Juan Genovés. Mariano Navarro

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Juan Genovés - Mariano Navarro

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Ibíd.

      4 Los datos sobre Juan Genovés proceden de las conversaciones mantenidas con el artista por los autores y de algunas de las aportaciones y datos contenidos en la tesis doctoral de RODRÍGUEZ GALLEGO, María Jesús (2005): Juan Genovés Candel: Arte y Sociedad (1930-1999), Madrid.

      5 En las obras realizadas desde finales de la década de 2000, como veremos en el capítulo correspondiente, Genovés ha introducido una tercera dimensión en sus cuadros, valiéndose tanto de acumulaciones de pigmentos como de objetos diminutos que contribuyen a la construcción de la “figura” de los personajes de sus cuadros.

      6 RODRÍGUEZ GALLEGO, María Jesús, op. cit., p. 46.

      7 Ibíd., p. 47. De la tesis de Rodríguez Gallego proceden también algunos de los datos expuestos en páginas anteriores y en páginas siguientes.

      8 Esta y la anterior declaración de Eduard Genovés han sido extraídas del programa de TVE anteriormente citado.

      9 RODRÍGUEZ GALLEGO, María Jesús, op. cit., p. 48.

      10 CANDEL, Francisco (1966): “Juan Genovés”, Canigó, n.º 145, Figueras, Barcelona, marzo.

      ii

      Harto de Sorolla

      El Xiquet ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia en 1946, apenas cumplidos los dieciséis años y siendo el alumno más joven de su clase. Ese año vendió su primera obra; recuerda que por noventa pesetas. Un paisaje que le compró Antonio Carles en una exposición celebrada en el Ateneo de Valencia.

      La difícil situación económica de la familia, de cuyas fatigas ya ha tenido el lector cumplida noticia, le empujaría también a un trabajo meramente alimenticio, pero que mantendría durante varios años, compaginándolo con los estudios: pintar decoraciones para cajas de bombones. Genovés lo recuerda con detalle y no poco sentido del humor: “El director de una casa que se dedicaba a fabricar cajas de bombones (olvidé su nombre) convocó un concurso entre los alumnos de Bellas Artes de San Carlos para pintar miniaturas que decoraran las cajas de lujo, forradas de seda de raso. El concurso lo gané yo. Se quedaba con todo lo que pintara, y estuve colaborando con él casi tres años. El tamaño era más o menos de 12 x 8 cm (similar al tamaño de un móvil de ahora). Preparaba unas tablitas de contrachapado, las untaba de ajo para quitarles el absorbente y pintaba al óleo. Mi ideal comercial era algo parecido a las miniaturas de Mariano Fortuny. Empezaba como una alfombra, pintaba por arriba y, dando toquecitos de pincel, iba cubriendo hasta llegar abajo, sin retocar. Tardaba como una hora y copiaba todo tipo de pinturas del siglo xix: bodegones, marinas, barcas, floreros (no sé cómo compaginaría el olor a ajo con la bombonería). Solo vi una vez en un escaparate de una confitería de lujo una de mis cajas. Me hizo ilusión. (No conservé ninguna, todas las vendí). Pero tenía presente que era un peligro; hacía las justas. Nunca me pasé, a pesar de que me pedían más. Empezó el año 1947 y terminó en 1950 o por ahí. Estaba harto del siglo xix”.

      Desgraciadamente, nada se conserva de aquellas piezas. La primera obra que recoge su archivo es del año anterior al ingreso: un bodegón, un óleo sobre lienzo de pequeñas dimensiones, fechado el 25 de julio de 1945. Un cuadro de fondo tenebrista y compuesto por tomates, aceitunas y un vaso de vino, de clásica composición, y en el que destaca, más por la juventud del artista, el buen juego de rojos, verdes y granates, así como la delicadeza del vidrio.

      La educación artística en los años duros de la autarquía y el aislamiento internacional respondía a la intención y voluntad del régimen de, por un lado, trazar las líneas para un arte nacional semejante al que había caracterizado al fascismo italiano y al nazismo alemán, que hundiese sus raíces en un imaginario imperio espiritual que se remontaba en la historia a la búsqueda de grandeza y la reconstrucción de un pasado inmediato, destruido durante la contienda.

      Aunque es más posible que nunca llegaran a los ojos u oídos de Genovés ni de sus compañeros de estudios, no por ello la ideología y el proyecto del régimen franquista, el triste Movimiento, les podría ser ajeno. Así lo proclamaron, desde el momento mismo de su victoria, los vencedores. Manuel Sánchez Camargo, en su artículo “Arte. La pintura de ayer, de hoy y de mañana”, publicado en el diario El Alcázar el 16 de noviembre de 1939, afirmaba la continuidad de un espíritu eterno en el arte:

      Se ha hablado mucho de pintura de ayer y de hoy. La distinción no existe: solamente hay pintura –al igual que en todo en el campo artístico– que no conoce de tiempo, ni de espacio, y que si varía no es por la forma exterior reflejada, sino por el espíritu que la informa, espejismo de orden superior. La pintura encontrará siempre problemas que resolver; volúmenes, composición, color y toda la psicología del que quiere decir y no acierta hallar su pensamiento; pero en sí, es hierática, y su ámbito es igual desde los tiempos de los lobos polícromos de Dordo, hasta las obras de Roberto Delaunay. El artista anda, y según la posibilidad de los medios que su ingenio encuentra, construye, para seguir andando y coincidir, a lo mejor, en la pisada anterior.

      En la pintura influye notoriamente un signo nacional, y es el arte quien mejor recoge la grandeza de un pueblo. El cenit político coincide, en la marcha histórica, con el apogeo artístico, o en su defecto viene después, a veces tarde, como consecuencia obligada y efecto de causa cierta. Únicamente el pueblo que empieza no encuentra el arte que afanoso busca, pero cuando su sentido universal se determine en sí, el arte saldrá del primitivo subsuelo. […]

      Hemos sido los españoles el pueblo que ha llamado mejor a Dios, en la Pintura, que tiene sentido propio desde el divino Morales, hasta el formidable grito entre todas las voces pictóricas que es el Greco.

      Nuestro curso imperial, interrumpido cuando faltó la esencia hispana de catolicismo integral, y los regímenes quebraron por corrientes contrarias al sentido misional español, hallará en este resurgir glorioso la forma artística perdida entre ribetes extranjerizantes, y los pintores españoles seguirán como siempre señalando a la Pintura ventanas por donde mejor ver.

      El Movimiento salvador no ha terminado solamente con nefastos regímenes políticos, sino con el pequeño arte de visión incierta y esfumada, que tendrá que dar lugar a otro que irrumpirá con pinceles nuevos, mojados en óleos de nuestro ayer, para seguir formando nuestra trayectoria de abridores de las grandes puertas del mundo, en el Arte y en la Historia.

      En fechas próximas a la publicación de este artículo, concretamente entre diciembre de 1939 y enero de 1940,

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