Por el derecho comprender. Henrik López Sterup
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Por lo mismo, estas herramientas alternativas de comunicación en lenguaje claro también son representativas dentro de las ventajas participativas que se derivan de la inclusión social, toda vez que comunicarse con una potencial igualdad y en términos ampliamente comprensibles favorece el desarrollo de un correcto ejercicio de la ciudadanía. Adicionalmente, la comunicación en lenguaje claro permite la adquisición de autonomía, la posibilidad de llevar a cabo trabajos colaborativos, generar o incrementar el conocimiento, e incluso, formar parte de procesos de integración social.
Comprender que el lenguaje claro constituye una herramienta para facilitar la integración social evidencia que el uso de términos y conceptos que no todos conocen, manejan o entienden puede complejizar innecesariamente la participación y la inclusión de las personas en la democracia. Por eso, existen múltiples medios que requieren la intervención del lenguaje claro, por ejemplo: en el escenario virtual, al interior de las páginas web que utilizan las personas para buscar la información que desean y necesitan. En efecto, no se puede desconocer que quienes utilizan Internet lo hacen de forma cada vez más intensiva y además con acceso a banda ancha18, de modo que la información proporcionada digitalmente debe ser clara; de lo contrario se estaría estableciendo una brecha digital que a su vez se convierte en una brecha social.
Específicamente para este caso, varios autores han avanzado en señalar la importancia de acceder a los servicios digitales. Así, establecen que la pobreza social “se define no sólo por la carencia de parques y servicios públicos, sino por el hecho de que no está conectado a ninguno de los circuitos importantes de información”19. En este sentido, la falta de claridad en la manera en que la información se proporciona en las redes digitales también ha llegado a constituir un mecanismo de exclusión social. Ciertamente, aunque la información se ha democratizado al encontrarse disponible, también se han complejizado los sistemas para ocultarla20 cuando la accesibilidad no puede ser plena debido a la dificultad para comprenderla.
A esto, cabría añadir la existencia de barreras para el acceso a las TIC21, lo cual repercute en que la información en línea no siempre adquiera la difusión esperada. No obstante, la limitación más importante para la difusión de la información sigue siendo la barrera del lenguaje: el hecho de que no nos cuestionemos por la capacidad del otro para comprender lo que estamos comunicando. De manera que, el lenguaje claro tiene un papel clave como instrumento formativo al servicio de una sociedad más justa, solidaria y democrática. Una sociedad en donde la información y el conocimiento son accesibles en igualdad de condiciones se convierte en una sociedad participativa que piensa en las personas. Por lo mismo, resulta prioritario enfatizar en fomentar la integración del lenguaje claro en nuestra cotidianidad como sujetos. Debe trascenderse el enfoque comunicativo centrado exclusivamente en transmitir ideas mediante habilidades mecánicas y conocimientos preadquiridos, que pueden ser necesarios, pero no suficientes.
Frente a esto, podría pensarse que implementar el lenguaje claro en realidad se trata de desarrollar “una cultura construida de usuario a usuario”, o en otras palabras, favorecer un acceso equitativo a los recursos, a la información y así separar la justicia de la dimensión económica, del acceso a tecnologías o del conocimiento académico previo, conforme lo plantea Casacuberta22.
Ahora bien, múltiples gobiernos en el mundo han intentado avanzar en la integración social mediante la implementación de soluciones meramente tecnológicas que plantean superar la brecha digital mediante inversiones en nuevas máquinas23. Sin embargo, la respuesta para alcanzar la integración y la inclusión social plena, en realidad podría encontrarse en el ámbito de la implementación del lenguaje claro. Es decir, la posibilidad de que todas las personas se comuniquen en un mismo lenguaje y sean capaces de entenderse unas a otras, sus necesidades, sus derechos y sus obligaciones puede ser la clave para avanzar hacia sociedades participativas y democráticas.
Conforme a los planteamientos anteriores, el lenguaje claro en sí mismo constituye una potencialidad. Se presenta como un elemento de transformación social, capaz de generar un efecto significativo para mejorar la vida cotidiana de las personas. Esto aplica especialmente para quienes atraviesan situaciones de exclusión social o se encuentran en riesgo de caer en dicha categoría. Adicionalmente, otro aspecto a considerar consiste en que, al interior de la sociedad actual, se ha vuelto cada vez más difícil ascender en la escala social y, en cambio, es más fácil descender en ella24, lo cual favorece tanto la posibilidad de generar exclusión social como el riesgo de caer en esta.
Así pues, la implementación del lenguaje claro apunta hacia un nuevo tipo de sociedad civil predispuesta a una interacción más democrática, en donde, por lo pronto, han surgido nuevos modelos de desigualdad y nuevas formas de división25. Esto ha ocurrido debido a que los vacíos académicos y los problemas de comprensión del vocabulario persisten, en relación con las desigualdades económicas y sociales de clase, raza y género. Además, es posible que también exista una influencia del factor de geolocalización dentro del uso del lenguaje claro, pues la ubicación y los accesos que tienen los individuos a las diferentes instancias y entidades pueden incidir en la manera en que se relacionan con ellas.
De este modo, debe pensarse que el lenguaje claro no puede limitarse a la conversación personal o a los intercambios de cartas y derechos de petición. La inclusión social a través del lenguaje claro supone la posibilidad de trascender la situación actual, de una en la cual si bien se dispone de un marco legal suficiente (en las sociedades desarrolladas) respecto a la transmisión y difusión de la información, en realidad resulta insuficiente en su concreción de acciones eficientes y capaces de dar respuesta a los problemas reales de las personas debido a la complejidad con que se comunica. En algunas ocasiones, las administraciones públicas parecen avanzar más en la dirección de privatizar los sistemas de protección social, donde el Estado social de derecho se sustituye por un estado asistencialista26.
Sin embargo, la asistencia social no es el mecanismo que las personas necesitan para integrarse dentro de la sociedad como miembros críticos y participativos. Ofrecer ayudas económicas podría no contribuir de la forma esperada a combatir la desigualdad social y sus causas27. Por su parte, el lenguaje claro sí puede ser un mecanismo para lidiar con dichas desigualdades, logra —como pocas estrategias— establecer un rango de equidad entre todos los seres humanos, mediante una comprensión clara y universal, sin considerar las diferencias entre ellos.
En ese contexto, tanto la formación en competencias de lenguaje claro como su recepción pueden resultar revolucionarias. Generar una verdadera inclusión social a su vez permitiría fomentar el desarrollo de personas autónomas, reflexivas, críticas y responsables, capaces de transformar la sociedad, trabajar con los demás para generar conocimiento colectivo y compartido.
Además, si la información que ya “está en todas partes” se vuelve accesible para todos en igualdad de condiciones y si reconocemos que “¡el conocimiento, ya no el tiempo, es oro!”28, el lenguaje claro se comprende desde un rol transformador. Utilizar lenguaje claro haría