Instituciones, sociedad del conocimiento y mundo del trabajo. Gonzalo Varela Petito
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En comercio exterior de bienes de alta tecnología, en 2011 son superavitarios en México el sector de aeronáutica (tasa de cobertura 7.45) y el de computadoras y máquinas de oficina (4.04) mientras presentan déficit en distinta medida (con tasas menores de 0) electrónica-telecomunicaciones, farmacéuticos, instrumentos científicos, maquinaria eléctrica, químicos, maquinaria no eléctrica, y armamento. El saldo total negativo es de -13 046 mdd con 0.81 de tasa de cobertura.[22] Pero México no está solo en el conjunto de la OCDE, que tiene también un déficit por comercio exterior de bienes de alta tecnología equivalente a 0.57 de tasa de cobertura, particularizado en EE.UU. (0.23) y Canadá (0.51). No así en Japón (18.45) ni en Alemania (2.02) o Francia (2.64). Tampoco en otros países de la OCDE —aparte de los mencionados— donde la suma es favorable (2.67). Comprendidos otros puntos del globo, América Latina da positivo con 2.68 y Asia anota una fuerte tasa de 27.71. Para lo que nos interesa, el desbalance afecta a los tres países del TLCAN mientras se afirma el auge exportador del continente asiático.[23]
Otros datos provistos por la OCDE muestran que el gasto bruto en I&D durante la primera década del siglo XXI en México ha oscilado entre 0.3 y 0.4 del PIB,[24] cuando es de 2.3% en el conjunto de países miembros de la organización. Japón se ha sostenido en más de 3% y Estados Unidos en alrededor de 2.7%. Coincidentemente, el número de investigadores de tiempo completo o equivalente, medidos por cada mil empleados, era en Japón de 10.4 en 2010 respecto de 6.6 tan solo tres años antes, en 2007, un crecimiento notable. Para México, la cifra de 2007 era de 0.6 investigadores.[25] La OCDE observa que “cuatro de cinco investigadores trabajan en el sector productivo en Estados Unidos, tres de cuatro en Japón y Corea, pero menos de uno de dos en la Unión Europea. Chile, México [y otros países] tienen una baja intensidad de investigadores en el sector productivo (menos de 1 por 1000 empleados en la industria)”. Su conclusión confirma lo que ya hemos expuesto: “En estos países el sector productivo juega un papel mucho menor en el sistema nacional de I&D que los sectores de educación superior y gubernamental”.[26]
En cuanto a patentes a nivel global, también se nota un cambio de tendencias que señala la disminución, si bien manteniéndose en cifras altas, de la participación estadounidense, que ha pasado en diez años (1999-2009) de 30.3 a 29.2%, mientras algunos países asiáticos, especialmente Corea del Sur, van al alza. México, según esta fuente,[27] registró trece patentes en 2009, por comparación con 13 322 de Japón, 13 715 de EE.UU., 58 de Brasil, y nueve de Chile. Diez años atrás, en 1999, México había registrado 11 patentes, en comparación con 12 974 de Japón y 14 548 de EE.UU.[28]
El sector de nuevas tecnologías en información y comunicación (TIC) que “ha estado en el corazón de los cambios económicos por más de una década [contribuyendo] al progreso tecnológico y al incremento de la productividad” (OCDE, 2013: 186) en Japón incidió en 2008 en 8.8% del valor total agregado en negocios, mientras que en México fue de una suma no despreciable del 5%. En Corea del Sur fue de 12.2% y 9% en EE.UU. El promedio para los países de la OCDE en el mismo año fue de 8.2%.[29]
A su vez, en inversión en el mismo sector, que “ha sido el componente más dinámico de la inversión en los últimos años de la década de 1990 y los primeros de la de 2000”, Japón ha pasado de 15.0% del total de formación de capital bruto fijo en 2000, a 22.5% en 2008, y EE.UU., de 32.0% a 31.5%. No contamos con datos similares para México, pero es ilustrativo observar el renglón siguiente, de exportación en bienes de TIC, que “ha estado entre los más dinámicos componentes del comercio internacional durante la última década”. Japón pasa de 108 795 mdd en valor de exportaciones en 2000 a 70 164 mdd en 2009, una notoria baja; México, en cambio, de 34 771 mdd a 50 499 mdd —un alza que representa 8.3% de la suma exportada por la OCDE—, y EE.UU. de 156 670 mdd en 2000 a 113 157 mdd en 2009. La merma de Estados Unidos y Japón refleja una disminución generalizada de los países más desarrollados: el total de la OCDE desciende de 665 331 mdd en 2000 a 609 222 mdd en 2009. El mayor beneficiario a nivel global es China, que despega de 44 135 mdd a un impresionante 356 301 mdd, 36% del total mundial; pero otros países periféricos como Brasil, India, Indonesia y Rusia han visto crecer también su participación. Es el impacto del desplazamiento de capitales transnacionales tanto como de esfuerzos nacionales, pero que en el caso de México —que forma en el primer grupo de exportadores de la OCDE— dada la integración transfronteriza se puede ver como una extensión de la economía estadounidense. Al mismo tiempo, las reducidas cifras del sistema de innovación mexicano dan a entender que este avance se relaciona pobremente con el resto de la economía y en particular con el sistema de ciencia y tecnología nacionales.[30]
Y asimismo con el acceso a nuevas tecnologías: la disponibilidad de computadoras, internet y telecomunicaciones era de menos de 30% en los hogares mexicanos en 2009 (26.8% de hogares con computadora propia y 18.4% con internet) lo que debe atribuirse entre otros factores al índice de pobreza reconocido como un problema prioritario por sucesivos planes nacionales de desarrollo. Sin embargo, estos indicadores van al alza, registrándose un incremento de 400% de aumento en acceso a redes de telecomunicación entre 1999 y 2009, mientras el conjunto de la OCDE solo duplicaba la misma cifra —sin duda porque partía de una base en promedio más elevada que la de México.[31]
En cuanto a la vinculación entre educación superior y sector productivo, a fines del siglo XX, según Conacyt (1997),[32] se hallaba en fase incipiente, aunque, al igual que en otros países de la OCDE, con tendencia al crecimiento. De la encuesta realizada por el Conacyt surgía que el 82% de las instituciones de educación superior en México tenía algún tipo de relación con empresas productoras de bienes y servicios, y 54% habían puesto en marcha alguna oficina específicamente encargada de vinculación. Las IES que naturalmente más propendían a sostener actividades de vinculación, eran los institutos tecnológicos, seguidos por algunas universidades privadas. Pero las universidades públicas, con mayor peso dentro del sistema de educación superior e investigación científica,[33] tenían en su mayoría una reducida participación. No se han dado avances radicales en los quince años posteriores, pues de acuerdo con una declaración oficial de 2012 solo catorce de cada cien empresas tenía vinculación con instituciones de educación superior, en relación con 45% en Brasil, y 50% en Estados Unidos, respectivamente.[34]
Todo esto hace que debamos ponderar con cautela la profundidad de las relaciones que se han venido impulsando entre IES y empresas y nos hace dudar del real alcance del sistema nacional de innovación en México. En este sentido, Japón y México ilustran casos opuestos: el primero el de un sistema nacional de innovación muy avanzado pero que se apoya abrumadoramente en la industria,[35] y el otro incipiente y que depende mucho del Estado, agente necesario pero por sí solo insuficiente. Entre los obstáculos para desarrollar la vinculación se cuentan la falta de confianza, la carencia de equipamientos adecuados para poder llevar a cabo proyectos de este tipo, los limitados contactos efectivos entre universidades y empresas y la insuficiente información. La mayoría de los proyectos