"Por una merced en estos reinos". Carolina Abadía Quintero

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encuentran algunos documentos de archivo y c) no identificar en los documentos relaciones consistentes, como se denota en los casos de Melchor de Liñán y Cisneros, Feliciano de Vega y Padilla, fray Matheo de Villafañe y Panduro y Pedro Díaz de Cienfuegos.

      Se apeló, además, a la llamada teoría de grafos, comprendiendo el grafo como “una representación abstracta de un sistema cualquiera, en el que los elementos del sistema o ‘nodos’ se relacionan entre sí mediante conexiones que indican la presencia de una interacción”.48 En términos técnicos, los cuales no pueden dejarse de lado en vista de las redes que se presentarán a continuación, un nodo es definido como “las personas o grupos de personas que se encuentran en torno a un objetivo común”,49 un vínculo “son los lazos que existen entre dos o más nodos”50 y un flujo como la línea que “indica la dirección del vínculo”.51 En este sentido, en Ucinet, un programa especializado en el diseño de redes, se estableció un tipo de grafo centralizado, con un ego determinado, que, en este caso, son varios de los obispos de Popayán, de quienes se desprenden los nodos, vínculos y flujos. Esto quiere decir que el tipo de redes que se presentan son egocentradas o personales, constituidas por “relaciones a partir de una persona”,52 distinta de una red sociocentrada, que “mide las relaciones entre todos los actores de un grupo determinado”.53 Para diferenciar tipos de vínculos, se presentan nodos representados en diversas formas geométricas, que se van diferenciando según su funcionalidad en cada red.

      No sobra decir que complementan este marco metodológico e interpretativo dos obras que brindan elementos de tipo analítico para comprender y, sobre todo, enunciar el conflicto y la negociación, ambos procesos estructurales con los que se clarifican las tensiones jurisdiccionales que este proyecto pretende abordar. Por un lado, Jonathan I. Israel y su trabajo Razas, clases y sociales y vida política en el México colonial, 1610-1670,54 en que expone, específicamente en la segunda parte, la posibilidad de estudiar la vida política desde el conflicto poniendo en escena y en el orden de lo narrativo hechos, ideas, individuos y movimiento colectivo, conectando actores, intereses y jurisdicciones desde una perspectiva atlántica amplia. La otra obra es la de Arrigo Amadori,55 quien, estudiando la gestión de los virreinatos americanos desde la política del conde duque de Olivares, valido del rey y del Consejo de Indias en la primera mitad del siglo XVII, va dando cuenta de las diversas escalas de negociación que estos entes tuvieron que establecer con las élites locales americanas como muestra de la vinculación y conexión de los territorios hispánicos con la Corona, con lo cual se demuestra que “la negociación y la búsqueda del consenso no solo tenían lugar en el seno de las cortes; también estaban presentes en la relación del poder central con varias instancias del ámbito local, e incluso con individuos determinados”.56 Ambas visiones, la del conflicto y la de la negociación, son las que posibilitan que redes de poder, sistema de patronazgo y movilidades eclesiásticas encuentren los escenarios propicios de acción y, por ende, de estudio.

      Finalmente, respecto de la elección temporal, es 1546 el punto de partida al ser el año de erección del obispado, extendiéndose el periodo de estudio a 1714, momento en que muere el último obispo payanés del siglo XVII, años que muestran una importante circulación de clérigos y religiosos peninsulares e indianos en Popayán, proceso que no se denota con intensidad en el siglo XVIII al fortalecerse la presencia de integrantes de las élites regionales payanesas en las instituciones religiosas del obispado.

      Se pensó el espacio desde dos perspectivas definidas por el ámbito jurisdiccional y territorial, así como por el ejercicio del poder y la mentalidad de la época. Así, un tipo de características encierra la capital obispal como centro ordenador de las realidades eclesiásticas del obispado y otras son el tipo de lógicas territoriales gestadas con la comprobada circulación y movimiento de capitulares y prebendados. Respecto del primer asunto, se considera la capital del obispado como una ciudad episcopal; en cuanto al segundo, el obispado como espacio jurisdiccional se convirtió en punto de partida para comprender las realidades vinculantes que envuelven el problema de la promoción en Indias, lo cual significa que Popayán como unidad obispal fue solo una excusa para estudiar el mundo de la élite eclesiástica de Indias meridionales y su relación con las catedrales, el virrey del Perú, la corte real en Madrid y la corte papal en Roma.

      Como propone Óscar Mazín, en Indias, “la ciudad es, inexorablemente, compañera del imperio”,57 de modo que es el espacio donde se personificaba de manera simbólica y material la diversidad de poderes que en ella habitaban, lo cual le brinda una importante complejidad al convertirse en teatro de fricciones, conflictos, pactos y negociaciones entre corporaciones, estamentos e indistintos grupos sociales. La ciudad fue aparato de representación del poder del rey y, por ende, de la monarquía, hogar de los intereses económicos y políticos de las élites locales, eje de intermediación de las relaciones entre quienes la habitaban de manera permanente y pasajera. Además, las ciudades en Indias tuvieron un tipo de vocación definida por la predominancia de un rasgo social, político o cultural, con lo cual aparecen las ciudades capitales virreinales, las ciudades de letras, las ciudades mineras, las ciudades frontera, y la que más nos interesa, las ciudades episcopales.

      El obispado de Popayán, que ocuparía una gran porción del territorio neogranadino en términos jurisdiccionales, estaría vinculado a la Audiencia de Quito y, por evidente cercanía, a la Audiencia de Santa Fe. No obstante, como menciona Joanne Rappaport, y bien se comprobará, indiferente de la distancia y de las necesidades locales, en general, ciudades como Santa Fe y Quito estaban vinculadas en términos políticos y eclesiásticos a Lima y España, gracias al poder articulador del virrey en Lima como por la autoridad religiosa.58 Para profundizar en esta consideración, el estudio de las carreras y de las relaciones y redes de los obispos y prebendados del obispado de Popayán en el periodo de estudio ha permitido constatar que la llamada cultura colonial aislada o separada59 con la que se definió al obispado y gobernación de Popayán es inexistente, en la medida en que si bien la distancia complicaba la celeridad en las comunicaciones, los vínculos entre sujetos y corporaciones de poder se mantenían y fortalecían, con lo cual se creaban conexiones políticas y trasatlánticas que demuestran la posibilidad que tenía un obispo o un capitular de mantener nexos en distintos lugares de la monarquía hispánica, con lo cual vencían la distancia y ampliaban el rango de influencia de élites y grupos de poder en Indias.

      La propuesta inicial consideraba la espacialidad desde la jurisdicción territorial del obispado de Popayán, pero, a medida que se fueron descubriendo las relaciones de los obispos y prebendados payaneses, se establecieron evidentes nexos con Quito, Santa Fe, Cartagena de Indias, Cuzco, Guamanga y la Ciudad de los Reyes, ciudades establecidas en el área que comprende las ya mencionadas Indias meridionales, así como con Sevilla, Madrid y Roma, lo cual demuestra que las barreras geográficas, reales para la época, fueron superadas con la existencia y con el mantenimiento de relaciones a partir de cartas y epístolas escritas. Esto hace que se considere hablar de una geografía de estudio más amplia, tomando como punto de partida a prelados y capitulares payaneses, y sus relaciones en el mundo hispánico.

      No son muy profusos en la historiografía colombiana los trabajos y las investigaciones dedicados a la reflexión sobre arzobispos, obispos, cabildos catedrales, prebendados y canónigos, citándose a menudo de manera sintética o a pie de página algunos hechos relevantes que vinculan la historia eclesiástica con problemas históricos más específicos, como el de la conquista del Nuevo Reino de Granada, las primeras décadas de poblamiento español, las reformas borbónicas, la independencia y los conflictos Iglesia-Estado en el siglo XIX. Esta situación se genera inicialmente en un problema vinculado a los archivos episcopales y de las órdenes religiosas, pues o son inexistentes o tienen accesos restringidos a los investigadores, o los investigadores les han prestado poca importancia a los roles culturales y sociopolíticos cumplidos por la Iglesia y sus mediadores a lo largo de la historia. Los trabajos que existen sobre

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