Un mundo dividido. Eric D. Weitz

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le ha encomendado”.3

      En plena guerra de Secesión, un conflicto limitado a la zona fronteriza de Minesota no tardó en cobrar envergadura nacional. La insurrección de los sioux ponía en peligro la unión política estadounidense y el papel tan importante que Minesota en particular y Estados Unidos en general empezaban a desempeñar en la economía mundial. Hacia 1840 la zona que se convertiría en el Territorio de Minesota tenía unos 700 habitantes, entre blancos y mestizos. En 1849, sin embargo, 4.000 colonos blancos se asentaron en la región. En 1855 la población total había alcanzado los 40.000 habitantes, y en 1857 era de 150.000.4 Desde las primeras exploraciones europeas en la década de 1600, se habían transportado pieles de animales de la región que más tarde se convertiría en Territorio Noroeste, que incluía Minesota, al este del continente, y desde allí a Europa. El trigo de invierno (del que se obtenía esa harina rica en gluten tan preciada), el maíz, las semillas de soja, la madera y el mineral de hierro permitirían la rápida integración de Minesota en la economía estadounidense y en la mundial. El hierro de la región atravesaba la zona de los Grandes Lagos hasta llegar a Chicago, y luego iba a las acerías que abundaban en el Medio Oeste. La harina se transportaba a Europa y a otras zonas dispersas por todo el mundo. En el corto periodo comprendido entre 1870 y 1920, la enorme demanda de trigo, madera y papel llevaría a la destrucción de los espléndidos bosques de Minesota.

      Si Grecia es un buen ejemplo de los avances y retrocesos en derechos humanos que acompañaron a la fundación de Estados nación creados en antiguos dominios imperiales en los siglos XIX y XX, la historia de los indios sioux del North Country estadounidense lo es de otro proceso global que se dio en esta era: europeos y estadounidenses extendieron su poder por todo el mundo, lo que llevó al desplazamiento forzado de pueblos indígenas y al choque entre dispares concepciones de los derechos (especialmente los de propiedad de las tierras). En Norteamérica, Sudamérica, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica, las poblaciones nativas eran expulsadas de las zonas colonizadas por los blancos. Cada una de estas zonas tiene una historia singular, pero en todos los casos se observa el mismo esquema. Los colonos blancos libraban guerras prolongadas para controlar el territorio y a la población, defendiendo con sus acciones la idea de que el derecho a la propiedad individual es el fundamento de todos los demás. En cambio, los pueblos nativos tenían casi siempre una concepción comunitaria de la propiedad de la tierra. Al final, la superioridad tecnológica occidental fue el factor determinante. Los actos de violencia, las enfermedades transmisibles y la destrucción del entorno diezmaron a los indígenas.5 A veces era el Estado el que ordenaba el uso de la violencia. En otros casos, los colonos actuaban más o menos por su cuenta, reprimiendo con brutalidad a los pueblos nativos. Pero era frecuente que el Estado y los colonos colaboraran estrechamente.6

      Minesota y las zonas de población india

      En estos masivos desplazamientos de población observamos cómo los colonos europeos y estadounidenses adquirían el derecho a tener los derechos proclamados por las revoluciones de finales del siglo XVIII y principios del XIX, mientras que los pueblos indígenas sufrían la violencia y se veían privados de sus tierras y derechos. Los Estados nación y los derechos humanos se desarrollaron paralelamente.

      Las expulsiones y las matanzas no resolvieron la cuestión de cómo vivir con los nativos que, por mucho que se hubiera reducido su número, seguían siendo un “problema”. ¿Qué destino les aguardaba en la nueva sociedad? Si no iban a ser ciudadanos con todos los derechos de los que gozaban los euroamericanos, ¿lo serían de segunda, tercera o cuarta clase? En el caso de que se les reconocieran derechos, ¿los tendrían como individuos o en cuanto que miembros de la nación india? ¿Serían los indios de Minesota (y otras partes de Estados Unidos) ciudadanos con derechos en un país que afirmaba ser una democracia de primer orden? Esta cuestión se reveló extraordinariamente compleja, y las respuestas han ido variando continuamente hasta nuestros días. Minesota había sido poblada principalmente por dos grupos de indios: los ojibwa y los dakotas (o chippewa o sioux, estos últimos también llamados santee sioux). En el siglo XIX, el Gobierno federal había asentado en la región a un pequeño número de winnebagos procedentes del este,7 confiando en que amortiguaran el conflicto entre dakotas y ojibwa; esta política fracasó, pero los winnebagos permanecieron en las reservas a las que habían sido desplazados. Vivían mayormente en el nordeste del estado, una zona boscosa donde practicaban la agricultura, la pesca y la caza, aprovechando así los ingentes recursos que ofrecía la región. Los dakotas, pueblo cuasi nómada, se desplazaban por los bosques, lagos y ríos del North Country y a veces por la vasta llanura que se extiende al oeste del río Misisipi hasta llegar a las Montañas Rocosas; al norte hasta Canadá y al sur hasta el golfo de México. Vivían de la agricultura, la pesca y la caza en la pródiga tierra de Minesota.8

      En los primeros años del siglo XVII, unos cuantos cazadores y comerciantes franceses penetraron en la región. El explorador y sacerdote francés Louis Hennepin fue el primero en cartografiarla en la década de 1680. Ciento veinte años más tarde eran muy contados los blancos que se habían asentado en la tierra que se convirtió en Minesota. Los únicos europeos que había eran tramperos y comerciantes, casi todos franceses o canadienses. Al desplazarse al oeste y al sur en busca de pieles y otros recursos se encontraron con los ojibwa y los dakotas.9 Muchos de estos primeros europeos vivían varios meses con los indios y adoptaban sus costumbres. A veces aprendían su lengua. En no pocos casos tuvieron hijos con indias y fueron admitidos en redes de parentesco.10 En estos grupos, de enorme importancia para los dakotas, el deber moral de apoyo y protección se extendía de la familia inmediata al grupo entero. En el siglo XIX el aumento del número de colonos blancos y la demanda de tierras rompió la concordia que se había establecido entre los indios y los euroamericanos.

      En 1803, y a raíz de la compra de Luisiana, Minesota se volvió estadounidense en vez de francesa. A partir de entonces, Estados Unidos se esforzó por cartografiar y dominar la región, pero tenía que hacer frente a los dakotas y ojibwa, que vagaban por la región y cultivaban la tierra. El 23 de septiembre de 1805 el joven país selló su primer acuerdo formal con aquel pueblo cerca de la confluencia de los ríos Misisipi y Minesota, en un lugar donde los dakotas sitúan el relato mítico de su creación y que aún hoy conserva un carácter sagrado para ellos pese a formar parte de la zona metropolitana de Mineápolis-Saint Paul. En virtud del acuerdo, los dakotas cedieron a Estados Unidos pequeñas extensiones cercanas a esos ríos y también a Saint Croix, y en las que establecerían enclaves militares. Se les pagó la suma de dos mil dólares y otorgó el derecho a atravesar las tierras y cazar en ellas.11 La progresiva consolidación de la autoridad estadounidense sobre el territorio condujo a otros tratados, suscritos en 1837, 1851 y 1858. Los indios solían ceder tierras a los estadounidenses, que a cambio les suministraban víveres y pagaban una renta anual. En virtud del Tratado de Traverse des Sioux, firmado en 1851, las tribus dakota les cedieron todas las tierras al este del Misisipi y también las que había al oeste, en el Territorio de Minesota, que incluía el fértil valle de Minesota. El Gobierno federal desplazó a los dakota sioux a unas reservas que había más al norte, a orillas del río Minesota.12

      La firma de los tratados fue fruto de decisiones estratégicas por parte de los jefes dakota. En 1850 ya eran, sin duda, plenamente conscientes del poder militar estadounidense, pero no podían imaginar que, en el vasto territorio de Norteamérica, sus tierras se acabarían reduciendo a las reservas en las que se les había de confinar.13 Al mismo tiempo consiguieron armas, municiones, sábanas, comestibles y otros bienes que les ayudarían a sobrevivir los largos e inclementes inviernos del North Country. Conocían a los europeos desde hacía casi doscientos años, pero no sospechaban que la región se llenaría de emigrantes blancos a partir de la década de 1850. Tampoco previeron los fraudes que acompañarían a los tratados. Los comerciantes solían encargarse del pago de las rentas anuales a los indios en nombre del Gobierno, y era frecuente que, a pesar de la disposición federal que lo impedía, dedujeran el montante de las

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