Vida campesina en el Magdalena Grande. Fabio Silva Vallejo

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Vida campesina en el Magdalena Grande - Fabio Silva Vallejo

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Hernández:

      yo era miembro del Comité Municipal de Cafeteros del Magdalena y había un señor Jorge Castillejo que vivía allí donde ustedes se quedaron más adelantico […], montañita ahí […], un líder muy prestante, muy honorable […]. Entonces lo llamó la guerrilla. Nos dijo que: “ustedes que hacen reuniones necesitamos de participar ahí”, y nosotros le dijimos que no, que nosotros éramos población civil; entonces se formó un desacuerdo y nos dijeron que nos teníamos que ir. Entonces vivía uno muy tensionado. Una vez, creo que ya está preso un comandante guerrillero que se llamaba Ciro, entonces yo les ponía problema, les decía yo: “¿cómo así que nosotros nos tenemos que ir?”. Obligaban a los campesinos a hacer marcha. Una marcha sonada fue a principios del 90, que bajó toda la Sierra, que estuvieron en el estadio Eduardo Santos, ¿sí se acuerda? Bueno, esa fuimos obligados por la guerrilla (E. Padierna, comunicación personal, marzo del 2015).

      Imagen 3. Peaje vía Kennedy

      Fuente: Archivo Oraloteca (2017).

      Paulatinamente, la guerrilla de las FARC fue tomando el poder. Comenzó a deliberar en la vida cotidiana de la gente por intermedio de los milicianos. Estos instauraron mecanismos de control y solución de conflictos que afectaron a los campesinos. Algunos métodos utilizados por las FARC para controlar a la población civil fueron repudiados por los presidentes de las juntas de acción comunal y por la población en general. Los milicianos comenzaron a prohibir las peleas entre vecinos, hablar con personas extrañas, hablar con la policía o con el ejército, beber y no pagar la cuenta, robar café, asesinar, portar armas, hurtar ganado y tener cultivos ilícitos. Las personas de la localidad que no acataran esas reglas recibían castigos disciplinarios. Algunos campesinos se acercaban a los milicianos a poner quejas o denuncias. Esta situación condujo a que muchos de estos castigos se convirtieran en ejecuciones practicadas por el grupo guerrillero contra campesinos acusados de robo o asesinato:

      Aquí abajito hay un señor, creo que era del Tolima, se llamaba el señor Toño Pabón. Vivía solo ahí…solo, solo… un señor ya de 80 años, tenía su finca […] y ahí él pertenecía a una congregación evangélica y una familia al lado, unos pelaos inquietos, el viejo era inquieto, o más bien mal vecino, y al hijo mayor una vez se le entraron, se le robaron unos pesos que tenía ahí, como 500 mil pesos y una motosierra, cuando él estaba en el culto aprovecharon y sacaron [y] como aquí no había presencia del Estado, ¿qué hicieron? El señor se les quejó a la guerrilla, vinieron y los cogieron y les quitaron la motosierra, la plata y les dijeron: “el día que se vuelvan a meter con ese señor ya saben…”. Resulta que como en el trámite del arreglo del problema le preguntaron al […] señor [si] tenía armas: tenía un revólver de esos antiguos […] y los milicianos vieron el revólver y, después de eso, un día el señor se fue para el cafetal suyo y apareció ahí, apareció muerto, lo mataron a garrote, a un señor de 80 años […]. Fueron los Castros, de apellido Castro, la familia vecina. Existiendo el antecedente de la motosierra y de la plata que le habían quitado, entró la guerrilla y se llevó dos muchachos de esos, muchachos trabajadores que no tenían nada que ver [con lo] de los menores, se los llevaron y los… ¡se los llevaron! Al otro día, esa tarde, mandaron una razón y le dijeron que se presentara en la finca la Dilia, que se presentara el papá de los muchachos y el hermano mayor, que era[n] los que decía yo que eran malos vecinos. Era pa’ entregar los muchachos. Resulta que ya los mataron, [a] los otros dos muchachos los desaparecieron y en el entierro de esos dos cogieron a los otros dos pelaos que quedaban [¿?] aquí. ¡¿Usted cree que eso es justo?! Y lo irónico de eso es que, después, apareció uno de los milicianos que estuvo… con el revólver… lo mató, le quitó el revólver que tenía ahí el escudo y eso… acabaron con esa familia que habían matado al otro señor (E. Padierna, comunicación personal, marzo del 2015).

      Esa toma del poder local y el control sobre las personas de la localidad también ameritaba arrebatarles el control a las autoridades locales; en este caso, la policía, que tenía un puesto de policía en San Pedro de la Sierra y Minca: “es de advertir que en algunos de esos episodios gravitó el objetivo de expulsar a las autoridades y a la policía, y que este interés era mayor en zonas estratégicas para los planes de las FARC” (CNMH, 2014, p. 261). La arremetida contra puestos de vigilancia de la policía no solo fue en San Pedro de la Sierra. Para el año 1987 la guerrilla de las FARC tomó el puesto de policía del corregimiento de Palmor; al año siguiente, se tomó el puesto de policía del corregimiento de Minca (Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos, 2001). El puesto de policía de San Pedro de la Sierra fue tomado en dos ocasiones: la primera fue en el año de 1990 y la segunda en el año de 1996 (Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos, 2001). La incursión de las FARC en el puesto de policía de San Pedro de la Sierra, en el año de 1996, dejó como resultado la destrucción del puesto de policía, 23 fusiles hurtados y 4 policías muertos. Debido a los constantes ataques, la policía fue retirada del corregimiento de San Pedro de la Sierra, dejando la zona al control de la guerrilla y convirtiéndola en su zona de retaguardia. Con todo lo anterior, la guerrilla pretendía dejar la zona occidental de la Sierra Nevada de Santa Marta sin presencia del Estado y eso los llevaría a reforzar su aparato militar:

      Sin duda, la guerrilla buscaba convertirse en una especie de Estado emergente en algunas regiones, generando inestabilidad política y las condiciones para lanzar una ofensiva militar de acuerdo con lo presupuestado en el llamado Plan Estratégico y a reajustes como los delineados en el Pleno de 1997 (CNMH, 2014, p. 264).

      El avance militar de la guerrilla de las FARC en la vertiente occidental de la Sierra Nevada de Santa Marta multiplicó los enfrentamientos con el Ejército Nacional. Fueron innumerables los choques armados entre el ejército y la guerrilla en las veredas El Congo, Parranda Seca, Siberia: todas ellas situadas en los alrededores del corregimiento de San Pedro de la Sierra. Hay que tener en cuenta que la guerrilla no solo hizo su arremetida contra la fuerza pública, también la hizo contra la infraestructura eléctrica y vial:

      Una patrulla del Batallón de Policía Militar frustró la voladura del puente de la Aguja, ubicado en el corregimiento de río Frío, jurisdicción del municipio de Ciénaga (Magdalena), por parte de un grupo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), tras sorprender a los guerrilleros cuando instalaban los explosivos (El Tiempo, 1991, p 1.).

      El continuo desgaste militar llevó a la guerrilla de las FARC a cobrar un impuesto de guerra al sector agroindustrial de la Zona Bananera (Zúñiga, 2004). Este impuesto también le fue cobrado a los dueños de grandes fincas cafeteras, mientras a los pequeños productores de café y comerciantes se les pedía que colaboraran con alimentación, botas, machetes y el reclutamiento de sus hijos para el grupo. El no pago de los impuestos por parte de los dueños de las grandes fincas y la no colaboración de los pequeños productores hicieron que los milicianos arremetieran drásticamente contra ellos; todo lo anterior produjo inconformidad en los comerciantes, los pequeños caficultores y grandes finqueros y esto hizo que muchos abandonaran la zona:

      El problema de la guerrilla por aquí no es ni el mismo jefe de la guerrilla, sino que ellos como andaban por ahí cogían un personal, decían “vamos a poner a una persona encargada de esta región” que fueran como miliciano. Esa gente llegaba y maltrataba mucha gente, gente inocente, gente buena… la finca… esto era una región de fincas grandes, aquí no faltaba trabajo, por ejemplo, nosotros tenemos una finca pequeña y en una cosecha de café manteníamos 20 trabajadores, una cosecha en dos, tres meses, finca para arriba eso era una cosa muy bonita, inmensa, el trabajo que había, pero ya [...] esa guerrilla comenzó a extorsionar a las fincas grandes, sobre todo a las fincas grandes, con comida, con las cosas, y ya a la gente no le daba… mucha gente se fueron, dejaban esas fincas ahí abandonadas y se perdió mucha fuente de trabajo aquí por eso [...]. Una finca como Platanal, que era de los Noguera, Dangond, de los Vives, los Fernández de Castro, que eran unas fincas grandes, eso aquí había

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