pago de licencias por el uso de patentes (cerca de 40% los dos rubros sumados). México padecía también de un déficit en comercio exterior por bienes de alta tecnología.[16]
Casi quince años después, en 2010, el coeficiente de inventiva de México seguía siendo muy bajo (0.09),[17] y el de dependencia ostentaba una cifra de 14.33, por comparación con 7.39 de Brasil, 1.03 de EE.UU., 0.29 de Corea, y 0.19 de Japón. La tasa de difusión de las innovaciones mexicanas era de 0.67 comparada con 0.52 de Brasil, 0.17 de Turquía (quizás el país más comparable con México dentro de la OCDE), 0.35 de Corea, 0.72 de EE.UU., y 0.59 de Japón. Lo que sustenta el aserto anterior acerca de la aceptación de estos productos nacionales a pesar de su escaso número.
En 2011 los científicos mexicanos publicaron 10 449 artículos equivalentes a 0.8% de participación mundial en la producción de estos documentos contra 7.3 de Alemania, 2.8 de Brasil, 0.4 de Chile, 3.4 de Corea, 11.0 de China, 6.3 de Japón y 28.2 de EE.UU. En el periodo 2002-2011 la producción promedio anual de artículos de Japón fue de 77 331 y la de México de 7 938. La cifra para EE.UU. fue de 308 588 en promedio.[18]
Las patentes solicitadas de registro en México en 2011 por parte de nacionales alcanzaron un número de 1065 y las de extranjeros 12 990. Fueron concedidas 245 (23%) de las solicitudes nacionales y 11 240 (86%) de las de extranjeros.[19] En un renglón diferente, las patentes solicitadas por mexicanos en otros países evolucionaron en Brasil de 21 en 2002 a 57 en 2010; en China, en el mismo período, de 8 a 30; en la Oficina Europea de Patentes (OEP) de 5 a 49; en Corea del Sur de 4 a 11; en Rusia de 1 a 9; en EE.UU. de 157 a 295, y en Japón de 2 a 19.
El saldo de la balanza de pagos tecnológico de México en 2000 con un número de 450 transacciones, fue deficitario en 364 millones de dólares (mdd) redondeando una tasa de cobertura de 0.11;[20] casi diez años después, en 2009, sobre 1917 transacciones el resultado también negativo fue de -1728 mdd, con una tasa de cobertura de 0.05. Tratándose de una década de crecimiento siquiera moderado ello sugiere, entre otras posibilidades, que debido a la dependencia tecnológica el incremento de la demanda de estos bienes por el aparato productivo infló el saldo negativo. En comparación, Alemania logró 1.19 como tasa